El alma que aspira a la perfecta perfección deberá ser constante oblación en purificación.
El alma nunca deberá de ausentarse de mi presencia y deberá, ante todo, sublimar su espíritu y amar al Espíritu purificador y santificador del Padre.
El alma escondida en su escondido deberá estar en actitud de adoración y de entrega al Amado, pues Yo, el Amado presente estoy en el alma, sediento de vuestra entrega y de vuestro amor.
El alma deberá desear la purificación en plenitud; deberá hacerlo suplicando al Espíritu increado el auxilio en esta santa empresa.
El alma deberá purificar toda atadura y soltar su espíritu en brazos del Amado, y ya, estando con el Amado, amarle y darse a Él en completa entrega, siendo una en el Amado, viendo sus flaquezas con paz y confiando en mi gran misericordia.
El alma deberá ocultarse para hablar a solas con el Dios que le ama y que desea ser amado.
Ámame, que Yo, tu Dios, amándote estoy.
Búscame que Yo buscándote estoy.
Entrégate a Mí, que Yo de ti espero todo tu amor.
Estoy en ti y deseo de ti todo, todo tu amor.
Te habla el Amor, y deseo del hombre su amor.
24 de noviembre de 1982.
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