Encontramos en una casa de retiro un crucifijo empolvado y sentí tanta tristeza al ver la imagen de mi Dios tan abandonada y sin un brazo que pregunté si era posible que lo lleváramos. Me dijeron que sí. Al ir con el Cristo en mis brazos, le dije en mi interior: “Señor, ojalá que te sientas contento de estar con nosotros.” –El Señor me contestó:
“Espero que con el calor de tu amor me cobijes.”
6 de abril de 1985.
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