-Durante la Sta. Misa estuve recogida, pensando en mi Dios. Después de recibir el Cuerpo y Sangre de mi Señor en la Eucaristía, sentí la presencia de Dios que se presentó ante Mí y me dijo: 
 
Yo soy el Padre. 
Te doy las gracias por ayudarme en mi Obra. 
 
Ámame y glorifícame. 
Cuando vaya en aumento tu amor, mayor número de gracias obtendrás. 
Ven a Mí, que Yo, tu Padre, te amo. 
 
Yo soy el Hijo del Dios altísimo. 
Ven a Mí, si estás agobiada, que en Mí encontrarás la paz. 
Consuélame y ámame. 
Mi corazón sufre por el desamor que hay en el mundo para Mí. 
Hay en mi Corazón una profunda herida abierta por la infidelidad de mis sacerdotes, desertores de mi amor. 
Haz que cicatrice. 
 
-¿Cómo puedo hacerlo? 
 
Amándome. 
Toma mi Corazón. 
 
-Tuve una experiencia que me hizo estremecer. Mi ser sintió el peso de aquel sí. Tener para mí, que soy tan pecadora, el Corazón del Rey del cielo y tierra, no es fácil. Parecía que una fuerza me hiciera poner en actitud de abandono y de mucho amor. Señor –le dije- ¿cómo puedes Tú pedirme que sea mío tu Corazón, si el tuyo es purísimo y santo? 
 
Aunque así sea, mi deseo es entregártelo. 
 
-Señor –le contesté-: dámelo y ponlo cerca del mío, para que con tu santidad yo me transforme en Ti. 
 
Tómalo, esposa mía. Todo es para ti. 
 
-Me pareció que mi alma se vació toda ante Dios. Después escuché voces que me confundían y que no me dejaban escuchar con claridad la voz de mi Dios, y le dije al Señor: ayúdame a apartar de mi pensamiento al demonio. Tú eres poderoso. 
El Señor me dijo: 
 
Lo haré, porque ¿quién puede decir no a la súplica de su esposa? 
 
-Y escuché cuando le ordenó al demonio que se alejara, diciéndole: 
 
En el nombre de mi Padre y de su Espíritu y en el mío propio te ordeno, Satanás, que te apartes de la que es mi esposa y no la perturbes más.” 
 
-En seguida sentí gran paz, porque el demonio ni mínimamente me volvió a mortificar. 
 
 
28 de Septiembre de 1981.