No te valores por lo que se dice de ti.
Piensa cómo eres ante Dios, lo que vales para Él.
Arranca la insatisfacción de lo que tu Dios quiere de ti.
Piensa que tendrás muchos obstáculos para tu propia santificación.
Muchos, por no decir los más, se opondrán a que se cumpla la voluntad de Dios. Cuando esto pase, eleva tu alma con todo tu ser mirando hacia lo alto, sin pensar en que vaya a venir la destrucción de mi Obra.
Tendrás días difíciles, días de desaliento y tristeza, días de amarga soledad; pero recuerda que todo lo de esta tierra es efímero y pasará.
No desvirtúes lo que Dios quiere de ti.
Al elevar tu espíritu hacia Mí, hazlo con fe y esperanza y recibirás luz de lo alto que sólo se concede al alma que espera con amor y fe.
Allá arriba todo es amor y paz, pero para llegar hacia Mí se necesita ser despreciado y atribulado.
Ahí moran todos aquellos que con su propio vencimiento vencieron todos los obstáculos que los apartaban de Mí, y se humillaron a sí mismos, y se hicieron los últimos ante los demás, y ahora gozan de mi amor y presencia.
Por eso cautiva con tu amor, renuncia y entrega el corazón a Aquel que todo lo dio por ti sin reservas.
¡Feliz dolor y entrega que serán remunerados con tan gran galardón!
En el ser despreciado e irreconocido por los del mundo está el comienzo de la perfecta unión con tu Dios.
Yo me entrego plenamente al desvalido, al despreciado, al ignorado, para empobrecer al soberbio y proclamar al humilde.
Él calma mi sed de amor y eso lo hace grato ante mis ojos.
Purificad vuestro entendimiento y voluntad y reafirmad segundo a segundo vuestro amor hacia Mí.
Yo soy vuestro guía y vuestro sostén.
Gloria y alabanzas sean dadas a la Trinidad que vive en vosotros.
Santificad vuestra vida y proclamad mis grandezas.
Empobreceos para merecer.
Mortificaos para alcanzar y sed humildes para obtener mi amor.
El Espíritu del Padre posa sobre vosotros para que seáis luz en las tinieblas.
No os desalentéis ante nada.
Procurad ser humildes y unidos ante la adversidad.
Proclamad con vuestro dolor las maravillas que vuestro Dios obra en vosotros.
No os mortifiquéis de qué dirán.
Alegraos y cantad de júbilo en el dolor.
Poneos tristes cuando con vuestra conducta os apartéis del que es camino, verdad y amor.
No os violentéis ante el dolor: ofrecedlo por el Reino de Dios y sed justos y perseverantes.
Oración, paz y amor son fuerza que destruye al mal, – no lo olvidéis.
4 de mayo de 1981.
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