Caridad y Humildad

La verdadera caridad consiste en renunciar a todos los placeres y gustos por darme muestras de amor. Por ejemplo, Yo les di mi naturaleza para recreación, pero si vosotros me decís: “Prefiero estar aquí, ante tu sagrario por amor en recogimiento y oración”, sería más agradable a Dios, porque ahí está un vencimiento hecho por amor. La vida en constantes privaciones, hechas por amor, dan gloria al Padre. 
 
Cuando te encuentres en medio de la naturaleza, da gracias a tu Dios, porque todo lo que existe es don especial de tu Dios. 
Santifícate para Mí. 
 
Negaos a vosotros mismos. 
Ayudad a los pobres, a los marginados, a los ignorantes, a mis pobres. 
 
Amo a los ricos, pero a ellos les he dado todo para que me glorifiquen, para que me amen, para que den al que no tiene, para que sirvan en humildad al pobre. 
Pero en ellos hay infidelidad para su Dios. 
Los más son egoístas, ególatras, creídos del poseedor, verdugos del pobre. 
 
Dile que es necesario que si tiene, sea como si no lo tuviera; que si le aman, piense en Mí; que si le reglan, sienta en desprendimiento interior por amor; que sea un desposeído de todo interiormente por mi amor; que ayude a la salvación de las almas, purificando en primer lugar la suya, siendo recto, honrado, misericordioso, afable, compasivo, en unión y acuerdo con la mirada de su Dios, que escucha con atención sus movimientos y su decir, y ve su intención, que debe ser en rectitud. 
 
No tengas nada, para después merecer el tener. 
No poseas nada, aunque tengas. 
Siente en tu interior que nada tienes. 
 
No te ames a ti mismo por un falso entender de que tú todo lo mereces. 
Acéptate a ti mismo porque eres semejanza de Dios. 
Ámate con caridad. 
Confórtate, pensando al hacerlo que tu Dios es tu confort y tu paz. 
Que todo, en absoluto, sea pensando en Mí y buscándome a Mí en ti, y ayudándome en mi Iglesia peregrina en este valle de miseria e ingratitud. 
 
¡Oh virtud siempre olvidada de la humildad! ¡Cuánto te debería desear el que se dice seguidor del Maestro que soy Yo! 
¡Con cuánto deseo quisiera que me consagrarais todo a Mí! 
 
Yo os amo y deseo que seáis purificados en Mí y para Mí. 
 
Tomad y vivid mis consejos, que son el medio único de salvación: amor, entrega, penitencia, pobreza, oración y consolación a vuestro Dios. 
 
No tengáis por tener; tened por Mí. 
 
Yo soy el Hijo del Altísimo, el Unigénito, el que os ama y desea todo bien para vosotros. 
 
Sed limitados para vosotros, pero extensos y generosos para los demás. 
Calmad la sed del afligido. 
Orientad hacia Mí con vuestra dulzura y mansedumbre a los que no me aman. 
Atended a todos los que necesiten. 
Socorred al que ha menester. 
Vivid en fe y amor. 
Sostened mi Iglesia con vuestra oración y entrega. 
 
5 de febrero de 1981. 
 
 
Yo soy el Padre del Unigénito. 
Di a tu director espiritual que estoy feliz y muy contento con él por ser dócil a mis deseos e inspiraciones. 
 
El camino a seguir es el que Yo le estoy indicando. 
No tengáis nada y vivid la extrema pobreza. 
¡Cuánto desearía que vivierais viviendo mis mandatos en fe, esperanza, caridad y suma pobreza! 
 
Que no dependa de nadie; es decir, que viva fielmente los votos que ha hecho a su Dios, pero sin comprometerse en parroquia alguna, para que así pueda ayudar a mi Iglesia doliente, que sufre dolores de parto en los afligidos moral y corporalmente por ese aguerrido enemigo mío y de mi Iglesia. 
Mis consagrados poco caso hace a los afligidos del demonio, que arrebata al cielo millones de almas que tenían un lugar señalado por el Padre en la gloria. 
Mirad mi dolor y doleos de Mí. 
Yo soy el Fundador y el que hasta el final de vuestro existir os atenderá. 
 
 
5 de febrero de 1981.

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