Os pido amor y desagravio por todas las ofensas hechas en el mundo en mis sagrarios.
En cada uno de ellos está vivo y latente mi Corazón, esperando amor de los hombres.
Si tú supieras y pudieras comprender el gran dolor que este Corazón amante siente cuando mis muy queridas almas sacerdotales ven con desgana y desamor mi Corazón que está en cada hostia.
Yo soy un Corazón olvidado y muchas veces profanado por manos sacerdotales.
Yo soy el Amado del Padre, el Ungido por el Espíritu Santo.
Yo, mil y mil veces echado al olvido; sacado de mis tabernáculos con desamor y con irreverencia.
Muchas veces mi Corazón queda ahí sin ni siquiera ser mirado, ni mucho menos, ser amado.
Muchos sacerdotes al celebrar dejan pedazos de mi Corazón dispersados, para luego ser muchas veces pisado y ultrajado…
Contempla este Corazón ardiente, que solo desea el bien del hombre y del cual solo recibe desamor e ingratitud.
Yo soy el corazón ardiente que necesito ser amado y desagraviado.
Marzo de 1983.
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