Es un momento muy preciso para aclararles a mis amigos aliados respecto al despojo que es necesario en aquella alma que sólo desee vivir en intimidad absoluta con su Amado.
Aclarando lo ante dicho, vosotros, porción amada, debéis vivir en autenticidad el misterio del amor y no argumentéis diciendo: “necesario es aceptar una simple y sencilla invitación.” Pues Yo os digo en verdad que el mundo sacerdotal está lleno de estas almas que en simplicidad aceptan tales invitaciones.
Pero sabed que no es vuestro vencimiento para el gusto del hombre, sino para el agrado de Dios, y en todo tiempo he sentido y dejado sentir a ciertas almas la necesidad de una oblación personal que no sea igual que la de los demás, sino que, aumentando el nivel de virtud, se vayan despojando de aquello que, comenzando por sencillez, termina en idolatría.
Vosotros debéis dar ejemplo, agradando a vuestro Dios, sin pensar en el mirar del hombre.
No valoréis el decir del hombre, que el Dios es el importante.
Recuerda la actividad asombrosa de un Francisco que prefirió estar fuera de un monasterio cuando dentro de él se vivía en armonía y se comía a placer.
Para los del mundo chocaba, pero para los ojos de Dios fue un abrazo estremecedor de su siervo y de su Señor.
Así vosotros debéis actuar, despojados, siendo almas sencillas, virtuosas, amantes, caritativas, despojados de todo deseo por mínimo que sea aquel deseo.
Pues en este tiempo de disipación absoluta, ¡qué necesario es que un puñado de almas se entreguen a Mí en plenitud, despojándose por amor al Amor y por ese amor siendo oblación para su Dios por las almas que viven, aún siendo consagradas, en la disipación y en una mínima entrega a su Dios!
Valorad vuestros deseos y ved que todo sea para gloria de Dios.
Y por un vaso de vino del cual os privéis, Yo, el Rey del cielo, os lo recompensaré en abundancia; y así ante todo despojo.
Dile que necesito Franciscos, que necesito otros nuevos Juanes de la Cruz.
Necesito almas sedientas, almas solitarias, almas en abandono en Dios, almas que caminando en su peregrinar dejen huellas de santidad.
Por eso os lo repito: Mi Iglesia se derrumba ante el placer de mis sacerdotes y consagrados, como os lo he repetido, bajo la apariencia de necesidad.
Todo lo toman como necesidad y sólo una cosa es necesaria: amar en verdad a vuestro Dios.
No cuidéis tanto del criterio humano; cuidad vuestra alma que es un tesoro grande, hermoso y majestuoso, que es don infinito de vuestro Dios.
Calmad vosotros mi deseo de almas sacerdotales. “Sacerdotales”; no he dicho “sacerdotes seculares”, sino sacerdotales en verdad, en santidad y en unidad.
Se dice que Dios le dio al hombre todo lo creado para que sea saciado, pero aquel Francisco, aquel Juan, aquellos llamados santos del Eterno todo, todo en absoluto, lo dejaron por amor a aquel Dios del cual ellos se sentían tan amados.
El vino es fruto de la vid y es una planta que Yo, vuestro Dios, la crie; pero si vosotros en oblación os sacrificáis, bienaventurados seréis de mi Padre y amados de su Santo Espíritu y, sobre todo, redimidos por el Hijo del eterno Dios.
No lo olvidéis: al que más se le da, más se le exige, y a vosotros os he dado mi corazón maternal.
¿Acaso vosotros no podéis darme loor sacrificando vuestros apetitos?
Os amo en verdad.
Vosotros seréis salvos en verdad, pues Yo, la verdad, os hablo en verdad para que seáis siempre verdad.
Yo soy el Dios Trinidad, el Dios que os ama y el Dios que os suplica vuestra entrega y oblación.
Sacerdotes Aliados, os deseo santos en verdad.
Os doy el ósculo de mi verdad.
Y ante vosotros, suplicante, está la Verdad.
Yo soy la verdad, pues soy el que soy siendo el Dios único en verdad.
7 de febrero de 1983.
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