Ven, amada mía, sosiega tu corazón en el mío y escucha atenta lo que a tu oído deseo decirte: Demuestra al mundo que eres absolutamente mía, con tu generosidad, nobleza y humildad.
Que tu pobreza no sea vergüenza para ti, porque Yo, tu Dios, deseo mayor pobreza y amor.
Serás más mía si unes tu dolor al mío para glorificar a mi Padre.
Eres muy amada del Corazón ardiente y misericordioso de tu Dios.
Eso debe darte valor para sufrir con paciencia y amor cualquier tribulación.
Mi amor es todo para ti y eso debe bastarte.
¡Ay de aquel que desprecia al pobre y pecador!, le desconoceré en el reino de mi Padre.
Tú ama a tus hermanos en Mí por pobres y despreciables que sean.
Todo lo que tú ames es amado por Mí.
No temas al desprecio y al dolor.
Yo estoy contigo.
Me gusta estar con los pobres y despreciables.
Yo fui un Dios pobre y humillado.
Por eso mi Espíritu se goza en los humildes y pobres, a quienes ama mi corazón.
Bienaventurado será en el reino de Dios el hombre que entregue su amor y generosidad a los demás y que, siendo pobre por mi amor, sea humillado y despreciado.
En el hombre ignorado por el mundo y amante de Mí, habito Yo.
Porque le que sufra con gozo y paz por amor obtendrá el ciento por uno en dones espirituales.
27 de Septiembre de 1981.
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