El Señor me dijo:
Te amo y no se puede perder la hija de mi amor. -Se refiere a mis inclinaciones-.
Debes cambiar y ser fiel, -me repetía-, porque eres grande ante mi mirar.
Tú lo sabes, pero quiero que no sólo lo sepas, sino que también lo comprendas.
No temas a las contrariedades.
Todo saldrá bien, porque se cumplirá la voluntad de Dios, aunque os rodee todo el vértigo del infierno.
Desfallecer en cualquier obra que os encomiende el Padre es señal de pobreza espiritual. Sed fuertes ante la adversidad provocada por mi enemigo. Tomad las armas para combatirlo, aunque las vuestras sean aparentemente pobres y débiles. Sabed que las vuestras son más poderosas, porque el mismo Dios os las ha dado.
Luchad con amor y valentía, porque con eso demostráis la grandeza de los hijos de Dios.
Vuestro espíritu sabrá luchar si tenéis siempre en vuestras manos:
amor filial al Dios altísimo,
oración,
penitencia, y
pobreza; y
procuráis practicar todas la virtudes.
Os saludo con amor fraterno, porque sois grandes.
Ahogad todo vuestro ser en esta inmensidad de amor que os tributa mi corazón.
Os amo con amor de Padre, de amigo y sobre todo con amor de Dios misericordioso.
Si pudierais medir mi ardiente amor, os enloqueceríais de gozo y vuestro ser se llenaría de júbilo.
Amadme y dadme todo lo que sois y poseéis.
Os amo.
25 de agosto de 1981.
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