A la hora de Sta. Misa, después de recibir la sagrada comunión, le dije al Señor: “Señor, perdona mi atrevimiento, pero te voy a decir algo que creo Tú ya sabes, pero que no me aguanto las gasas de decírtelo: ¿Por qué estás tan pasivo en tu obra? ¿Por qué no cooperas con mayor fuerza? Tú lo puedes. Tú me has escogido a mí, insignificante y sin dineros para ayudarte en tus deseos de esta casa, que has dicho deseas para tu obra.
También fíjate, Señor, bien en mí. ¿Quién podrá creer lo que Tú me dices si soy tan poca cosa? Tú, Señor, haz también la lucha de ayudarnos. Mueve corazones. Tú lo puedes, Señor. No nos dejes solos, porque ¿qué podemos hacer nosotros? Es tan poco lo que tenemos y valemos.
El Señor me contestó, sintiendo en su respuesta su alegría que me confundió, porque creí que se iba a disgustar con mi actitud, y me dijo:
“¡Qué gusto me has dado con tu actitud!
Me da más seguridad de ti, porque veo que nos estamos identificando cada vez más, porque piensas en Mí, y Me haces partícipe de ti, y Me integras a ti, y somos socios en la Obra del amor; y porque en tus deseos me tomas en cuenta.
Ahora veo la rebeldía de mi esposa que, a tu modo, me increpas.
Quiero repetirte nuevamente que me ames. Sólo eso es necesario.
Yo te daré lo que sea para gloria mía y bienestar de tu alma.
Nada te haga desalentarte, porque el deseo de mi Padre se llevará a cabo, en el día y momento por Él señalados.
Dale gloria a Él y piensa que si eres sumisa a su voluntad, Él será tu único deseo, porque Dios es suficiente para el alma que le ama y se entrega plenamente a su amor.
Ve, pues, amada mía, mi gran beneplácito por esos arrebatos de amor para tu Dios, porque el ser sincera conmigo es ser auténtica amante.
Mira que mi corazón necesita del amor del hombre.
Yo soy un Dios paciente y siempre deseoso de escuchar lo que el hombre piensa de su Dios, lo que desea y suplica.
La arrogancia del hombre entristece el corazón de un Dios que sólo desea el bienestar para el hombre.
Fortifícate orando.
Santifícate entregándote, y consúmete amando.
Vive pensando, actuando y sacrificando.
Actúa siempre bajo la mirada de Dios que te observa.
Sé segura de que tu Dios te ama.
Hazle feliz con tu amor.
Busca la amada soledad. Búscale pronto y con decisión. Ahí está el comienzo seguro de la unión perfectísima con tu Dios.
Soledad que Dios suplica al hombre para que acoja su voluntad y descubra al Dios que es misterio, y que a través de la comunicación directa, se hace realidad en el hombre y que, ante el asombro del mismo hombre, se identifica con la luz que revela que Dios vive y late en el alma con fuerza que vigoriza y santifica.
Ábrete al pensamiento y deseo del Dios altísimo.
Identifícate conmigo.
Suaviza tus asperezas.
Únete al Dios que es actual y que vive latente, pensando sólo en ti.
Llena tus potencias de ese Dios misterio, revelado al hombre con belleza, sencillez y amor.
Escucha mis palabras llenas de dulzura y elocuencia.
Soy un Dios transfigurado que se revela a ti, que te busca, y que busca ser complacido.
Oye mi voz que silenciosa se escucha ahí en ese recóndito y bello lugar de tu ser, que es destinado solamente para Mí.
Ahí permanezco fiel, deseoso de que el hombre me aclame, para Yo revivir en él mi amor.
Soy llama que ardiente busco calentar con mi amor el corazón del hombre.
Ahuyéntate del vacío del mundo que enloquece y confunde.
Yo soy luz que ilumina con esa claridad que siempre el hombre debería tener en su interior y que por el pecado oscurece la claridad del Dios vivo, que es luz que esclarece y agua que da vida.
Yo soy el manantial del cual parte la felicidad.
Yo soy la seguridad y la fuerza que hace al hombre diferente, cuando se identifica con su Dios.
Yo soy revelación absoluta para el que se humilla.
Yo soy la riqueza para aquel que, dándolo todo por mi amor, se hace rico; porque Yo soy la verdadera riqueza.
Yo soy la fortaleza inquebrantable.
Mi corazón sólo destila miel, porque mi amor es como el perfume de la más bella flor que jamás hombre alguno ha contemplado.
Mira mis manos deseosas de abrazar al hombre y de decirles con palabras tiernas y delicadas: ‘hijitos míos, os amo. Venid a Mí, si estáis tristes, que Yo os daré la paz.
Si estáis alegres, quiero ser partícipe de vuestra alegría.
Si deseáis algo, comunicádmelo, que Yo saciaré todos vuestros deseos.
Si estáis ciegos, Yo seré vuestra luz.
Si sois pecadores, Yo os convertiré más bellos que los ángeles.
Si tenéis hambre y sed, Yo os alimentaré.
Si os sentís solos, Yo seré vuestro amigo.
Si estáis desalentados, Yo os confortaré.
Si tenéis temores platicádmelos a Mí, que Yo os enseñaré cómo guiaros hacia la verdad.
Pensad que soy misericordioso.
Asistid con amor y gozo, en soledad, a la cita de la comunicación, donde vuestro Dios desea compartir con vosotros todas las cosas que os he preparado desde siempre.
Dadme vuestro tiempo.
Vivid deseosos de ser míos.
Ahuyentad de vosotros las falsas virtudes.
Sed firmes en el sufrimiento.
Sed como soldados al servicio del Dios infinitamente poderoso.
Mirad que el mundo se estremece por la falta de la búsqueda de la única y verdadera paz que la encontrará en Mí.
Salid adelante.
Sed como ángeles en este mundo.
Aclamad al Padre.
Pedidle misericordia y luz a su Espíritu, que es el encauzador al Padre.
Yo soy vida.
Venid para daros vida.
Sed espirituales y corresponded a mi amor.
No iras, ni desasosiegos.
Transformaos e imitad a las aves que me alaban.
Confiad en mi misericordia.
Socorred a aquel que lo necesite.
Sed amantes y viviréis la vida de la gloria anticipada.
El que busca encuentra.
Y el que se aparta de Mí encontrará su propia destrucción.
Vive, alma mía, en el sosiego de tu Dios.
Abrázate a Mí.
Únete en oración al sagrario de mi corazón.
Abandónate al Dios que es infinita misericordia.
Sé llama que arde de amor para el Dios que sólo amor sabe dar y busca el amor del hombre.
No seas medida para dar amor.
Dalo todo y recibirás mucho más de lo que das.
— El Señor me repetía:
Ámame, ámame.
Siempre ámame.
23 de Agosto de 1981.
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