–Al sentirme preocupada por los problemas de la vida, el Señor me dijo:
No pienses en tus cosas; entrégamelas a Mí, para que así sólo pienses en Mí.
–Estoy pasando por tormentos indeseables. Mi espíritu está desfallecido. Hay en mí incertidumbre, desconsuelo, apatía para orar, insuficiencia de todo mi ser. Mi mente parece paralizarse sin saber reaccionar. El desaliento me hace presa de mí. El cuerpo es como un plomo al que es difícil manejar. En mi espíritu no hay quietud. El alma lucha con entereza, pero es como si estuviera bañada en un hielo que la ha paralizado. Hay confusión y perturbación. Dios parece haberse escondido de mí. La oración no es nada aceptable ni deseable, ya que hay momentos en que mi mente no acepta a decirle a su Dios: ‘Te amo’. El cuerpo sufre dolores físicos.
El demonio vela tus pensamientos.
Descubre tu pensar y vigila tus pasos.
Aparenta bondad, pero ejercita toda su maldad para desasosegarte y perturbarte.
Sé valiente en la batalla.
Yo estoy contigo.
Soy el Espíritu de Dios.
Búscame.
Gran gloria obtiene el alma después de pasar la prueba difícil.
Es necesario pasarla para purgación de los sentidos.
Es necesario para ensayarse en la práctica de la fe.
Es útil a la caridad, porque apreciará a los que sufren como ella.
Es oración de dolor de su espíritu que sufre con gemidos inefables por la ausencia aparente de su Amado.
Es vivir amando y suspirado por el Amor.
Es oración de súplica.
Es abandonarse a la providencia del Dios amor.
Es pensar en el mismo Dios.
Es glorificarle en la prueba.
Es sentirse niña en mis manos, para ser joven madura y compenetrada en la unión mística con el ser de Dios.
Es participar a Dios su sufrir.
Es morir viviendo.
Es tener sed y pedir agua viva.
Es esperar la venida del Paráclito en su auxilio.
Es vivir el amor y para el amor.
Ámame.
Vive en constante vigilancia.
Que tu espíritu no desfallezca.
Nada ni nadie tendrá las palabras de consuelo: solo tu Dios podrá rescatar tu alma de este sufrir.
Vive en fe.
Aumenta tu esperanza en Mí y fortifica la caridad.
Eres niña en mis manos –te lo vuelvo a repetir-.
Eres mi joven y amada.
Eres la doncella de mis sueños.
Eres mi amada sosegada.
Eres la luz y esperanza de tu Dios.
Eres mi eterna elegida.
Eres fuerza que destruirá al mal.
Eres amada de la Trinidad.
Eres como el ave canora.
Eres como el murmullo del agua que da gloria al infinito Dios.
Ven, amada.
Ven a Mí, que Yo bañaré tu alma con mi amor, y la arrobaré en amor y nos amaremos.
Yo te amo.
Ámame tú a Mí en medio de la tribulación.
Escucha m voz que resuena en tu espíritu, como el relámpago.
Apacigua tu espíritu.
Que tu ser espere en Mí.
Que tu corazón se unifique con el mío.
Que todo tu ser me glorifique.
Que tu dolor te haga grande en la presencia del Dios misericordia.
Que tu espíritu tenga fe en la luz de Dios.
Que vuele como el ave a mi presencia.
Que tu entendimiento se doblegue a mis súplicas.
Que tus manos consagradas a Mí sean gloria del Padre.
Que tu transformación sea la transfiguración en semejanza al Hijo de Dios.
Que todo tu ser sea alabanza de la gloria del Dios Trino y Uno.
Toda tribulación alcanzará mayor don, -no lo olvides-.
Piensa en Mí y dame tu amor.
Te amo.
Os amo.
Amadme.
Honradme y glorificadme.
Que el Padre se recree en ti.
Que el Hijo tenga sus complacencias en ti, y el Espíritu de Dios venga gozoso hacia ti.
Y que los Tres, siendo Uno, se unifiquen en ti y consoliden su amor para alabanza de su gloria por siempre.
20 de Octubre de 1981.
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