Yo te digo en verdad que María, mi Madre, nunca se separó de ti y me hablaba de ti con un amor único.
Dejé que escribieras para Yo explicarte lo que para ti era un misterio.
En aquel entonces tú eras como un ave herida que buscaba el Amor y a veces en esa búsqueda te quedabas.
Toda tu inquietud era inútil.
No sabías en verdad quién era tu Dios y cómo Yo mismo iba cultivando tu alma en el dolor para transfigurarla y atraerla a Mí ante todo el desamor humano.
Había momentos en que tu alma ambicionaba el amor de algo único y verdadero.
Deseosa de ser mejor, los fracasos no se hacían esperar.
Tu situación era alarmante.
Tu deseo era fuerte y tu corazón se iba preparando para la sublime oblación.
Ahí en lo escondido Yo, tu Amado, iba hablándote en silencio con toques de alarma y con deseo de que fueras totalmente de tu Dios; y aunque tú no comprendías y te inquietabas, Yo, el Dios amor, permitía para tu bien circunstancias difíciles y dolorosas para hacerte reaccionar y para que tu espíritu se sosegara y se entregara.
No temas, hija del Padre, Yo sé lo que tú sentías y sabía lo que tú deseabas, y también conocía tus aspiraciones.
Yo soy el Dios único y verdadero.
Yo soy el Dios que imprime en el alma deseosa de su Dios el deseo de mayor pureza, el deseo de alcanzar al Amor.
Yo soy ese amor que en plenitud embriago tu alma con mis palabras llenas de amor y verdad.
Toda alma en ese deseo será saciada.
El alma poco a poco se dilatará para el Amor.
El camino del dolor, si se busca en él a Dios, es la escuela perfecta para realizarse en verdad y encontrarse frente al Dios que es amor y verdad.
En caminos escombrosos sembraba la semilla del amor, cultivaba Yo tu vida y le daba mi calor.
Ven a Mí, avecilla amada y reclínate ante Mí, pues Yo soy la omnipotencia y soy todo para ti.
El camino entre espinas es el que el alma debe seguir, pues es el camino perfecto que te lleva ante tu Dios.
Hay caminos de esperanzas y el camino a la verdad es confiar en el Amado y aspirar a la santidad.
Purifica tus sentidos.
Da alivio al dolor de tus hermanos.
Enséñate a amar en verdad.
Cumple con fidelidad tus deberes cotidianos.
Sublimiza tu trabajo.
Esfuérzate en ser mejor.
Sé alabanza de mi gloria y háblale en todo momento a tu eterno Amor.
20 de enero de 1983.
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