Psicología de las Tácticas del Demonio

El Demonio, tentador del hombre, desvirtuará la verdad de Dios en el hombre, pues él siempre buscará por envidia apartarlo de aquel Dios de infinito amor al cual él por soberbia perdió para siempre. 
 
Desde el Antiguo Testamento he manifestado al hombre la existencia de los espíritus malos que tratarán de perder al hombre. 
Satanás, aunque por cada alma que se pierde por instigación suya y la aceptación del hombre por su libertad es mayor su infierno, pues aumenta en él el odio contra su Dios y creador, no cesa de instigar. 
El Tentador busca el momento adecuado para tentar y hacer caer a las almas. 
“Pero nadie será tentado sobre sus fuerzas”, pues Dios es justicia y trata a todo hombre con rectitud justa. 
 
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El alma debe siempre identificar cuándo es tentación directa del Demonio y cuándo lo que siente es inclinación por su propia concupiscencia. 
 
La carne es frágil. 
Por eso es preciso definir cuándo por esa inclinación natural, consecuencia del pecado original, el hombre se inclina al pecado. 
 
El hombre deberá siempre estar prevenido por medio de la oración, pues es el arma poderosa por la cual el Tentador será vencido, y el hombre alcanzará mayor amor a su Dios santo y salvífico, y su perfección aumentará incalculablemente. 
 
El hombre debe conocer en todo principio cuándo la tentación proviene de su propia concupiscencia. 
Para esto tenemos que tener un criterio ideológico para definir estas dos situaciones de tentaciones. 
 
Por principio de verdad es que al Tentador no siempre le es permitido acercarse al hombre, pues sería una desfiguración ideológica, pues lo pondría, el que así lo afirmase, con mayor credulidad de omnipotencia que a la Divinidad suprema; es decir, dándole más énfasis al que es nada que al que todo lo es, pues el Demonio es sólo creatura y Dios es el creador de esa creatura. 
Dios es principio real de todo cuanto ha sido creado, pues siendo excelso Señor a Él se le debe dar el crédito verdadero de que Él es y será siempre el Dueño absoluto de cuanto existe. 
Por eso el hombre debe ser realista en todo y tener extremado cuidado de esta definitiva y absoluta distinción. 
A Dios, como es el ser absoluto que en su misterio nos envuelve, debemos siempre recurrir en toda lucha. 
 
El alma, puede sucumbir como se cita en el Evangelio de S. Juan, cap. 15,6: “si alguno no permanece en Mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca” y perecerá por siempre. 
Por eso, hijos míos, deberéis siempre en fidelidad orar, pues vuestro enemigo os acecha para perderos y arrojaros al fuego sempiterno, donde el alma sufrirá indescriptiblemente por estar por siempre fuera de aquel Dios inmensamente santo. 
Tened siempre conciencia de vuestra situación espiritual, para que en todo momento seáis vigilantes en el conocimiento verdadero del Tentador. 
El alma debe conocer la verdad de su inclinación por su concupiscencia. 
El hombre, alentado por la fe, reconocerá que toda inclinación que se origina por esa concupiscencia es generalmente poco dañosa, pues el hombre tiene por don divino las fuerzas para quitar todo deseo de cualquier clase de tentación. 
Procure sosegar toda inclinación natural, que no daña la sustancia del ser del hombre. Eso lo podrá rebatir el mismo hombre con un acercamiento en amor al Santo de los santos, vivificándose en Aquel que lo conforta. 
 
Debe ser consciente de que el Sacramento del amor le aumentará las fuerzas para sosegar esas inquietudes que sufre por su inclinación natural. 
 
Recuerde que si fortalece su espíritu con el ayuno y la oración doblegará las inquietudes de la carne; pues esas flaquezas humanas serán ocasión para fortalecer la vida sobrenatural, pues a mayor vencimiento, mayor donación de gracias sobrenaturales. 
 
En esto reconoceréis cuándo las tentaciones son por vuestra naturaleza humana. La mitigación de toda tentación vendrá de la oración y de la humildad para reconocer las miserias de que está constituido todo mortal. 
 
El hombre no se provoque a sí mismo ninguna tentación, pues puede ser su destrucción. Si dispone todo su ser para ser alabanza del augusto Señor, no puede vencerle ninguna inclinación, pues el hombre, conocedor de esta verdad y valorando lo que él significa para Aquel que le ha amado desde antes de crearle, no podrá permitir que la carne le domine, pues comprenderá que la vida es corta y el vivir por siempre en su Dios es imperecedero. 
 
El dominio es importante, pues el hombre tiene voluntad, memoria y entendimiento que son dones naturales, por medio de los cuales la naturaleza del hombre está cubierta, como si estos dones fuesen un finísimo velo de gran valía para protegerla y sostenerla ante cualquier inclinación del cuerpo, que puede ser de consecuencias fatales. 
 
Las tentaciones naturales son furtivas y sin muchas consecuencias, cuando el hombre reconoce de lo que está formado y lo que es él para Dios: su propia imagen y semejanza. 
Todo hombre tiene una capacidad intelectual por don divino para discernir el bien del mal. Sólo aquellos que no están absolutamente capacitados por deficiencias naturales no pueden tener ese conocimiento, y el Dios de amor y verdad tomará siempre en cuenta los conocimientos de cada persona. 
 
El hombre debe tener presente que la concupiscencia siempre será su atadura; pero no podrá más la carne que el amor. 
Por lo tanto no os disculpéis diciendo después de una mala acción: ‘Dios me dio esta sensibilidad para el pecado. Él sabrá perdonarme’. 
Es correcto que Yo perdono al alma que cae, pero Yo os refiero que os di esa sensibilidad para que la empleéis en el bien vuestro y para la gloria de la Trinidad.  
Por eso, carísimos, siempre es bien vuestro que os pongáis en las manos asiduas del divino Amador que os atrae con amor hacia Él, infundiendo en todo ser humano el don del saber y del actuar para amar. 
No penséis, pues,: ‘siendo ignorante será menos mi falta, y siendo sabio será menos la caída’, pues si el ignorante cae por no prepararse debidamente no le valdrá su excusa; y el sabio siempre está prevenido, pues la carne es flaca, y si no se fortalece por la oración y súplica constante a Dios, puede caer en la más leve tentación, pues la naturaleza de la cual estáis formados es en sí frágil y pobre. 
Por eso es necesario la perseverancia en el amor a vuestro Dios por medio de la oración, el desasimiento de vuestro yo y el control de vuestras pasiones. 
 
No os queráis engañar a vosotros mismos, pues vuestro Padre Dios sabe lo más recóndito de vuestros pensamientos y sabe lo que sois. 
Por eso que quede bien definido que las tentaciones naturales vosotros podéis rebatirlas con vuestra entrega en perfección y amor a la Trinidad. 
 
“Vigilad y orad” –os lo repito- no sea que, cuando durmáis, os llegue aquel pervertidor que os quiere para sí y sólo desea vuestra perdición. 
 
Orad, pues, con el corazón puesto ene l corazón de vuestro Dios, dando a Dios todo cuanto sois, entregando vuestra alma al Dios de amor, y de igual manera consagrad vuestro cuerpo a cada instante al Dios que vive y vivirá y poned vuestro ser personal a disposición del salvífico Hacedor que os ama con amor eterno. 
 
Si el hombre siempre me tiene a Mí presente y se descubre a sí mismo e verdad, esas inclinaciones naturales, si son sofocadas por los dones infusos que Dios da a toda alma como armas para vencer estas inclinaciones, serán para mayor gloria y mayor apertura al Santificador, pues Dios da todo completo: ‘inclinaciones naturales’ y ‘dones sobrenaturales’. 
 
Os digo que estas inclinaciones son para que el hombre realice en sí lo que necesita para procrear, para subsistir, para pensar y actuar. 
Son inclinaciones naturales que por el Dador de todo bien el hombre tiene. Lo incorrecto es que el hombre se sobrepase y actúe con perversidad y se haga esclavo de sus propias pasiones. Son dones del mismo Dios, pero que el hombre los corrompe, cuando esos dones naturales los convierte en perversidad y se deja guiar sin condición ninguna por sus inclinaciones, y de esas inclinaciones el Tentador lo hace presa fácil de su sutil influencia para que muera en su iniquidad y muera en verdad sin aceptar mis gracias. 
 
Pues sabed que –así como os lo dije anteriormente, pero deseo hacer hincapié- los dones naturales son pruebas absolutas del amor divino que conjuntamente está unificados a las gracias que Dios a toda alma hace partícipe, para que viva en Él, con Él y para Él. 
 
Así, pues, amados míos, fijaos bien en que la abstinencia de vuestras inclinaciones naturales es la oblación perfecta para vuestro Dios. 
 
Yo sé que el mundo os aborrece y los que son del mundo os inquietan para que dejéis, según su pensar, el ideal de la pureza, de la obediencia, de la caridad perfecta, del amor a vuestros semejantes, de la humildad, del deseo de la oración y de que vosotros hagáis siempre aquello a lo cual os inclináis, de no pensar en esa alma que es tabernáculo de vida y amor para vuestro Dios y de no educar siempre al cuerpo, para que no sea eternamente glorificado. 
 
Muchos son los dones naturales que se os han dado. No seáis tardos para crecer en amor y virtud. No seáis avaros para dar amor al que os crió por amor. Toda entrega en verdad al Dios verdad os hará libres en verdad, pues vuestra inteligencia será mayor, vuestra alma se embellecerá y vuestro cuerpo será dócil para dar gloria a la Trinidad. 
 
No vayáis tampoco a caer en la mediocridad. El perezoso nunca valorará el esfuerzo y la verdad, pues la comodidad para él será su verdad y no fácilmente saldrá de su ostentación. 
 
Cuando logréis ser fieles a vuestro Dios, veréis que esas tentaciones naturales serán como pajarracos que no os harán daño, sino que son para mayor gloria del Altísimo. 
 
Creo que con esta pequeña, pero sustanciosa explicación, quedará esclarecido lo concerniente a las tentaciones naturales. 
 
 
                                                    SOBERBIA  
 
 
Ahora hablemos más a fondo del Tentador, para que conozcáis en verdad su fin y también recordéis lo que era y ahora es por su soberbia. 
Que ese conocimiento sea guía y luz para vuestras almas, y para que siempre busquéis al Dios que os guía al Reino eternal. 
 
El Demonio existe y nunca dejará de existir; grabaos bien esta verdad. 
 
Lo que más daño ocasiona al hombre en su ser, alma y cuerpo es la soberbia, pues es la base fundamental de la destrucción moral y espiritual del hombre. 
Por eso os haré hincapié en varias citas del Antiguo y Nuevo Testamento para que, a la luz de la Revelación, vayáis descubriendo la verdad de este tema en desarrollo cronológico del Tentador y sus secuaces. Y no me limitaré sencillamente a concretizar simplemente su existencia, sino ampliamente me extenderé a analizar su función verdadera y específica, tomando datos citados en el Libro de la verdad y de la revelación que todos, o todos, conocéis. 
 
La soberbia es la causa de toda ignorancia espiritual. Hay personas que en verdad ignoran la verdad del camino de perfección, pero esas almas, aunque por circunstancias especiales no se desarrollan plenamente en ese camino de perfección, con el deseo imperado por Dios se activan en verdad hacia el camino del bien; pues Dios, que es infinito y se complace en toda creatura, hace en aquella alma todo cuanto Él desea para capacitarla en su nivel intelectual para que viva en Él y se perfeccione en el ser divino, pues Dios, que da de comer a justos y pecadores, también alimentará espiritualmente a humildes y sabios. Lo que toda alma debe tener en cuenta es que en todo momento debe reconocer a Dios como el inmortal e imperecedero, el que ha amado desde siempre y al cual se le debe rendir adoración. 
 
Por eso, como principio y fundamento en el camino de la verdad, toda alma que desea mayor luz y reconozca al Dios del amor como el siempre omnipotente, debe de consagrarse a Él para que, bajo el calor del amor infinito, vaya el alma descubriendo al Tentador y se vayan aclarando para ella las armas que Dios ha puesto para que luche y viva. 
 
El ignorante sea fiel a su Señor, al igual que el dotado de una inteligencia deslumbrante. Pues, carísimos míos, el mundo que os rodea está dañado por el materialismo destructor, y el hombre sabio, contaminado por esta corriente maléfica, se formula así mismo una idea equivocada, pues a pesar de todos sus conocimientos en el ramo en que intelectualmente se ha desarrollado, no acepta por su soberbia esa capacidad intelectual de conocimientos como don divino, sino que realiza en él una verdad de incredulidad y soberbia, acreditándose a sí mismo ese don intelectual y desvirtúa la presencia y omnipotencia del que es verdad y sabiduría infinita. 
Ahí el hombre está cayendo en doble falta: primero, destruye la verdad de Dios; y, segundo, se está autonombrando dios. 
 
Quise por principio de datos hacer esta síntesis de lo que sucede en muchas almas, para que así mismo, valorando estos principios fundamentales del hombre, entremos al tema que os quiero dictar. 
 
Recordad, hijos míos, aquellas fatídicas palabras que estremecieron el cielo y dividieron el reino del sempiterno Señor. 
Luzbel, el hermoso, el que era de confianza en mi Reino, por un acto de soberbia perdió al Dios del amor y de la vida, pues brotó en él un deseo inconmensurable de ser igual en todo como el mismo Dios. 
Y surgió una gran batalla: los ángeles soberbios contra los fieles al trono del Eterno. 
 
Esta palabra es verdad, pues surgió de la Verdad para dar testimonio de lo que sucedió en verdad, para que el Dios de verdad sea glorificado y exaltado por siempre. Este pasaje está citado en el libro de la Revelación: Apocalipsis 12,7s. 
 
Esta verdad de mi verdad que muchos las tomas como hipótesis irreal, y así contribuyen con el falso Luzbel a destruir la verdad del Dios santo y verdadero, es real. 
Yo, el Dios sempiterno, os digo que lo escrito en el libro de la Revelación así sucedió, y sucedió en verdad, pues mis palabras son testimonio de la verdad. 
 
La soberbia en la vida del hombre llena el alma de inquietante incredulidad hacia su Dios. 
Recordad que Satanás desea destruir esa verdad vivificante de la existencia de vuestro Dios. 
Siendo Luzbel el más hermoso de mis ángeles, se convirtió en un monstruo inimaginable por su soberbia –no lo olvidéis. 
Así como Dios es el hermoso y perfectísimo, él es el feísimo imperfecto. 
Por eso, amigos del Dios Trinidad, vigilad cualquier tentación de ostentosidad, pues, si no tenéis sumo cuidado de la ostentación, pereceréis. Si dejáis que el Tentador haga de vosotros lo que él desea, seréis destruidos. 
 
El soberbio pierde la humildad y cae en el egoísmo total, hasta hacerse cruel, lleno de odio y resentimientos, y sobre todo pierde la fe en su eterno Señor; pues el alma que ambiciona todo poder y ostentosidad, todo quiere para sí y hace de su yo su dios. Un dios falso, pues lo primero que el demonio hace con el alma, que por permisión divina es tentada y acepta la invitación al pecado, primeramente y muy sutilmente, es alejarla de la verdad divina por medio del convencimiento a no orar; segundo, la invita a la disipación; y eso sucede por la aceptación del alma tentada. 
 
Tened vigilancia plena, que el Tentador inquieta mucho a las almas en este aspecto, pues su fuerte es infundir en el hombre la soberbia, madre de todos los vicios y destructora de la vida interior; pues el Demonio conoce lo que se pierde por ese vicio que se acrecienta. 
El Demonio desea la perdición de todos, pues él, conocedor de la Divinidad, envidia al hombre que tiene la posibilidad de gozar en plenitud del Amor, del sublime y eterno Amor. 
 
El Tentador lo primero que hace al tentar al alma es destruir la fe en Dios. 
Ya aceptando el alma esta tentación es fácil presa de aquel que es mentira, pero que se presenta ante el alma como oveja de bien. 
La fe es de suma importancia para todo ser, pues aquel que acepta esta tentación está quitando la base y estructura de la verdad de Dios. 
Aquel que sabe que existo desde siempre tratará por todos los medios de apartarlo de esa fe que acrecentará su vida en Dios. 
 
No penséis que el Tentador se os va a presentar como es él, pues su astucia es grande, y lo primero que siempre intentará es inquietar al alma en la fe, pues él sabe que, si destruye en el hombre la llama de la fe, tiene terreno ganado para seguir su fin que es la destrucción del hombre. 
 
Cuando os sintáis incrédulos en el Dios verdadero, no os adentréis en diálogo con el Demonio que os inquieta siempre. 
Aunque vuestro ser se estremezca ante esta tentación, haced actos de humildad y dad gloria a vuestro Dios, haciendo actos de amor e invocando a la que es Madre del pecador; y Satanás se apartará de vosotros con una fuerte derrota. 
Es de suma importancia no dar cabida a la tentación cuando llegue. Orad al Santo Espíritu, pues las tentaciones sobre la fe son las que a tantas almas han inquietado y han apartado de la verdad. No propiciéis al Demonio terreno, dándole cabida para que os ponga más ideas sobre la fe, pues él argumentará con fuerza ideas que os pueden hacer caer en su trampa. Él sabe que la fe es la luz del alma, y, quitando esa luz, el alma fácilmente será atormentada por aquel que desea se pierda. 
Por eso, hijos del Dios verdadero, siempre suplicad al Eterno el aumento de vuestra fe. 
 
El demonio es escurridizo y -¿por qué no decirlo?- hasta cierto punto prudente en atacar a las almas, pues él sabe que si ante un alma se presentara como padre de la mentira, pues él es solamente falsedad, muchos, al descubrirlo, lo apartarían de inmediato de ellos. 
Pero sabed que él es el seductor más astuto, que maneja a las almas para atraerlas a él con delicadeza, aunque en verdad él es el más terrible enemigo del hombre, pues después poco a poco, ya cuando tiene a su presa segura, la abandona para gozarse de su destrucción. 
 
Por eso siempre estad atentos y no entréis en diálogo con él, pues eso es lo que él desea. Y me preguntaréis: ¿cómo es entablar un diálogo con él, pues él es espíritu? Pues os aclararé este importante punto. 
 
Primer punto: 
 
El Demonio se acerca al alma con dulzura, poniéndole la duda sobre la existencia del Dios altísimo. 
 
Segundo punto: 
 
El alma no se asuste ante esta inquietud perturbadora, pues el punto a seguir por el enemigo será inquietarla con esta pregunta. Si es que el alma sufre por algún motivo le presentará su sufrimiento con una crudeza increíble de tal forma que el alma sienta su cruz doblemente. Y seguidamente le hará esta pregunta: “¿por qué oras a un Dios que vive, según tu fe, gozoso y a quien tú no le importas?” Si el alma entra en más diálogo con él, él empezará muy veladamente, sin hacerse, poniéndole un panorama fácil de aceptar, diciéndole: 
 
‘Olvídate de toda oración; eso es pérdida de tiempo. Vive una vida sin angustias, pues debes de gozar en plenitud. Infíltrate con aquellos que viven gozosos. No tienes por qué privarte de algo que tú necesitas. Tu Dios es egoísta. Él –según tú piensas- está gozando siempre. ¿No es así?, -preguntará al alma- y eso lo hará el Tentador para ver hasta dónde tiene ya a aquella pobre alma acorralada. 
Y si el alma acepta aquella nueva tentativa del Demonio, él la va a dejar ya con esa tentación para que el alma por su propia voluntad busque más argumentos que le hagan desfallecer en la fe. 
 
El Tentador, como todo cobarde, se aparta del alma, pero ya dejando en ella la huella de la incredulidad en su Dios. 
Cuando ya tiene su presa un poco segura, se aparta de ella para no abrumarla. 
 
¡Cuánto debe el alma de permanecer en fidelidad con su amantísimo Señor, dándole siempre honor y gloria! 
 
Por eso es de suma importancia saber cómo es que ataca al alma ese enemigo que trae consigo todo mal y que su solo afán es pervertir al alma para apartarla del Dios Trinidad. 
 
Tercer punto: 
 
El Tentador ya ha hecho lo suyo. 
Ahora vendrán otra clase de demonios. 
Pues aunque para muchos es irreal la presencia del Espíritu maligno, Yo os afirmo con toda, -oídlo- con toda verdad, pues Yo soy la verdad, que existen demonios que fueron ángeles hermosísimos y que ahora conspiran contra el hombre y que se unifican para la maldad y atacan al hombre con una astucia poco común. 
A cada equipo de demonios Luzbel es el que gobierna, si así os parece adecuada la palabra, o capitanea. 
A todos sus seguidores los manda, como parvada de insectos, a contaminar al hombre de su maldad. 
 
Algunos son enviados para solamente tentar al hombre en la sexualidad, a otros en la sensualidad, a otros en la hipocresía, a otros en el odio, a otros en la falta de fe, a otros poniendo en sus mentes el deseo de toda clase de perversidad, a otros por la difamación personal a cierta persona, a otros los inquieta por la avaricia, a otros por el deseo de grandeza, a otros los incita al adulterio: ésos son los que más ganan Satanás y sus secuaces, a otros por la idolatría, a otros por el deseo inquietante de beber, a otros los tienta de gula, a otros por no querer aceptar la voluntad de Dios, a otros por toda clase de pasiones desenfrenadas, como la pereza; pues este vicio es la raíz de otros muchos más. 
 
Tened sumo cuidado en la disipación, pues ésta hace hincapié desvirtuando toda clase de alabanza, y da desgano para no hacer oración. 
 
 
                    ……….                                                ………. 
 
Es mi deseo esclarecer en qué forma estos espíritus desleales al trono de Dios se distribuyen para atacar al hombre. 
Y es de fe que ellos existen. 
 
Así como en el reino del Padre hay diferentes categorías, como son los ángeles, arcángeles, querubines, serafines, tronos, principados, potestades, virtudes, dominaciones, en aquel lugar de odio y tormento estos maléficos espíritus también están organizados para atacar al ser humano. 
 
Pues hay los espíritus que exclusivamente se dedican a saber cómo se encuentra el alma respecto a la relación de amor con su Dios, para así mismo darle conocimiento a Luzbel en qué estado de imperfección se encuentra el alma, para después, cuando vuelva a atacar al alma enviar comisarios que logren la destrucción de esa alma. 
 
Y Yo os declaro que, aunque muchos no creen en la posesión diabólica, ésta existe; y a esas almas Luzbel es el que las ataca y actúa en ellas. 
Hay algunos que, para no creer, explican que Dios Hijo vino para quitar la esclavitud del Demonio. A eso vino el Dios de amor, pero recordad que la libertad al hombre no vino a quitar. Y el hombre, así como puede aceptar a la Divinidad, de igual forma siempre existen almas que odian al Ser santo y misericordioso, y se hacen enemigos del divino Señor, para amistarse con aquel que odia al Altísimo. 
 
Yo soy la resurrección y la vida, pero recordad que el hombre hace de su vida lo que él mismo desea. 
Y también os digo que Yo, el Dios Trino y Uno, siempre estoy buscando al pecador, para que se convierta y viva. 
 
Sea del conocimiento de todos que Yo, el dador de la vida, el Increado, el Santo salvífico, siempre me acerco al hombre, pues no puede abandonar un Padre a su hijo. Pero hay hijos que no quieren mi amistad y se resisten a recibir mis gracias. 
 
Está tan bien organizada esta jerarquía diabólica que se dividen para la batalla, pues hay de diferentes atacadores. Os citaré algunos, mas no todos, porque necesitaría volúmenes para explicaros cómo es esta mafia. 
 
Os dije por inspiración divina, por boca de mi apóstol Pedro, Epístola 1 cap. 5: 2vuestro adversario el Diablo ronda como león rugiente buscando a quien devorar”. Pues parte de su tormento es un desasosiego sin fin que le atormenta. Es tan cruel su angustia que es indefinido el nombre a dar, pero para que os deis una ligera idea parece un perro rabioso que existe odiándose a sí mismo; por lo tanto odia a Aquel que le crió. 
 
Por eso, amadísimos hijos míos, buscad siempre a vuestro Dios en la oración continua; no vayáis a ser sorprendidos por aquel espíritu malévolo y caigáis en tentación. Recordad cómo a vuestros primeros padres los inquietó, para que después cayesen en sus garras: Génesis. cap. 3. 
 
Decididamente amad al dador de todo, no sea que aquel que quiere vuestro mal os inquiete por la fe. 
Tened mucho cuidado y alzad vuestros ojos al cielo y pedid clemencia cuando seáis tentados en la fe, pues muchos son los que han sido presea en esta tentación. 
También os exhorto a que tengáis siempre puesta vuestra confianza en el que es y será, porque los que os tientan exclusivamente en las virtudes teologales conocen el daño que ocasionan al alma. 
También, no perdáis nunca la cordura con vuestros hermanos, pues los que os atacan por esta virtud saben que s para que las demás se debiliten. 
 
Vivid siempre en comunión. Amaos los unos a los otros.. El perdón es la derrota absoluta en contra de aquel que vive en los abismos. 
 
Cuando el alma comprenda en verdad que existe ese enemigo de ella, el hombre aventajará en el deseo de Dios. 
Nunca debéis desdecir la verdad, no simbólica, sino verídica de los espíritus malignos que os acechan para vuestra perdición. Entonces, mis amados, seréis almas de auténtica caridad y del deseo de la gracia santificante. 
No viváis en un letargo a esta verdad. 
Despejad vuestro entender. 
El alma que en Mí viva tendrá vida eterna, no una vida limitada. Os digo limitada porque aquel que peca y se hace enemigo de Dios, ése comienza a declinar y a tener paso a paso limitaciones espirituales.  
 
Hay espíritus que os perturbarán para que viváis en constante disipación. 
El Tentador os hará creer que de nada os valdrá el ser hijos de Dios y en muchas y claras ocasiones pondrá en vosotros el gustillo del mundo, que es como un gusanillo que poco a poco carcome al hombre, para que se rinda y vaya aceptando, no de golpe sino poco a poco, el deseo de las cosas efímeras. 
Ahí, mis hijos, tened siempre esa vigilancia, porque si aceptáis esa invitación del Tentador caeréis muy abajo y la relación de amor con vuestro Dios se irá apagando, y, sobre todo, el Espíritu de luz, que es la fuerza del alma, no le dejaréis actuar. 
 
Por eso cuando con sutileza esa clase de demonios os acecha, vosotros con firme resolución apartadlos de vuestro lado. 
Vosotros tenéis el arma poderosa que es el amor en constancia al Dios de amor. Y si caéis, con prontitud salid de ese estado. No vayáis, hijos míos, a rendiros de inmediato. 
 
Sabed que ésa es una artimaña muy poderosa que ese engendro de maldad utiliza, llenándoos de desalientos que poco a poco van dejando huellas en vuestra vida de relación con Dios. 
Después de que esta clase de espíritus realiza su acostumbrada táctica, desaparece del alma, pero ya queda ésta –si se deja- con perturbación y desgaño. Acudid de inmediato a la oración su súplica. Venced cualquier deseo de esas cosas efímeras y trocadlo en el deseo de las cosas de valer que son aquellos despojos que van a ir sublimizando vuestra alma. 
 
No deis cabida en ningún instante al Tentador. Debéis de decir siempre: ‘yo soy creatura de Dios y por amor al Salvífico rechazo esta tentación para ser su alabanza’. 
 
Cuando el enemigo persiste en esa lucha de no recogimiento, acudid a todos los medios que tenéis, como es el oír de una avecilla y pensad que esa creatura ínfima, creada por vuestro Dios, da siempre gloria al mismo Dios. Levantad un canto de amor al Dios infinito. Tomad una lectura espiritual que os aparte de esa inquietud. No vayáis a ser necios y vayáis a las cosas que el enemigo os proporcionará para que naufraguéis en la lucha. No os lamentáis. Acudid con paz al Dador de toda gracia, pues es de leales ir al Rey de todo cuanto existe. 
 
Tenéis para toda lucha las gracias sacramentales. Os exhorto a la vigilancia progresiva, pues el Tentador no se rendirá; siempre emprenderá nueva contienda. 
No os dejéis engañar de falsas teorías, que de ahí, bajo la apariencia filosófica, el hombre ha derivado cláusulas de que estas tentaciones son de origen terapéutico-psiquiátrico. No os dejéis manipular por doctrinas exotéricas que el Demonio inspira para que se borre de la mente humana una realidad verdadera. Mirad lo que hace la ciencia con un ser atribulado por el Enemigo. Mirad –os lo digo- que esas almas son terriblemente atormentadas, no por lo que dice la presumible sabiduría que el hombre presume haber descubierto y atestigua que son por daños psicológicos… Es por aquel que, si el alma se deja, la atormenta hasta destruirla. Y eso acontece en muchas ocasiones por la falta de fe y lealtad a la verdad divina. 
 
Buscad la luz con espíritu sobrenatural, poniendo siempre vuestro entender en la causa de donde se originan esas enfermedades. 
 
No se debe suprimir que en algunas ocasiones existen fenómenos por desgastes naturales del ser humano y que es de necesaria importancia la medicina científica. Pero vosotros, siempre bajo la luz divina, id al meollo de vuestras situaciones con el deseo de ser verdad. 
El hombre ha adelantado en teorías, pero muchos de los más han olvidad que Dios es y será, y es amor y sólo amor, y busca el bien del hombre. 
No es ese Dios que el hombre ha desvirtuado, un Dios egoísta y placentero que se olvida en su gloria  del ser mortal y que el hombre equivocadamente ha suplantado por el deseo de placer, de disipaciones absurdas e ideológicas. 
 
Mirad con atención –ésa es la palabra- con atención, que el Demonio os acecha. 
No os quiero decir que siempre está frente a cada situación, pero es de Dios la verdad y por eso con clarísima verdad os estoy afirmando esta verdad que muchos con su ideológica verdad quieren desdecir. 
Ese modo de pensar de los grandes ideólogos no es más que el Tentador que los atrae por su propia vanidad, para que finalmente nieguen la existencia del que existe en verdad. 
 
Es de buena base espiritual que los hombres busquen la verdad a la luz del Todopoderoso y no sean manipulados por aquel que todo lo diera por no existir para no padecer tormento alguno. 
Por eso no seáis insensatos y no proclaméis una versión falsa, cuando Dios, principio y fin, el que ve lo más recóndito del ser del hombre, proclamó la existencia de aquel ser maligno. 
 
Mencionamos lo que mi Hijo muy amado con viva voz proclamó para que las conciencias de los hombres se transformaran a la luz de su palabra que es vida. 
No viva el hombre de leyendas transitorias; viva de la verdad. 
No se concientice al creyente de falsas verdades; acláresele esta realidad en la palabra viva de Dios. 
Comencemos, pues, por la verdad de mi palabra. 
 
Yo soy el camino. Y ¿por qué soy camino? Pues Yo os lo contesto con viva voz. 
Yo soy el Dios de vida y el que vive en Mí vida tendrá. 
Por lo tanto el que siga los pasos del que es, camina por el camino que lo conducirá al Reino del Imperecedero, pues vosotros sois coherederos del Rey eternal. 
 
Vivificaos con vuestras obras. 
Nunca juzguéis toda enseñanza de la Revelación según vuestros deseos y pareceres. 
Siempre adjuntad y confrontad vuestras ideologías con la palabra de Dios. 
 
Soy vida, pues aquel que venga a Mí tendrá todo cuanto desee. Pues las cosas que Yo doy al hombre son para que se vivifique en verdad; son realidad y son para que el hombre goce en verdad. 
Por eso, amados, renovaos en vuestro espíritu, no sea que aquel que desea vuestra destrucción tome vuestro ser como morada. 
Sabed, mis hijos, que Yo soy el Sol de vida que os habita. 
Recordad mis palabras: “vendremos a él y moraremos siempre en el hombre”. 
Y ¿qué es morar? –Tal vez algunos escritores irreverentes, faltos de juicios verdaderos, piensen que estas mis palabras son confusas, pero vosotros sabéis que el que es principio y fin de cuanto existe puede hacer y no hacer cuando Él quiera. 
Y ¿por qué negar que habito en el hombre? 
Esos, que mancillan el Evangelio santo que prediqué para que seáis santos en verdad, pernoctarán en sequedad, si no se retractan de sus falsas conjeturas ideológicas. 
 
Por eso, amados, es de suma importancia vivir en mi presencia, para que salvados de toda inquietud que vuestro enemigo os proponga, viváis siempre en el gozo de vuestro Dios y Señor. 
 
Sabed, carísimos, que el Demonio es el ser más ensoberbecido. 
Por lo tanto lo que él puede derramar en vuestras almas es el veneno que destila de su propia soberbia que, en conjunción de vuestra concupiscencia natural, se realiza en vuestra propia inclinación a tan malévolo mal. 
 
¡Cuán grande es aquella alma que se purifica de este daño y cuánto gozo da a aquel Dios santo y misericordioso que fue obediente hasta morir abierto en cruz para vuestra redención! 
Sabed, hijos míos, que en el alma que cae en la tentación de la soberbia, si no vuelve por el camino de la humildad de ese vicio capital, se desencadenarán otros muchos, pues el Tentador, con tacto de seda, envuelve al soberbio, dándole principios de necesidad de que él sea como él le inspira para que progrese. 
 
En otras ocasiones le pone un campo lleno de hermosura diciéndole: ‘tu carácter tiene que imponerse para que tú seas útil a tal o cual sociedad, o para tu propia personalidad.’ 
¡En cuántas ocasiones el Demonio presenta al hombre la soberbia bajo el escrúpulo del crecimiento espiritual! 
No permitas –dice a algunos- que ese interior a ti te dé clases doctrinales. Mira que puedes empobrecerte en el camino de perfección. 
¡Atención!, mis hermanos, que ahí, bajo la apariencia de bondad, el Demonio está seduciendo al alma, sabedor de que su alma lo que anhela es aparecer, ser más que otros, vivir según su yo, sin pensar que en ocasiones el Espíritu Santo se vale para exhortar al bien del más pobre, para probar la humildad de aquel que todo cree saber y conocer. 
 
No os dejéis engañar por el Seductor que en ocasiones toma el camino con una maestría de prudencia; pero sabed que detrás de esa maligna imprudencia él va buscando vuestra fragilidad, pues él también tienta contra la sensibilidad humana. 
 
En muchas ocasiones se vuelve piadoso ante el hombre, tentándole bajo el convencimiento de un bien personal. Por ejemplo: “Mira, pobre de ti; estás fatigado… Dios es misericordioso. No vayas a cumplir en este día los preceptos que Dios ha mandado a todo creyente. Tú, descansa, no ores, no recibas al Dios que es perdón. Él es bueno y comprende tus miserias. Quédate en descanso para que puedas servirle mejor…” 
Ved, hijos, la astucia del Tentador que también en innumerables ocasiones se reviste de oveja, siendo un lobo rapaz, pues él convence al hombre, sabedor de que por todo esfuerzo personal Dios le llenará de mayores dones. 
 
El alma que abandona la oración es como un soldado que va a la guerra sin arma. Por eso es que siempre haré hincapié en que la oración todo lo alcanza. El hombre orante tiene la guerra ganada. 
 
Mirad cómo ese enemigo no se abre ante vosotros, pues sabe plenamente que si el hombre lo descubriese tal cual es, no caería en su poder. 
Por eso es que a veces hasta benévolo se presenta ante el alma. 
 
Vamos, pues, hablando explícitamente de cada pecado capital. 
 
                                                    
                                                     AVARICIA 
 
 
Ahora penetremos en ese pecado de avaricia. Aunque sobre la soberbia pudiera uno extenderse tanto… pero no es esto una cátedra sino un diálogo, para que el alma vaya pregustando de este escrito que, aunque breve, -cabe la palabra- pues de cada pecado en que cae el hombre se pudiera hablar tanto… Pero el fin mío es concretizar y hacer énfasis en cómo persuade el Maligno al alma y cómo el alma debe de ser orientada para liberarse de toda opresión, pues el que peca es un oprimido por aquel que es astuto. 
 
Pero sigamos la ruta de esta relación y veremos en seguida cómo Yo, siendo Dios y hombre también fui tentado: Lucas 4. Ved cómo al Hijo de Dios le propone lo que es de Aquel que todo lo es; pero el presuntuoso Tentador ofrece de lo que no tiene. 
Pero oíd con atención cómo él ve mi rechazo, pero no desiste. ¡Es temible la persecución de este Maligno! No le importa ser despreciado; él busca a su presa y lo intenta una y más veces, hasta agotar todo lo planeado por él. 
 
Asimismo a las almas las seduce, diciéndoles: “yo te daré más de lo que tú tienes si aceptas mis inquietudes…”. Porque sí que lo son. Pues él, siendo el sumo inquieto, da inquietudes al hombre para que caiga y muera. 
 
Al avaro le proporciona los medios y se acerca a él proponiéndole el oropel de este mundo. El avaro es soberbio de por sí. Por eso no descuidéis la humildad –os lo repito. Al avaro inquieta por sus presupuestos, por sus deberes contraídos, dándole a saber que si más tiene más valdrá, y que es necesario valer ante los demás. Por eso presumiblemente le tienta por el lado de flaqueza del sujeto. Mirad cómo lo de este mundo se lo proporciona, para después ser él el verdugo que lo oprima, pues él siempre le inquietará por la insatisfacción, aun de su propia persona. 
 
El avaro busca siempre el valor humano, siempre tendrá en su mente la codicia, nunca sentirá que lo que tiene le es suficiente. Hay en su entendimiento un terrible velo que no le deja ver la verdad que Dios quiere para él. El avaro también tiende a ser ególatra de sí mismo. Pero comencemos a analizar las clases de avaros que existen. 
 
Unos son avaros comunes; es decir, que su campo personal es el poseer. Otros es poseer y derrochar, dándose a toda clase de placeres, pero niegan cualquier gozo o satisfacción aún a los más íntimos a ellos. Esa clase de avaros son almas capciosas que se dan sin darse; es decir, dan de lo que malamente hurtan de los demás. Pueden ser aquellos que viven a expensas de los demás. 
 
Mirad cuán egoísta es esa alma que de todo se siente merecedora. Más le hubiese servido ser nada, pues va en camino de perdición. 
 
Por lo tanto no valora a nadie en bien, sino que su único y verdadero bien es tener y siempre ser atendido. Y hasta en algunos casos el Tentador trabaja lo suyo con una discrepancia sutil, dando a aquella alma una soberbia que le hace sentir que ella misma es un dios. ¡Pobres almas las que a ese abismo bajan! ¡Cuán difícil es volver al camino de la humildad! Para ellas todo consiste en el poder personal, sin saber que nada son sin el que todo lo es. Buscad al que sí lo es todo.  
 
Almas de verdad nunca dejéis que aquel que todo lo perdió por su acrecentada avaricia haga de vosotros lo que él desea, pues él quiere tener lo que es exclusivo del que es increado y busca siempre la amistad del hombre por el convencimiento del amor. No busquéis ser ante nadie, pero sí desead ser almas de perfección, para que seáis el reflejo del que es principio y fin, y vengáis a gozar en plenitud del Reino que os tengo prometido si vivís en despojo y oblación. 
 
No sacrifiquéis a vuestros hermanos. No destruyáis vuestros templos, que son habitados por el excelso Hacedor.  
 
Os quiero también hacer hincapié en aquellos que se sienten insatisfechos de su relación en la oración. Cuidado, que aquí el Demonio en este terreno es implacable, pues le da al alma el deseo de una perfección equivocada, poniéndole en su pensamiento el deseo de mayor perfección, pero no por amor al Amor, sino para su propia seguridad y comodidad, pues desea ser perfecto, no para desagraviar a su Dios, sino para complacerse a él mismo. Busca la oración, no para dialogar con la Divinidad, sino simplemente para sentir él el placer de saber orar. Busca los sacramentos, no para identificarse con el Amado salvífico, sino para dar a entender a los demás que él sí es perfecto en verdad. ¡Ay almas mías! ¡Cuánta sutileza y vileza hay en estas almas que se dejan libremente manipular por el Demonio! ¡Aún así hay incredulidad en la existencia de este ser abominable! 
 
Hay almas que tienen una acrecentada soberbia y es tan ruin su estado de espiritualidad que son avaras para ellas mismas, pues, aun sabiendo que el que da mayor bien recibe, no anhelan salir de ese estado de imperfección. Para ellas estas frases no tienen la menor importancia; siguen una vida de mediocridad espiritual, pues son avaras para darse al Amado. El Tentador las envuelve en su egoísmo y les da a entender que no es necesario perder “tanta buena oportunidad”. Digo buena para el que así lo juzga, aunque de buena nada tiene. 
 
Inquieta a estas almas inspirándoles el gozo, que no es gozo, de no darse en plenitud al servicio pleno de Dios. Y son avaras para tender a la perfección, pues sólo migajas dan al buen Dios. Y son limitadas para crecer en toda virtud. 
 
El Demonio sabe perfectamente lo que quiere hacer con estas almas, pues si aceptan su proposición, ellas caerán en la rutina de la vida espiritual, estando siempre en la mediocridad. Todo lo que estas almas escuchen para progresar en el estado de perfección el Demonio lo obstruirá con manifestarles que Dios es complaciente y no exigente. ¿Para qué desear más perfección, si tu Dios de todas formas te ama? 
 
Imbuye en la mente ya decrépita de estas almas un deseo de poco fervor. 
 
Se pasan la vida en la nostalgia de querer ser almas de oración sin llegar siquiera a saber qué es la perfección. 
Viven en una comodidad espiritual que nadie ni nada las puede mover a caminar con anhelo y presura en pos del divino Maestro. 
Son calladas y temerosas. 
Cuando alguien trata de sacarlas de ese estado anémico, tienen mil escapes que supuestamente ellas conocen. 
Su vida es superficial. 
 
Por lo tanto, almas que os dejáis manipular por vuestro enemigo, cuidad, que el que no se da en plenitud fácilmente sucumbe. Sabed que aquellas almas que viven en fe y esperanza serán reflejos del Dios Trino y Uno. Nunca penséis en lo que dais, daos siempre con verdad y plenitud. No seáis como las vírgenes necias. Mirad que el Amado siempre vive fiel en vosotros. ¿Acaso Él no murió por vuestro amor? No limitéis al Santo Espíritu que os quiere vivificar. Siempre tened puesta la mirada en Aquel que os ama y sólo desea darse en amor. No deis cabida al espíritu del mal. No le dejéis que tome ventaja. Dad testimonio de que sois del Sol de vida. Nunca desfallezcáis en el camino de la perfección. Tomad siempre iniciativas de progreso. No durmáis. Velad y orad. 
 
Siempre el Tentador llega cuando menos lo pensáis. Por eso siempre vivid en amor al Dios sempiterno. Sed firmes en la lucha: 
 
contra la corriente del desaliento, el vigor en la virtud; 
contra el espejismo puritano, el realismo de la virtud; 
contra la sequedad, el ánimo en fe en Aquel que os conforta; 
contra la inclinación al deseo de ser almas de mediocre perfección, mayores actos de amor y paciencia;  
contra la tentación de no orar, la perseverancia en la oración.. 
 
Caminad en pos del que es, y seréis uno con Aquel que siempre será para vuestro gozo. 
 
Pronto desataos de esa imperfección de la avaricia espiritual, que es atadura del Maligno que os puede llevar a un caos espiritual irremediable. 
 
También desearía hablaros de aquellas almas que son avaras, pero que no dan la cara a esa verdad, sino que viven en ese estado solapadas, aparentando virtud donde sólo hay maldad. Ese sistema de imperfección hace muchísimo daño a las almas que viven cerca de ellas, pues llegan de tal manera a fingir el bien que engañan a confesores que, aún con el conocimiento de la doctrina, no llegan a descubrir ese maléfico daño que el Demonio sutilmente ha realizado por su imperfección. 
 
Debe el alma siempre ser obediente a las inspiraciones del Santo Espíritu. No desvirtuéis lo bueno para aparecer ante los ojos de los hombres como almas santas. Recordad que las apariencias falaces e irreales no son agradables al que es verdad y paz. Y ahora que os digo de paz, estas almas que se dejan manipular al antojo del Demonio pueden aparentar paz, pero la verdad es que viven en una inquietud constante y lo que menos tienen es la paz verdadera que al alma fiel vuestro Dios da como don divino. Por eso tened siempre cuidado en ser almas de verdad, no sea que el Demonio, solapado, os encarcele en este vicio y no salgáis de él. 
 
Sabed que toda alma, si se decide en verdad a ser un alma auténtica, siempre caminará a los ojos de la luz divina, y aunque el Maligno quiere lograr su cometido, saldrá vencido. El alma que desee verdaderamente ser perfecta, que se abandone en Mí para que por Mí manifieste que es solamente del que es. No vayáis a caer en ninguna idolatría, pues el Demonio buscará siempre vuestra ruina. 
 
Y no temáis a él, pues el amor de vuestro Dios os basta; pero debéis corresponder con el mismo amor que vuestro Dios os envuelve; es más, el amor divino bien entendido os llenará de gloria; pero el odio, disfrazado de amor, os guiará a vuestra destrucción. 
 
Y os digo, bien entendido y aplicado, porque se ha desvirtuado la esencia pura de lo que es amarse en verdad. Vosotros siempre con amor verdadero acogeos a la misericordia de vuestro Dios que os ama en verdad, porque el Demonio también se disfraza de bien y en algunas ocasiones simula amor. 
¡Pobre! Si ese ser abominable no puede tan siquiera saber lo que es amor, pues todo él es odio y desamor, pues no supo reconocer en verdad a su Creador que lo había llenado de una hermosura que no es usual; pues Yo, el increado, me gozaba en su hermosura, pues era hermosura de mi hermosura. Pero la soberbia destruye la hermosura del ser más hermoso. Por eso purificaos para que seáis almas de gloriosa hermosura. 
 
Pero sigamos analizando la perspicacia de ese ser destructor. 
 
 
                                                         LUJURIA 
 
 
El lujurioso es aquel que se entrega a las pasiones que puede satisfacer su vanidad, pues escuchad cómo el lujurioso cae en este horrible pecado que contamina todo su ser y lo pone en una postura vil ante los ojos del Santo de los santos. 
 
Como veis, el Demonio pone en la sensibilidad del hombre la tentación de la impureza. Manifiesta ante el hombre el placer y le hace gozar de una satisfacción que pasa y no queda en él más que astillas de gozo, pues nadie puede ser plenamente gozoso si no vive en su Dios. 
 
Comienza el Tentador dejando impreso en su entender un gozo sensible que, si el hombre no lo advierte y cae en él, difícil es que se aparte de este malévolo mal que le va corroyendo todo cuanto el hombre es, pues el placer que el Demonio le proporciona y que el hombre acepta lo va haciendo sentir cada vez que peca una insatisfacción que nunca podrá entender, pues el placer de la carne es el que más abomina vuestro Dios, ya que el que va por este camino de pecado siempre cae en vicios viles. 
 
Su cuerpo lo lleva al placer y actúa como un insensato que vive a merced del placer de la carne. El Demonio le hace regustar de todo placer hasta encadenarlo en él. El lujurioso no vive más que para el capricho de sus instintos. El Demonio se goza de verlo caer, pues sabe que es el pecado lo que lo apartará del divino amor.  
 
El alma vive en constante desasosiego, pues lo que la atormenta es la insatisfacción. Esa alma buscará con inquietante desenfreno siempre actuar para sentir el gozo de este efímero placer, sin saber que el que le proporciona este placer va después a ser su castigador. Pues sabed que vuestro Dios no os castiga; vosotros mismos vais al castigo eterno por buscar el placer que os conduce por el camino de la perversión. 
 
El libidinoso busca la satisfacción por el tacto, sin pensar nunca en buscar y alabar al Dios verdadero. 
 
¡Ay de aquellos que caen en este pecado, pues faltos están de vislumbrar que su cuerpo es templo del sumo Hacedor! Todo lo desean palpar para siempre pecar. El Demonio les manifiesta el pecado y busca que se gocen en el placer, proporcionándoles él mismo placer. 
 
¡Cuán triste vive esta alma que atormentada siempre vive en un infierno anticipado! El Demonio le hace gozarse por lo que ve, poniéndole a la vista aquello que él sabe que el libidinoso apetecerá. 
 
Cuando el hombre por los ojos peca, toda su alma se estremece, pues la vuelve abominable y destruye la hermosura de que su Dios le había llenado. 
 
El impuro busca siempre el placer; se vuelve un distraído y abstraído; siempre vive por el placer. Nunca deja el Demonio de tentarlo. Cuando ya  es su presa, lo deja que camine cuesta abajo y manda un sin número de sus secuaces para que lo aten con toda clase de perversiones desenfrenadas. Al que se deja manipular por este terrible enemigo, que lo que quiere es la condenación perpetua del hombre, lo rodea de cuanta tentación tiene a su alcance. 
 
En muchas ocasiones el olfato, don divino, es tomado por el Demonio para realizar su plan de pecado con el fin de llevar por el camino de la condenación al hombre. 
 
¡Cuántas veces el hombre, por no abstenerse de un deseo pecaminoso y por el desenfreno voluntario en todo gusto que le lleva al placer, pierde la amistad con su Dios! Por ejemplo: hay almas que están encadenadas por el deseo a continuidad de deseos superfluos que para ellas son de gran valía, y así se satisfacen a sí mismas, buscándose siempre y dándose al placer desenfrenado de sus apetitos. Cuántos hay que cuidan con exagerada presunción del cuerpo, sin tomar en cuenta que nunca se le debe de dar todo lo que pide, sino que hay que encadenarlo, para que glorioso viva por siempre. 
 
El Tentador también es inventor de cosas que al hombre deslumbren para hacerlo caer en tentación y que por medio de la misma viva de sus pasiones, para morir eternamente en condenación. 
 
El Demonio siempre atrae al alma por principio bajo la seducción de un placer. Así que vigilad siempre en este aspecto. No penséis que todo lo que os gusta es pecado; seríais poco maduros si así lo concibierais, pues a vuestro Dios le gusta que gocéis, pero con gozo prudencial donde el alma busque su bien para su glorificación. 
 
El Tentador presiona al libidinoso para que viva en sus gustos, le ata a ellos, oscurece la fe que vive muerta en él, destruyéndola en totalidad. El lujurioso no espera más que en sus propios placeres. El lujurioso no se ama más que a sí mismo. 
 
El que cae en esta opresión poco o nada se acuerda de alabar a su Dios. Él lo que buscará es su propia alabanza. Siente el deseo constante de toda impureza; por tanto vive para sí, sin buscar al que es el todo de todo. Se ofusca su mente y no acepta la voz de su Dios que se manifiesta a él en diferentes ocasiones, pues Yo no quiero la muerte del pecador, sino que vuelva a Mí, para participarle de mi gozo. 
 
Cierra, pues, sus oídos a mi voz y se llena del ruido del mundo que le tiene plenamente atado. La luz de Dios la destruye, pues aunque él se dice con una falsa excusa que todo lo que Dios le proporciona es para que el hombre se complazca a sí mismo, esto lo entiende por su verdad, no porque ésa sea la verdad del Dios verdadero. Siempre manifestará su miserable ostentación, buscando siempre ser alabado y creyéndose el que todo lo merece. Es un soberbio presuntuoso que sabe en el fondo de sus pensamientos que su conducta no es lo que Dios le pide y le proporciona. Él sabe que el camino que ha tomado es equivocado, pero el que le ha inspirado este camino lo tiene en tinieblas, pues no quiere que la luz de la fe lo haga recapacitar. 
 
Contra este tentador el alma que desgraciadamente cae, de inmediato levante su corazón al Dios inmaculado y vuelva a la reconciliación, y tenga sumo cuidado, que el Demonio rugirá de odio y lo atacará con un número más potente de demonios, pues él conoce que el impuro destroza su hermosura y deja su alma en doliente miseria. Pero siempre que el Tentador os aceche en esta clase de perturbaciones, pensad que Dios os ha creado para que seáis almas de pureza verdadera y que este cuerpo mortal debe de ser atado, para que goce del Reino sempiterno. 
 
Las pasiones siempre vendrán a vuestro cuerpo, pero sosegadlas con la oración y la consagración perenne a vuestro Dios y Señor. No olvidéis que el que vive en pureza ése andará siempre al lado del Cordero, pues el puro es agradabilísimo ante la mirada de la Trinidad de amor. 
 
Aquellos que vivís en unión matrimonial vigilad, que el Demonio aun en lo santo se infiltra. Recordad que sois el uno para el otro, teniendo mutuo aprecio a vuestros templos que Dios por bondad divina ha hecho de vuestros cuerpos. No viváis como mundanos, vivid siempre en vigilancia y que el amor mutuo sea para dar gloria al que os ha infundido ese sublime amor que es don de infinita magnitud. Vivid siempre en mi presencia y todo deseo lícito será para mayor gloria el Dios Trino y Uno que, en unidad perfecta de amor, vive. Sed testigos verdaderos de mi amor. Cuando os deis amor que sea santo y verdadero amor. No desvirtuéis el amor convirtiéndolo en placer impuro. Vivid con la rectitud de los hijos de Dios. Velad siempre, que el Demonio se esmera de un modo especial en aquellos que viven bajo la bendición de Dios. Siempre orad en comunión y consagrad vuestros cuerpos al sumo Señor, no sea que penséis que vivís en rectitud santa y lleguéis a vivir como el libidinoso que todo lo quiere para vivir del placer. 
 
El alma voluntariosa que no domina su sentir es presa segura del Tentador. El alma que vive en la impureza se sumerge en inquietudes verdaderamente desastrosas. Vive sin reflexionar con verdad su vida. Cada caída para ella es sin importancia. Su vivir es en el placer de los sentidos. Piensa que su realización como ser humano está en darse a toda clase de inclinaciones. Es para ella natural su ruina, pues está ofendiendo, primero, a su Dios y, segundo, su dignidad humana, degradando su cuerpo que es santo y de cuya materia está revestido para ser digno templo del Espíritu santificador.  
 
La carne siempre estará insatisfecha de placer. Por eso mismo, mis amados, cualquier cuidado por muy exagerado que os parezca para obtener la disciplina para vuestro cuerpo, será de gran valía, pues nunca el hombre debe rebajarse al nivel de una bestia, siendo la creatura más amada del Creador. 
 
Me preguntaréis tal vez: “Y ¿cómo saber cuándo son inclinaciones naturales, y cómo saber cuándo son tentaciones malévolas del espíritu impuro?” 
 
Pues bien, os lo explicaré: Así como el humo que brota del heno se asemeja a una nube sin serlo, pues es diferente la hermosura de la nube, asimismo el hombre deberá comprender que es por su naturaleza cuando siente el deseo normal a tal o cual inclinación. Por ejemplo: el hombre siente el deseo de unificarse a una mujer. Natural es esta inclinación y no es nada incorrecto. Pero el hombre sabe por inspiración de su Dios que su cuerpo merece todo respeto y que no existe otro camino para llegar a Dios que el guardar sus preceptos. Es necesario que se entienda en verdad que la compañera elegida para que realice con la bendición de Dios aquel deseo que será santo es la esposa, pues aquella mutua entrega será para realizar el plan salvífico para el cual Dios los ha unido. 
 
El hombre tome conciencia de esta elección santa, para que la cumpla en fidelidad. El amor mutuo abarca sin límites una entrega verdadera y total de todo su ser. Si la viven en relación con Dios tendrán mutua comprensión y se identificarán el uno en el otro, llevando una vida recta y santa, en la que, aun existiendo problemas, serán resueltos en la paz y unidad que provienen del Altísimo Señor. 
 
Diferente es el estado psicológico, emocional y espiritual de aquel que es tentado por Satanás y que rompe la relación de amor con su Dios, habiendo aceptado una vida de pecado, dando su voluntad al tentador y siguiendo fielmente las inspiraciones del espíritu maligno.  
 
Por principio da inquietudes anormales que se efectúan por la entrega a los gustos de los sentidos hasta llegar a situaciones destructivas del ser del hombre, dándose así el hombre a toda clase de placeres ilícitos que son ofensas a Dios. Hay diferentes situaciones en las cuales el hombre, por lo que le acontece, debe de esclarecer que la tentación proviene de su enemigo. Este es sutil, pues provoca en él situaciones conflictivas que en algunas ocasiones no sabe cómo actuar, pues es tan pobre su discernimiento en esta materia que se rinde a la primera tentativa de este tremendo ser que lo va envolviendo poco a poco. 
 
Sabed, hijos míos, que el vicio, cualquiera que sea, no se infiltra en el hombre con violencia, sino con discreción, pues ésa es la intervención del Demonio para interferir en el alma sin identificarse al hombre, pues si así lo hiciera, nadie aceptaría ninguna sugerencia que proviniera de él. 
 
Estoy poniendo en claro el amor natural hacia el sexo opuesto que culmina con la entrega verdadera, poniéndose en la presencia del Altísimo. Y ahora descifraré la misma versión, pero bajo el Tentador. 
 
El hombre tentado primeramente desea no pensar en Dios, pues para él es un obstáculo que le impediría realizar lo que el Demonio le inspira. El Demonio le motivará a una afectividad desordenada con una violencia que lo hace estremecer. Segundo, le inspira también el egoísmo de un Dios que no quiere mas que su conveniencia, sin dejar que el hombre realice cuanto él desee. Comienza la duda. 
 
¡Ay, hijos míos!, ahí es donde se juega lo definitivo. Si el Demonio saca partida en este instante, seguro está de gana la victoria. Comienza la fe a desmoronarse. ¡Y qué desastrosa es esta situación, si el hombre no permanece con firmeza en el amor y fidelidad con su Dios! Después continúa el Tentador poniéndole el placer como algo único que si no lo realiza no será auténtico su modo de vivir. Y en esa astuta forma se va desencadenando la lucha. 
 
Si el hombre acepta esta provocación está perdido en la lucha. Comienza a sentir tedio de convivir con lo suyo (esposa o esposo) y a inclinarse a lo ilícito. Parécele que no podrá sobrevivir, si no lo realiza. Se va encadenando a la idea de aceptar lo que el Demonio le invita a realizar. Primero, peca por el deseo desenfrenado de lo prohibido; y, segundo, cae hasta satisfacer todos sus deseos. 
 
Muchas almas pierden el control de sí mismas, pues cada caída es una ruptura con su Dios, y sin Dios el alma perecerá. 
 
El Demonio le deja ver, como si fuese real, un oropel falso, pues, a medida que cae, menos goza. Y aunque nunca ha existido en esta situación un gozo pleno, sino violento, que es diferente a la verdad del gozo, persiste pecando. El hombre, aun reconociendo lo que le sucede, y aun conociendo el origen de donde procede su mal, no se retracta en su proceder, y su tormento interior es cada instante más difícil, pues a medida que vive la separación de Dios su tormento se acrecienta y su aceptación del bien se vuelve más difícil. 
 
¡Cuánta humildad necesita el pecador para aceptar la verdad de Dios! Pero Yo, Dios de infinita misericordia, vuelvo al hombre insistiéndole a cada momento, para que se reconcilie con su supremo Hacedor. 
 
El Demonio provoca todas estas manifestaciones en el hombre, pues primero lo inquieta y después lo deja en su tormento. Es un traidor que simula amistad, siendo enemistad. 
 
El Demonio se enfurece cuando un alma resiste a la tentación por la oración y no descansa, pues él sólo quiere la enemistad del hombre hacia Dios. 
 
Deben todas las almas tomar sus debidas precauciones, pues él es maldad y la misma maldad. 
 
¡Cuánta unidad espiritual debéis tener vosotros, matrimonios!, pues uno de los ideales de destrucción de ese perseguidor de almas es la desunión de los que viven bajo el vínculo matrimonial; pues, si se desintegra la familia, sabe el Tentador que es fácil obtener nuevas víctimas, pues por ese desencadenamiento de situaciones difíciles, vuestras almas serán fáciles presas para él. De igual forma el sufrimiento espiritual, provocado por esos conflictos sentimentales, destruye muchas veces la fe en Dios de vuestros hijos que son mis hijos. 
 
El Demonio provoca en los cónyuges conflictos de desprecio mutuo, insatisfacciones sexuales, hastío de vivir en mutua comunión, desgano para la oración en común, resentimientos recíprocos, que destruyen todo interés del uno hacia el otro. Pero no desaprovechéis estas tentaciones que ese enemigo provoca en vosotros, no sea que, por la inconformidad, cada cual viva según su deseo, sin buscar el amor mutuo en el estado de perfección. 
 
En toda situación recapacitad a los ojos de Dios con cordura, poniéndoos en las manos del que es Amor perenne. 
Cuando el Tentador os desasosiegue, uníos más en oración. Tened como principio de defensa el amor con el que Dios os ha unido, para que seáis santos en el estado que vosotros habéis elegido. No seáis almas poco amantes de la verdad. Siempre vivid en amor. Valorad vuestros sentimientos personales. Tened en cuenta que la salvación se obtiene por el amor. Y aquellos que verdaderamente vivan según el amor de Dios serán vivos reflejos de Dios el uno para el otro. Y envueltos en el amor de Dios seréis padres verdaderos para vuestros hijos. 
 
Orad, pues, padres de familia, que la oración, como tanto os he repetido, es el ancla de salvación. Pero que no sea una oración conformista: orad para que vuestro amor sea fortificado y plenamente realizado en el amor de Dios. Buscad siempre vivir en la presencia del que os ama. 
 
No  seáis impositores con vuestros hijos. Dad ejemplo a ellos de amor, para que ellos vivan en el deseo de vuestro Dios. Que la capacidad general que tenéis sea para ampliarla en el vivo deseo de ser alabanzas por amor al Dios Trinidad de amor. 
 
El amor verdadero consiste en una entrega sin egoísmo, en un ver el uno por el otro sin el deseo egoísta de ambos, siempre glorificando a Dios en todo acto que hagáis. Vivid, pues, carísimos, vuestra intimidad en cordura y pureza, pues el amor debe ser una entrega dulcísima de amor, para que ese vuestro santo amor sea gozo en el que es gozo sempiterno. Cuidad  y vigilad siempre la honestidad. Recordad que vuestros cuerpos son templos del Altísimo y que en vosotros está el Dios purísimo. Sed almas deseosas de vivir sacrificándoos el uno por el otro. Que cuando seáis felices, participéis a vuestro Dios en vuestras alegrías. Que cuanto deseéis lo pongáis en el corazón santísimo del divino Amor. Y que cuando el dolor os acrisole, todo lo subliméis para que siempre, en unidad de amor, seáis oráculos de amor por amor al salvífico Amor.  
 
Pudiera, hijos míos, deciros tanto respecto al matrimonio… Pero el fin principal es que siempre conozcáis que el Demonio destructor del bien os perturbará y que las gracias del Dios omnipotente siempre las tendréis para que viváis en Mí, siendo santos.  
¡Cuánto –como os los repito- os pudiera decir para que viváis en rectitud y siempre seáis fieles al llamado a la santidad! 
Nunca os sintáis uno más que el otro. 
Siempre imitad al Verbo de Dios que os dio ejemplo de amor y obediencia y que murió por vosotros para que siguierais su ejemplo. 
IRA 
 
 
La ira el Demonio la fomenta en las almas para muchos fines, pues el que de todo se llena de ira sucumbirá. 
La soberbia es la raíz de la ira, pues procede de ella. 
 
El Tentador, conocedor de la situación del hombre, se activa siempre para que él mismo caiga en las redes de la tentación. 
El iracundo, como en cualquier situación de tentación, no desciende precipitándose con violencia, sino que poco a poco se acentúa en él este gravísimo defecto. 
El Tentador actúa en múltiples situaciones, para desasosegar al hombre. 
El que se deja guiar por la ira puede cometer gravísimos errores que le pueden perder inevitablemente, pues, cegado por la cólera, se destruye a sí mismo y destruye todo lo que a su alrededor posee, sea objetos o sujetos, para también desasosegarlos. 
 
El orgulloso fácilmente puede caer en la cólera, pues éste siempre, sintiéndose un hombre de importancia, se cree acreedor a todo reconocimiento que le dé honor y vanagloria. Y cuando no se le concede crédito ninguno, se hace pasar por el más sabedor de todo; y, si así no se hace notar, actúa por llenarse de ira. 
¡Y qué no puede hacer el que se desasosiega ante esta situación! 
El Demonio le hace sentir a esta alma que ella todo merece; le fomenta de tal forma esta credibilidad que le sujeto se siente tan seguro de todo merecimiento que se vuelve arrogante y superficial. 
Esta clase de tentación es tan importante que todo hombre la conozca para su bien, pues es una terrible opresión y se necesita de una decisión definitiva para cortar toda raíz que quede de esta tentación a la cual se consintió, pues cualquier raíz, por pequeña que sea que quede en el sujeto, enraizará más. 
 
Con absoluta y definitiva resolución el que está en esta opresión dedíquese en verdad a quitar de él esta situación, ya que esta superación la definirá por principio elemental en su camino de la vida en Dios. 
 
El Tentador procura hacer de esta alma presa verdadera de sus astucias, que son siempre desasosiegos e inquietudes muy declaradas. 
Formúlese esta alma una reafirmada solución por principio con una continuada oración que siempre sea con humildad sincera, pues al Demonio le gusta lo superficial del hombre y el tal sujeto es terriblemente oprimido cuando no es firme es sus propias convicciones y definiciones. 
Hay personas que son atormentadas con terrible crueldad por parte de este enemigo que, cuando tienta con el aguijón de la ira, no tiene el hombre momentos de paz, cuando no se le toma en cuenta y es despreciado por quien sea. 
Esto es lo engañoso del Demonio: la inquieta con el deseo de superación, pero cuando así inquieta es el principio de su ataque, pues no termina en esto la tentación. Él no es un principiante en todo esto, sino un astuto maestro en todo lo que sea maldad y destrucción. Y siempre –os lo recuerdo- se presenta con apariencia de bien, siendo el mismo mal. 
El Tentador, cuando el alma consiente en lo dicho, sigue hostigando al alma y cada vez más la va atrayendo por indefinidas situaciones que él mismo proporciona al hombre, para que viva siempre en el enojo, hasta habituarse a la cólera. 
 
Sabed, hijos míos, que todo, sea bueno o malo, tiene un principio, y el principio de esta tentación es el enojo en escala pequeña, siguiendo el desliz paulatinamente hasta establecerse en una ira continuada. 
El Demonio le inquieta con un desasosiego molesto a todo lo que sea prudencia y amor, pues le destruye la virtud de la humildad. No reconoce el hombre en este estado la tal virtud: la desecha, pues se le hace incomprensible el perdonar y amar; pues él, creyéndose hombre de sensibilidad práctica y dedicada, no reconoce el bien, sino que acepta el comodismo de su vivir según su bien propio y siempre está en la defensa de todo criterio, pues este sujeto se siente digno de toda reclamación, por insignificante que sea la situación en que se encuentra y siempre actúa con ira, sin ninguna reflexión positiva. 
Sus modismos son tan desenfrenados e imperfectos que causan pavor a quien se le enfrenta; y de esta forma actúa Satanás por él en otras almas, para provocar desasosiego y crisis difíciles. 
 
Esta alma difícilmente podrá orar, pues su relación con Dios va cada día siendo más lejana. 
Es terrible esta situación en el hombre, pues llega en algunas situaciones a desear actuar con el entendimiento, y formula la destrucción de todo, pue sin herir a sus semejantes no puede ya vivir. 
Llega en ocasiones a ser poseído por el enemigo de tal forma que pierde el control de sí mismo y se vuelve un energúmeno hasta saciar sus ímpetus y enloquecer de ira, y todo sus ser procede a la destrucción, perdiendo la noción de la dignidad personal e impersonal. 
Se vuelve mezquino y calculador de su actuar. 
Todo envuelto en esta crisis, que abarca a todo su sentir y actuar, sufre una opresión total. 
 
¡Cuántos hay que se hozan en hacer sufrir a sus hermanos y formulan sus actuaciones con decisiones crueles que son inimaginables! 
Y decidme: ¿Quién puede provocar estas situaciones en el hombre? Dios, que todo lo bueno es y sólo el bien desea para el hombre, o aquel que desea la perdición del hombre por su orgullo y odio hacia su Dios, y por lo tanto al hombre, creatura amada de Dios? 
 
Lo natural es diferente –ya os lo dije- y lo que ocasiona el Tentador os lo acabo de decir, aunque no en todo cuanto es, pues tendríamos páginas incontables en toda clase de tentaciones. 
Pero el fin de estas reflexiones es que conozcáis al Tentador, su proceder y actuar, para que viváis siempre en fe, esperanza y profunda caridad. 
 
Que la caridad principie siempre amándoos vosotros en verdad como creaturas de Dios, para que gocéis de su amistad y vayáis a gozar de la eterna gloria. 
 
Que cuando el Tentador os tiente, os encuentre en vela, pues al orante no será fácil que Satanás lo aparte del deseo de la vida espiritual. 
Por sus deficiencias naturales no podrá llevarlo a tal estado, pues el actuar de Dios en el alma lo sostiene en todas sus facultades naturales y espirituales; pue el que busca lo espiritual toda clase de tentaciones las enfocará a la misericordia de Dios, y ordinariamente el tentado vuelve al acrecentamiento de la oración y a destruir toda tentación por amor a su Dios. 
 
Procure siempre hacer actos de sublime humildad, y nunca ponga en sí mismo su confianza, sino siempre póngase en las manos del divino Amor y saldrá adelante y ventajoso ante la tentación. 
 
GULA 
 
El Demonio procede en el hombre -como tantas veces te he advertido- con exquisita finura, dando al hombre por su lado hasta que éste obedece a todo lo que él le inspira.  
Hemos ya hablado, hija mía, de la terrible situación de aquellas almas que están sujetas a los caprichos del Tentador. 
 
La gula es un pecado terrible con el cual el alma siempre estará insatisfecha, sintiendo en ella misma un desasosiego poco común, pues, si no obedece a los caprichos de su cuerpo, siente frustraciones terribles que la llenan de enojo consigo misma. 
Su espíritu se vuelve limitado para pensar y su cuerpo lento para despojarse de esta terrible opresión que la atormenta visiblemente. 
Visiblemente parece tener una cordura satisfactoria, pero hay que penetrar en esta clase de almas para asimismo poder comprender cuál es la situación espiritual. 
 
El Tentador, como siempre, hace su propio trabajo, incitando al alma para que ésta caiga; pero el alma también hace lo suyo, aceptando aquella invitación. 
Hay muchas almas que, al hablárseles de la gula, de inmediato piensan en el comer o beber mucho. 
Estos vicios hacen destrozos terribles en toda alma, pues, cumpliendo los caprichos al cuerpo, se bestializan. 
Viven para sus propios gustos y caprichos, sujetos a ellos. 
Son almas de deseos continuos. 
El que vive al cuidado de sí mismo se vuelve caprichoso y realiza sólo sus anhelos que son la satisfacción de sus deseos, procurando siempre ser mezquino. 
 
Sabed, almas todas, que el Tentador nunca se conforma con la derrota; siempre será guerra para el alma. 
 
Hay diferentes clases de gulas. Veremos aquí las más importantes. 
 
La gula sensitiva, que todo hombre experimenta por su personal sensibilidad, pues recordad que por la naturaleza humana el hombre tiende a la comodidad de sus gustos. 
Por eso siempre busque el hombre la oración, pues es el arma poderosa contra todo ataque que provenga del Tentador. 
El que satisface todos sus caprichos sin control ninguno, caerá en las garras poderosas del enemigo de Dios y del hombre. 
El Tentador hará sentir al alma el gozo ficticio de toda tentación. 
El que satisface su gula con exageración, dando cabida a que el Tentador le manipule a su deseo, es un cobarde presuntuoso que hará alarde de sus apetitos. Pero creedme que tal alma nunca sentirá la satisfacción de esos gustos que son provocación directa del Demonio. 
Irá regustando su deseo en deseo, quedando en el alma la insatisfacción que es el arma que utiliza el Demonio para continuar su maniobra. 
Utiliza la sensibilidad al gusto y al tacto. 
 
Es de saber de todos que el que peca, en cualquier campo que sea, se pone en enemistad con su Dios, y es entonces cuando se da al demonio, para que él realice los fines que desea. 
Sabido es también que el pecado es opositor del camino a la perfección, pues el hombre que peca está violando la voluntad de su Dios y se indispone con aquel Dios santo que le llena de ternura. 
 
El Demonio, hijos míos, tomará vuestra naturaleza humana para provocar al entendimiento para que haga su voluntad. 
Por eso es de vital importancia que toda alma me entregue su voluntad para realizar en él su propia salvación. 
El Demonio tomará muy en cuenta la apertura que el alma dé a su Dios, pues sabe que aquella alma que ore será difícil presa de él. 
Por eso, hijos míos, tened mucho cuidado en el consentimiento de cualquier provocación que el Ángel rebelde provoque en vuestro entendimiento, por simple que sea dicha provocación, no sea que, midiendo soberbiamente vuestras fuerzas, caigáis en la tentación. 
 
También hay que advertir que según sea la gravedad de vuestra caída deberá ser la penitencia que vosotros mismos deberéis imponeros. 
Si el Tentador os provoca y muy superficialmente aceptáis la inclinación de esa provocación, poneos en alarma, no vayáis a ser ostentosos de vuestra victoria. 
Siempre con humildad acudid a la fortaleza divina, suplicando el salir libres de cualquier tentación; pues el Demonio, conocedor de vuestra fragilidad, no satisfecho de su obre, -ya os lo dije- irá a traer más aliados suyos para así atacaros.  
Vigilad con la abstinencia de vuestros gustos, pues –como os he mencionado- la gula os hará insatisfechos. 
 
El alma no tolera la templanza, pues, si no sacia sus apetitos, se vuelve iracunda, siendo un alma caprichosa, pues se habitúa a comer y beber sin interrupción; y así, de esta forma, da cabida al Demonio para que él logre sus propósitos que serán vivir para sí y no dar gloria a su Dios, como debiera. 
Y, por lo tanto, destruye en ella la sublime virtud de la templanza, que es la que va sujetando los gustos indebidos que el cuerpo requiere. 
Esa falta de inmortificación va destrozando su deseo de perfección y se va así convirtiendo en insensible a la vida espiritual. 
 
Con eso no quiere vuestro Dios que no gustéis de gustar de los alimentos materiales que el buen Dios proporciona al hombre, para que viva en la función nutritiva que requiere todo ser humano.  
 
Recordad, hijos míos, que todo hombre requiere de la correcta y santificante alimentación, pues si el hombre no va corrigiendo la verdadera inclinación de la satisfacción personal que Dios le dio, desvirtuándola por la búsqueda del placer del apetito, se está comportando como si fuese un ser sin control; y es lo que el Demonio siempre hace que el hombre acepte que hay que dar gusto al propio interés personal. 
 
En algunas ocasiones hace sentir al hombre por el convencimiento de que es útil y necesaria la sobrealimentación para subsistir. 
Ahí, hijos míos, tened cuidado, pues es la sutileza que el Maligno utiliza para que por el convencimiento el alma perdure en este estado de imperfección. 
 
El gusto es un don de Dios, pero el gusto exagerado no proviene del Dios amantísimo, que es la misma cordura. 
Por lo tanto, el deseo moderado no es ninguna imperfección; es el gusto por lo que Dios da para que el hombre se alimente con verdad, para que se nutra y viva; pues aquel que piense que el alimentarse correctamente y con dignidad para ser útil a Dios y a sí mismo y también a la sociedad donde vive, sea pecado y se abstenga de alimentarse de lo que Dios le da, ése está fomentando en él su egoísmo. 
Porque, recordad, hijos míos, que debéis ser prudentes tomando toda resolución, haciendo la voluntad de vuestro Dios. 
No vayáis a caer en la ostentación de un ayuno que no lo hacéis por amor a Dios, sino por la vanidad vuestra, para aparecer bien, cuando os hacéis tanto mal por vuestra exagerada vanidad. 
Haced pues, lo que Dios quiere de vosotros, no lo que plazca a vuestros caprichos, porque entonces seréis caprichosos y destructores del templo vivo de Dios. 
Recordad, hijos míos, que la mortificación, para que sea verdadera ante la mirada de Dios, debe siempre ser bajo la obediencia y la prudencia de vuestro director, no por vuestra iniciativa, no sea pues que el orgullo sea el fundamento de vuestras decisiones y vayáis a ser engañados por aquel que es la mentira misma y vuestra mortificación no sea una plegaria de amor, sino un deseo de orgullo que os aparte de la voluntad de Dios. 
 
Ved, pues, hijos míos, la vileza con que os puede atacar vuestro enemigo. 
Tened en cuenta que en él sólo hay confusión e insatisfacción. 
La mortificación hágase siempre en actitud humilde, bajo la mirada del que fue obediente a su Padre, Cristo Jesús, el que dio al hombre manifestaciones de su obediencia y docilidad. 
Tómese, pues, hijos míos, una determinación correcta, pidiendo al Santo Espíritu que Él os inspire el deseo de ser mortificados para su gloria. 
Tomad, pues, siempre en cuenta: ¿mis mortificaciones son por amor a Dios o por mi amor soberbio? 
Recordad que por vuestra propia concupiscencia todo control de la persona requiere de un gran esfuerzo personal. 
Hacedlo siempre todo por amor a Dios. 
Y si siempre estáis abandonados a la voluntad del Altísimo, cualquier tentación, provenga de donde provenga, no será ocasión de caída. 
De suyo el hombre por su inclinación siempre está en peligro de aceptar lo irrazonable. 
Tened siempre como principio fundamental de lo que hacéis, si las inspiraciones que se os inspiran son para vuestro bien espiritual. 
El testimonio de las experiencias de lo que causa en el alma el hecho de vivir en este estado de pecado es la evidencia de que no está en la verdad. 
 
Sabedores de que el Demonio os acecha y se vale de vuestras flaquezas para su provecho, es misericordia de vuestro Dios el que podáis vencer, porque –como os he dicho-, al hombre se le ha hecho a semejanza de Dios, y Dios, que le ama con amor enternecido, da a cada alma las armas indicadas para que sobreviva en toda tentación. 
Por eso, carísimos, vivid en gracia, dando a vuestro Dios honor y alabanza. 
 
La concupiscencia es la aliada del Demonio, si vosotros os dejáis engañar en el sentido de que el placer es la realización del hombre. 
De hecho tantas almas dicen: ‘si Dios me ha dado lo que tengo, es para que disfrute de ello’. 
¡Y cuán equivocados estáis! 
Dios, Padre de amor, os crió por amor y todo os lo dio, pero para que hagáis de vuestro todo una viva alabanza de amor. 
 
No lo olvidéis: muchas almas se sacian del placer de la gula y no se satisfacen con el aceptar ellos el pecado, sino que encaminan a las almas que los rodean, para que también otros caigan en este defecto. 
Ahí, hijos míos, esa alma comete doble pecado, porque destruye su templo vivo y es ocasión de escándalo y de destrucción de otros. 
Ahí, -como os lo he ya mencionado- cuando esto acontece, el Demonio saca doble ventaja, pues, teniendo un aliado, crece para él el número de sus aliados. 
¡Cuántas ofensas hay en aquellas almas a las cuales les abro mi misericordioso corazón y desprecian mi amor! 
Y no conformes con ellos perderse, tratan por todos los medios de que otras almas se pierdan.  
Están haciendo exactamente lo que el Demonio hace con esa alma, pues, no contento con estar él en ese abismo de tormento, tiene sed de que otros sufran al igual su tormento. 
Ved ahí cómo Satanás, en el cual no existe el amor, pues se secó de amor cuando no aceptó ser humilde y sumiso a su Creador, no puede inspirar nada bueno. 
Por lo tanto, no creáis en esos conformismos que os proporciona en vuestro espíritu cuando realiza en él la tentación de que seáis sus aliados. 
Sabed que él no os ama, pues no ama al que a vosotros os ama. 
Él querrá siempre ganaros, deseando así destruir en vosotros la vida de gracia, y por esa pérdida la amistad del Dios santo y perfectísimo. 
 
La gula destruye la moral del hombre, pues todo lo que hace un alma que cae en este estado le parece verdadero.  
Y no penséis que el Demonio os hundirá con violencia. Él toma sus propias medidas, para que el hombre no reconozca su artimaña; pues él, siempre que se acerca al hombre, no se presenta de frente, sino con una diplomacia sutil. 
 
La gula abarca muchos puntos importantes, pues no está en este estado simplemente el que bebe o come satisfaciendo sus propios caprichos. 
También están en este miserable estado, aquellos a los cuales Dios, vuestro Padre y Señor, os ha dado bienes y no los usáis correctamente, pues debéis de administrarlos, no despilfarrarlos.  
Pues aquel que los tuviera para su perdición, ¡cuánta cuenta el Dios altísimo le tomará! 
Pues recordad que se os preguntará en aquel día definitivo para vuestra condenación o salvación: “fieles buenos, ¿qué habéis hecho con todo lo dado a vosotros por amor? Os tomaré cuenta aún de lo más precario –no lo olvidéis-, pues el amor no quita el ser junto con cada alma. 
 
Tened en cuenta que toda dádiva de vuestro Dios es para que deis frutos de vida y seáis glorias del Dios santo y verdadero. 
Por lo tanto no seáis causa de escándalo para vuestros hermanos, porque vuestro Padre, que está en el cielo y que os habita por su inmenso amor, todo lo ve y sabe. Y, ¿quién escapará de su justicia? 
Por eso no seáis comodinos en pensar: ´Dios es amor, por lo tanto probaré su amor misericordioso´ siendo secuaz de Satanás toda vuestra vida, y poniendo la seguridad de vuestra salvación en el amor de vuestro Padre Dios sin vosotros poner nada para vuestra propia salvación. 
Eso, hijos míos, es una confianza, no en vuestro Dios sino en vuestras propias concupiscencias, pues si tuvierais confianza verdadera en mi misericordia, cada vez que el alma cayera en pecado volvería con atrición de sus culpas; pero no con un dolor superficial, sino con un arrepentimiento verdadero y suplicante que os renovase en verdad. 
Pero ¡cuántos hombres hay que dicen que viven en amistad con su Dios, cuando su alma vive en un aislamiento total con la amistad de Dios! 
Esas almas son orgullosas, pues están haciendo alarde de su verdad, mas no de la mía; pues su apariencia de amistad es mentira, porque el vivir en amor y amistad con su Dios es cuando el alma lucha por salir de ese estado de imperfección, se humilla ante su Dios y se vuelve, aunque haya caído, a los brazos de su Padre misericordioso. Pero no es aquel abrazo una hipocresía, sino una verdadera realidad. 
Por eso tened una vigilancia verdadera en vuestra situación espiritual, porque no será digno de mi Padre aquel que diga que le ama, sino el que, amándole, le dé muestras de su amor. 
¡Cuántos engaños existen en las almas que se excusan ante los hombres de sus graves faltas, sabiendo en su interior que sus palabras son nulidad ante el Dios puro y santo! 
 
El Demonio trata de embotar la mente del que está en estado imperfecto por esta situación de pecado, pues el que está en este estado imperfecto de gula tiene su espíritu entorpecido y se hace él mismo creer que su estado es por necesidad, y en ocasiones por desilusión de su Dios y porque el Dios amantísimo, si le deja caer, es porque así lo quiere. 
¡Cuánta ignominia de parte de aquella alma que así piensa! Pues bien se ve que su espíritu se va degradándose cada día, destruyendo las virtudes infusas del Dios amantísimo, porque es negar la belleza y la altísima pureza de su Dios quien así piensa. 
Porque Dios ha creado al hombre para que viva en su amistad, no para él mismo provocar la enemistad con el hombre.  
Yo, el que soy la excelsa dignidad, la suma perfección, la Trinidad de amor, no puedo ser la maldad, pues sabed que vuestro Dios os ama y no quiere que ninguna alma se pierda y lucha por aquella alma. 
Pero ya sabéis que la voluntad es don divino y vosotros sois lo que por vosotros mismos elegís: o de Dios, viviendo en rectitud y mansedumbre, en el control de vuestros apetitos, o del Demonio, los que vivís en comunión con el enemigo de vuestro Dios y de vosotros. 
 
 
No pongáis como escudo de vuestro pecado al que es santo y perfectísimo. 
Descubrid quién está detrás de vuestra situación, disfrazado de amigo y poniendo en vuestras mentes soluciones e ideas imperfectas.  
Dios es luz y verdad, y cuando el alma, por la aceptación del pecado, se aparta de la Divinidad, se vuelve torpe en su entendimiento, sacando conclusiones falsas que provienen del que es la mentira misma y la negación de toda verdad. 
 
¡Cuántos hay que viven una alegría falsa, llena de superficialidad, haciendo creer a otras almas que son felices, cuando viven un camino de perdición, y están en camino de eterna condenación, dando rienda suelta al placer, enloquecidos de sexo, de gula, y de todos los pecados capitales! 
 
No mintáis, los que disimuláis vuestra desgracia por una falsa alegría, para disimular vuestro verdadero estado de imperfección. 
¡Más les valiera no haber nacido a estas almas que quieren destruirse a sí mismas por la inspiración del Demonio! 
No seáis insensatos que podéis engañar al hombre, pero no os queráis hacer pasar de inteligentes cuando queráis huir de la mirada de vuestro Dios que conoce todos vuestros secretos; pues Él penetra los más profundos sentimientos y sabe en verdad de vuestra situación. 
 
¿Por qué tratáis de disimular con alegría vuestro estado de pecado cuando interiormente os carcome la infelicidad y sois los más desgraciados, y no tenéis esa alegría que profesáis en vuestro exterior en vuestro interior? 
Os mentís a vosotros mismos por vuestra soberbia y por ella misma mentís disfrazadamente a los que os conocen. 
Sabed que estas alma sufren un anticipado infierno, pues, aunque aparenten una gran felicidad, son los más infelices, pues son unos insatisfechos de su valer. 
Por lo tanto hay algunos que ellos mismos se aborrecen y toman ese disfraz de alegría para convencer a los que ven ilusos y que pueden caer. 
Y cuando los ven caídos, hacen lo que el Demonio: se apartan o los hunden más para complacer su odio y su infierno interior, pues nadie –sabedlo-, aunque aparente tranquilidad y felicidad, puede ser plenamente feliz cuando vive en enemistad con Aquel que todo lo es y sabe los más profundos secretos del espíritu. 
Aún aquellos que son paganos experimentan por gracia de Dios esta insatisfacción cuando viven una vida de pecado. Con mayor razón los que conocen mis deseos y han probado del amor de Dios. 
 
Los que el Demonio tiene en sus garras se vuelven locuaces para convertir a otros a su desgracia. 
Aunque su debilitamiento espiritual sea pleno, son de una vivacidad satánica, pues son imitadores del Demonio. 
El que vive en totalidad este pecado capital es egoísta y presuntuoso, aún reconociendo la bajeza a que ha descendido, al nivel de las bestias que siguen sus propios instintos sin control ninguno. 
 
¡Cuántas de esas almas que están atrapadas en la embriaguez dicen: ‘es un gusto auténtico, pues Dios que es amor nos dio el vino para consumirlo y para que el hombre se alegrase!´ 
Necios son los que así hablan. 
 
Yo, el Dios verdadero, todo os lo he dado, pero para que viváis en rectitud y cordura, no en desorden; pues sabed que un pecado sigue a otro. 
¿Qué no hace el que se embriaga? 
Pierde el control de sus sentidos; es injuriante, libidinoso, incoherente, falto de razón, soberbio y hasta asesino en ocasiones.  
Su afectividad la vuelve en ira o en concupiscencia de la carne, destruyendo su templo y despreciando la verdad de Dios que os ha dicho: “sed santos, como lo es vuestro Padre que está en los cielos.” 
 
Pudiéramos, hijos míos, aclarar más situaciones y no bastarían volúmenes para explicaros cuántos destrozos padece el alma que vive en este estado de pecado por la gula. 
 
También quisiera manifestar ante vosotros de pasada el estado del alma que vive en la gula espiritual. 
Esta alma nunca busca a Dios con verdad, dándole su libertad, sino que su búsqueda es en egoísmo y complacencia a sí misma. 
A estas almas el Demonio las perturba por la inconformidad al escuchar la palabra de Dios. 
Son insatisfechas en todo acto piadoso y comienzan una búsqueda equivocada de la verdad.  
Deben descubrir esta engañosa verdad: que comienza a tener gula de lo espiritual, pensando que a mayor saber ya están plenas en la perfección. 
¡Y cuántas almas viven en este engaño!, pues no buscan con humildad la verdad de Dios. Aunque oren y hagan todo acto piadoso y sean comulgantes fieles y aparentemente sean almas de búsqueda en las cosas de Dios, estas almas lo que buscan es aparecer como auténticas seguidoras de la verdad. 
Lo que muchas buscan es un escape a su vida ficticia que viven en su espíritu y que otros las envidien por su modo de orar y de buscar a Dios. 
 
¡Qué engaños provoca el Demonio en estas pobres almas que buscan sus propios gustos y satisfacciones! 
Viven una inquietud grande, pues no encuentran la paz verdadera que consiste en la búsqueda con humildad del Dios santo y eterno. 
Su oración es como la del fariseo que no llegaba ante el altar de la Divinidad por su soberbia. 
Por eso, hijos míos, buscad ser perfectos en la búsqueda de la verdad divina, pues por los frutos debéis reconocer si esa búsqueda no es por ostentación, o por apariencia de santidad, o por conformismo escéptico de sí mismos. 
 
Debe el alma tener mucha humildad para aceptar las indicaciones interiores del Santo Espíritu, porque la gula espiritual es sumamente peligrosa, porque por la inconformidad en lo espiritual el alma cae en una rutina de imperfecciones que le oscurecen el entendimiento y no puede aceptar lo que escucha; o si escucha algo negativo que ella tiene no se lo aplica a ella, sino que lo aplica a los demás y es presa de un egoísmo disfrazado de búsqueda. 
Esta alma destroza la caridad, la mutila, pues ella cree que al ir de grupo en grupo de oración ya es estar en camino de perfección; pero hay muchas almas que asisten sin cambiar en sus ataduras y sólo buscan el conocimiento de la palabra de Dios, para envanecerse ante los demás, y no puede ni mínimamente aceptar una amonestación a su estado de vida y se defiende diciendo: “lo que Usted me dice yo lo sé mejor que Usted.” 
¡Ay, hijos míos, cuánta soberbia hay en estas almas que, llenas de gula espiritual, satisfacen sus caprichos sin realizarse como pudieran hacerlo en la vida de perfección! 
Creen vivir en Dios cuando han hecho de ellas mismas su propio dios. 
 
No vayáis a confundiros pensando que no es útil buscar el conocimiento de Dios y que muchas almas, al leer este escrito sobre la gula espiritual, no vayan a ser presas del Demonio por escrúpulos falsos. 
Identificad lo negativo y lo verdadero, pues provechoso para toda alma es el acercamiento a escuchar para saber la palabra de Dios, pero vigilad que este conocimiento sea para ir aclarando vuestra situación espiritual que será el mayor fruto de este conocimiento. 
No busquéis por un capricho personal; buscad por la inquietud perfecta de la búsqueda de Dios para vuestro provecho espiritual y el de vuestros hermanos. 
Dad libertad a vuestro Dios, para que os guíe en el camino verdadero. 
Por eso es necesario que el orante sea humilde, discreto, amante de la verdad para que se vaya descubriendo a sí mismo con paz, pero con gran deseo de cambio, para que vaya evolucionando favorablemente en su vida de amor con su Dios y con sus hermanos y no vaya, por el contrario, a caer en la desgracia de ser manipulado por el Demonio y estar atado a él hasta perderse. 
 
Porque aunque existen versiones de algunos teólogos o intelectuales que niegan la existencia de Satanás, Yo os declaro que mienten. 
Porque Yo os lo vuelvo a repetir Yo os di testimonio de su existencia en mi evangelio y si niegan la existencia de él, nulifican mi verdad, pues niegan mi palabra, oponiéndose con versiones falsas a esta sublime verdad. 
Por eso no descuidéis ser humildes y dóciles a Dios. 
No os creáis más sabios que la misma Omnipotencia, descubridores de verdades que destruyen la verdad de la Divinidad. 
 
Por eso el que busque su verdad ante su Dios debe reconocer que son enteramente distintas las inclinaciones que tiene el hombre por su naturaleza humana, y que pueden ser controlables por la gracia, de lo que es la provocación del Demonio. 
Sabed que el Demonio se manifiesta ante el hombre revestido de oveja, cuando es el más feroz lobo rapaz, que ha puesto la incredulidad de su existencia aún en mis almas consagradas, diciendo que toda inclinación pecaminosa es por el mismo ser del hombre, y no atribuyen la culpa que corresponde al que provoca la situación de pecado en el hombre y desfiguran esta verdad con lógicas inexactas, dando una doctrina falsa con teorías no verdaderas que disimulan la exacta verdad del Tentador. 
 
¡Pobres las almas que así piensan y que juzgan con orgullo a aquellos que declaran al hombre que viva en amor y fidelidad, porque el Demonio anda como león rugiente, viendo a quién devorar! 
Claro es que el hombre debe entender cuándo es tentación o inclinación natural. 
Por eso es que os estoy declarando cada situación. 
Quisiera que el hombre tome plena conciencia de su situación actual y tenga fe en la palabra dicha y no busque otras teorías, imponiéndose a la teoría perfecta del Todopoderoso. 
 
No temáis al Demonio, pero sí desconfiad del que es terrible con el alma que se deja engañar de él y se pierde por su falta de fe, de amor y de esperanza y que se deja convertir por él para después perderse. 
No porque su Dios lo quiera, sino porque él ha elegido lo suyo por su soberbia que lo aparta de su Dios Trino y Uno que dio a todo hombre las gracias necesarias para que vida en comunión con el supremo Hacedor y que da el conocimiento, tanto interno como externo, al hombre de lo bueno y de lo que es malo. 
Por eso no culpéis a Dios de vuestra situación. 
Dios es amor misericordioso y sapientísimo, de donde proviene el bien para el hombre, no la confusión y el pecado. 
Vivid de amor verdadero para vuestro Dios y seréis salvos de toda persecución que provenga del Demonio. 
Si vivís en mi presencia, en aumente de fe, amor y esperanza hacia el Dios de amor, no temáis al Tentador, pues si os tienta será para la gloria de Dios y vuestra gloria en la Trinidad de amor, pues seréis salvados por el que es amor y perdón y el dador de toda gracia para que seáis santos, rectos y glorias vivas del Dios misericordioso.  
 
 
ENVIDIA 
 
 
Ahora pasaremos a otro pecado capital, la envidia. 
Es mucho lo que pudiéramos decir al hombre de cada pecado capital, pero el deseo del Altísimo es que sepáis descubrir la verdad de Dios y la verdad de lo que no hace Dios, sino el enemigo del hombre, valiéndose de la concupiscencia del hombre, manipulando al hombre en su psicología. 
 
Recordad siempre que el alma que busque a su Dios en lo íntimo de su ser y sea auténtica descubrirá al Tentador, así como descubrirá al dador del amor, al Dios Trinidad de amor. 
Así como el que está en el estado de la gula vive en un tormento indeseable, de igual forma vive toda alma que está en enemistad con su Dios por el pecado. 
El Demonio, provocador de toda situación espiritual de pecado, prevé en qué estado de sensibilidad espiritual se encuentra el alma, para asimismo atacarla en manifiesto ataque contra aquella alma que flaquea en la oración. 
 
Es de suma importancia la actividad auténtica del alma en el deseo de la perfección, viviendo en fe continua en la misericordia del Dios salvífico. 
El Tentador envolverá al alma en una situación de continuas caídas para desanimarla en el camino de la verdad. 
Muchas veces le declara la guerra, poniendo en el alma un desgano absoluto para las obras piadosas, cortándole toda inspiración para la oración, haciéndole presentir que toda su situación es nula para Dios y provocando en el alma un estado de sitio en cuanto la oración, porque él conoce que el que ora no sucumbe en sus insinuaciones. 
Es entonces cuando el alma, aun advertida por la palabra de Dios, se desanima y pierde la fe en el Todopoderoso, aun siendo del conocimiento de ella que Dios le ama y permite toda situación para el mejoramiento de su alma y para asimismo purificarla de toda imperfección. 
 
Sabed, hijos míos que vuestras luchas contra las imperfecciones son para vuestro merecimiento y mayor participación de la gloria eterna. 
Os quise decir estas aclaraciones para que veáis que es tan extenso mi amor y misericordia que de toda prueba recibida con paz y aceptada por amor a vuestro Dios, la Divinidad generosa y sapientísima hace relucir vuestra esperanza y fortaleza, llenándoos de mayores gracias. 
El Demonio, que perturba a toda alma, aún a aquellas que viven en relación absoluta con el Dios verdadero, no quiere que ninguna alma vaya a gozar de la visión beatífica de Dios que él perdió por su orgullo. 
Sabed, pues, que si él es el orgulloso Satanás, ¿qué puede ofrecer al hombre sino orgullo y perdición? 
Si los entendidos en la teología, que es conocimiento de Dios, saben con verdad que Dios es amor y sólo amor y de donde proviene el amor, también sabrán que el Demonio es tentación, imperfección y la maldad misma: lo contrario del ser supremo.  
Por lo tanto él provoca situaciones de pecado para destruir al hombre, aniquilándolo para apartarlo del Ser supremo. 
Al que busca aparecer, lo sobresalta proponiéndole fines de poder y sobresalir ante los demás, llenándole de inquietudes que le desasosiegan llenándole su espíritu de una avaricia lujuriosa. Asimismo despierta en él el deseo de mayor poder, deslumbrándolo por lo que es oropel. 
Si el hombre acepta estas insinuaciones, sabed que, si no fuerza su voluntad, caerá en una terrible situación de rencores con aquellos que son más que él, y seguirá cayendo, atado a una interminable cadena de vicios y pasiones. 
Pues así como el lujurioso busca sus propios deseos, así el envidioso busca sus propios anhelos, pisoteando su dignidad humana. 
Provoca, pues, el Demonio en esta pobre alma un deseo enardecido de ser un destacado ser, y, si no obtiene su objetivo, se llena de ira. Y comienza a funcionar espléndidamente el orgullo, dando cabida así a Satanás, para que él le inspire lo que debe continuar. 
 
El envidioso nunca puede ver que otro sea mejor que él, tanto en el campo espiritual como en el material. 
Siempre tratará de desvirtuar a su prójimo, valiéndose de artimañas que él mismo provoca para poner en ridículo a los demás. 
Pisotea su moral. 
Desea sólo ser él el único que puede superar toda situación espiritual o material. 
El envidioso siempre cree que él lo sabe todo, lo puede todo. 
Se envanece de lo que hace, y crece su orgullo cuando otra persona le supera en cualquier aspecto. 
Él siempre decide. 
Él siempre cumple los propios caprichos, sin importarle la situación que provoque con sus actitudes. 
Nunca reconoce que él es ocasión de destrozo en otras almas, pues se ciega a la verdad y realiza todo con una ofuscación total. 
 
Es intolerante, falso lleno de odio para aquellos que son verdad. 
Sus rencores le hunden cada momento en un desequilibrado estado de imperfección. 
Comete atropellos, destruyéndose y destruyendo. 
Toma decisiones liberales por su envidia. 
Busca siempre lo mejor para sí, siendo un alma mezquina que sofoca la voz del Espíritu de vida. 
Llega el envidioso en algunas situaciones muy lamentables a perder sus facultades mentales por la obsesión disparatada de ser él el todo. Hasta esa situación llegan las almas que han aceptado hacer la voluntad de su Destructor. 
Nunca puede sosegar su espíritu, pues la envidia lo corroe, despertando en él estados desastrosos de imperfección. 
¡Cuántas veces por envidia se quita la vida al hermano, para quitárselo de su lado, y provoca situaciones terribles de maldad, inmiscuyéndose en asuntos de otros! 
¡Cuántas veces el envidioso en la vida espiritual destroza almas que son agradables a Dios, pero que ante los demás las deja como imperfectas, desacreditando sus virtudes! 
¡Cuántas veces el envidioso invita a otra alma, para que se realice según sus modismos y eficacias que Satanás tiene en él, dando a tomar de su veneno mortal que es la envida a otras almas, pervirtiéndolas para no sentirse solo en este terrible estado de imperfección! 
El envidioso es ambicioso, es superficial, es temeroso de perder en cualquier situación, es superficial interiormente, pues se va vaciando de amor y sólo busca la adulación y la corrupción. 
Se vuelve, pues, un hipócrita, pues es su afán manifestar ante sus hermanos una pureza de intención que no tiene por su envidia. 
El envidioso de las cosas espirituales no podrá saber nunca quién es él mismo. Por lo tanto, el Santo perfectísimo, le niega su amor, no porque no quiera dárselo, sino porque él nulifica el amor de Dios por el desprecio, pues es un hombre deseoso muchas veces de que Dios sólo a él le ame. Y eso nunca podrá realizarse, pues Dios es de todos y para todos. Pero él, por su mucha envidia hasta en este deseo de Dios quiere interferir. 
 
El envidioso es calculador. Todo esto lo hace por la insinuación del Demonio que le fomenta cada vez más su desprecio hacia los demás, y en muchas ocasiones el desprecio a la augusta Divinidad. 
 
El Demonio instiga al envidioso a querer más y más, llenándolo también de una insatisfacción de lo que posee, sea en el campo de la vida espiritual, sea también en el campo de las relaciones con los que convive en la situación de la economía personal. 
 
Muchas almas envidiosas llegan a robar lo que no les corresponde, cayendo cada vez más en diferentes clases de pecado. 
A otros les consume la envidia e interiormente sufren un tormento especial que consiste en un deseo desenfrenado de ser. 
 
El envidioso sufre también un agotamiento físico, expresión de su situación normal, porque –sabed- que hay enfermedades que se provocan por las situaciones internas por las que el individuo está pasando, pues el entendimiento transmite a todo el ser humano las sensaciones que vive dentro de sí el hombre, destruyendo el cuerpo del hombre al igual que el espíritu. 
El envidioso es también mentiroso y falto de caridad, pues él ha destruido el amor que Dios le dio hacia sus hermanos. 
También experimenta una cólera consigo mismo y por lo tanto hacia los demás, cuando ya no acepta nada de Dios, negando toda interferencia. 
Porque –recordad- vuestro Dios aún en el alma en pecado actúa e inspira hacia lo bueno. 
Porque si el Demonio tienta a los que están en gracia, mucho más Dios, que es la misma gracia trabaja y actúa en todo ser a pesar de sus desprecios, para hacerle saber que él está llamado a la santidad y al amor del Ser supremo, dándole tocaditas de arrepentimiento por medio de las creaturas, o el mismo Dios, inspirándole que vuelva a la verdad y al amor del Dios generoso y amante. 
 
¡Qué difícil es para esta alma aceptar estas invitaciones de su Dios! 
Pero el Dios de amor, que es la paciencia misma, espera el arrepentimiento del alma y busca convencerla, aun conociendo el estado actual de aquella alma. 
 
El envidioso es regularmente voluble con los demás y esto es consecuencia de su misma situación. 
Hay estados de terrible opresión donde algunas almas hasta osan pensar que tienen igual poder que la Divinidad. 
No sea, pus, hijos míos, que vosotros vayáis a caer en este terrible estado donde el alma tiene como consecuencia su destrucción, pues en esta situación el alma se resiste a aceptar toda gracia, pues el envidioso tiende también a ser sumamente soberbio. 
 
Almas sedientas de la verdad salvífica, tened siempre como principio fundamental para cualquier situación espiritual: ¿Lo que estoy pasando es porque Dios, amor y sabiduría infinita, está permitiendo para que sea yo tentada por mi enemigo para mayor gloria? 
O pregúntese el alma: ¿Soy tentada, pero acepto por mi deseo y gusto la tentación, dando gusto al Tentador, y por esa decisión y por mi inclinación pecaminosa he dado permiso al Tentador de que haga de mí lo que desea? 
Pues en la tentación el alma determina: o la acepta o la rechaza, sabiendo el ama que en toda tentación saldrá victoriosa si ella escucha a su Dios y acepta ser ayudada de Dios. 
“No porque Dios quiera mi imperfección, es que permite al Tentador me provoque, pues Él es el ser perfectísimo, sino que Él, que es la verdad sapientísima y conocedor de cuanto existe sabe que toda alma tiene las gracias necesarias y todo poder para no sucumbir en ninguna tentación.” 
 
Pero advertidos estáis de que Satanás os acecha, pero que la Divinidad os ama y os protege, para que, saliendo con éxito de toda lucha seáis vivos reflejos de vuestro Dios. 
 
No temáis, que el Tentador no es más que vuestro Dios. Si vosotros usáis un criterio claro de la perfección, no tenéis por qué perturbaros en la tribulación o tentación, pues el amor a vuestro Dios todo lo vence. 
Pero no tentáis a vuestro Dios y creáis que Dios, por ser misericordioso, todo lo hará. 
Pensad siempre con determinación absoluta si el estado actual de vuestra alma es según el deseo del Altísimo o vuestro propio deseo, determinado por deseo vuestro y de aquel que es el perturbador que destruye al alma. 
 
Almas todas, debéis ser proclamadoras de las gracias que Dios os da, siendo siempre virtuosas. 
No destruyáis en vosotros lo que vuestro altísimo Hacedor os da. 
Vivid siendo cuidadosos de no ofender a Aquel que os da amor, aun en medio de vuestras imperfecciones y que en cada instante os alienta en su verdad, os atrae a esa verdad y os quiere verdaderos perfectos, para que descubráis al Amor santo y misericordioso que os quiere transfigurados en Él, gloriosos en Él, santos por amor a Él y siempre seguros del amor salvífico de Él. 
 
Vivid siempre con una cautela esmerada en el camino de la rectitud hacia vosotros mismos y hacia vuestro Dios. 
No os cumpláis todos vuestros caprichos. 
Manteneos con honestidad en cualquier deseo caprichoso. 
No violentáis al Espíritu de vuestro Dios que os requiere para que seáis mortificados, sosegados en toda elección, santos por elección del Dios santo. 
 
Siempre sabed que el Dios omnipotente es vuestro guía y salvador y no permitirá por su clementísimo amor que ninguna alma sea tentada sobres sus fuerzas, pues sería de parte de la Divinidad imperfección salvífica. 
Sabed que la rectitud de vuestro Dios es vuestra mayor seguridad. 
El Tentador tiene sus limitaciones; pues sería crueldad de mi parte abandonaros en sus garras. 
Y sabed que soy el paternalísimo amor que no desea que el hombre se condene, sino que le estoy ofreciendo la aceptación voluntaria de que venga a gozar en plenitud de su Padre. 
Por eso orad. 
Vivid en comunión, con austeridad de los sentidos, con un ideal bien formulado de lo que es mi amor y vuestra respuesta al amor, con determinada determinación de ser mis alabanzas. 
 
Si así vivís, si fueseis tentados por toda la legión de Satanás, saldrías triunfantes y entrarías en la gloria del Padre por vuestro deseo y vencimiento personal, a gozar de vuestra heredad, que es participar en plenitud del gozo de la Trinidad. 
No busquéis, pues, el mínimo placer, pues puede ser el principio de innumerables caídas, hasta estar atados a vuestros gustos y vicios, y así el Demonio haga de vosotros todos sus gustos caprichosos para destruiros; y no solamente destruir vuestra alma, sino las demás almas que conviven con vosotros. 
 
Ya os he aclarado en qué consiste la inclinación natural del hombre y creo que ha quedado clarificado este punto, al igual que la actitud en el alma del Tentador que os provoca, valiéndose de artimañas falsas para perderos. 
Y también sabéis que vuestro Padre y Señor vela por vuestro bien y pone ante vosotros el camino del bien que es cruz, gozo, lealtad, deseo de mayor perfección, abandono en el amor de Dios y manifestación del amor de la Trinidad de amor en los sacramentos, fuentes de vida, y en ese regalo del Amor salvífico que es la gracia habitual y toda gracia actual que de Dios mana por su infinito amor misericordioso. 
Y me tenéis a Mí en vuestro ser, para que acudáis al ser tentados. 
Buscadme, que me hallaréis; pero no os arriesguéis sin mi ayuda, no sea que por vuestra presumible soberbia de que os queráis liberar por vuestras propias fuerzas seáis atrapados y lleguéis hasta la propia destrucción. 
 
Vosotros sois valientes y tenéis poder, pero es mayor resistencia a la tentación con la protección del Dios amor, que es el que aniquila al Tentador. 
Por eso –os lo repito- no busquéis vuestros propios gustos. 
Sabed que ser gustosos con prudencia santa y edificante es auténtico gusto; pero no caigáis en los gustos malsanos, pues entonces estáis en un camino equivocado. 
Vivid con deseo de amar y servir a vuestro amado Dios, que os quiere santos, santos y siempre dando honor y alabanza al Santo de los santos. 
 
 
PEREZA 
 
Ahora prosigamos con la pereza que es un importante punto para clarificarle al alma determinados puntos donde todo hombre debe de concientizarse para su mayor perfección. 
El primer y muy importante punto que vamos a analizar es el aspecto espiritual, pues es de vital importancia descubrirle a toda alma la situación en la cual puede estar, si accede a los caprichos, manipulaciones e impresiones que el Demonio pone de manifiesto al alma. 
 
Cuando el Tentador se hace presente en el alma provoca en este estado de pereza un conformismo tal que el alma aparentemente ni tan siquiera se percata de que poco a poco va accediendo a las provocaciones del Tentador, que programa sin tregua su lucha, para que por principio entre en un conflicto lleno de perplejidades para no ser descubierto. 
Pues sabed que el Demonio es un ser astuto, lleno de tantos subterfugios, que tratará siempre de sorprender a toda alma, pues él nunca se presenta en plan de batalla abiertamente, sino en plan seductor, con una sorprendente sutileza que aparece como un amigo ante el hombre, pues presenta al hombre un gusto muy refinado dándole al alma una placentera satisfacción y gusto de lo que está provocando. 
Rodea al hombre, que por principio quiere atacar, con dulzura y lo va envolviendo en su tabú con una vileza llena de sutileza, de modo que promete al alma todo gozo en lo que provoca. 
La va deslumbrando, para que ya, teniéndola acorralada, le provoque situaciones difíciles para salir. 
 
Hablaré aquí de la pereza espiritual que es una fuente de caídas por las cuales va pasando el alma que va cayendo en este mísero estado de imperfección, hasta hacerla caer en pecado. 
Cuando un alma va cayendo en el pecado en esta clase de tentación, el Demonio lo que tratará de hacer es apartarla del deseo de la oración, haciéndole sentir un cansancio en la oración y una insatisfacción que perturba al alma, provocando en ella la insipidez para acudir a ella. 
Y si el alma accede en esta provocación, en lugar de levantar su espíritu hacia Dios, ofreciéndole esas insatisfacciones, está en peligro de destruir su vida espiritual, pues el alma que se aparta de la oración es más débil para salir victoriosa de cualquier lucha. 
Esto es lo que al principio el Tentador tratará de hacer con el alma para irla debilitando, pues él sabe que el que ora es más resistente para caer en sus deseos. 
 
Cuando un alma cae en esta tentación, el Adulador satánico comienza por seducirla, provocando en ella conflictos espirituales de fe en su Dios, llenándola de angustias en cuanto a la verdad del Dios sempiterno y provocando en ella el hastío hacia Dios, para así provocar en ella una insatisfacción en la oración. 
Por lo tanto, el segundo ataque que provoca el Tentador es apartarla de las fuentes vivas que son los sacramentos. Para eso la va ilusionando en las cosas mundanas, metiéndosele por todos los sentidos la complacencia sensitiva de todo placer. 
El perezoso va así decayendo en su vida de oración, sacudiéndose de vivir en amistad con su Dios y llegando a la farsa de la oración cuando a él le conviene aparecer. 
No se inquieta ya por crecer en la virtud. Para él es insignificante cualquier virtud por maravillosa que sea. 
Vive complaciéndose y engolfándose de su vida presuntuosa. 
Su vida en Dios es como arrastrándose sin el menor deseo de amarle y glorificarle. Vive sólo para sí, sin importarle su insuficiencia espiritual. El comodismo es su ideal. Llega a tal extremo que ni siquiera tiene ánimo para provocar en él un buen deseo. Va constantemente cayendo de imperfección en imperfección. Nada de lo que se refiera a la santidad es para él de importancia. Ya no vive más que para ser un instrumento manipulado por su enemigo. El conformismo es para él su única meta. 
 
El Demonio también ataca a esta clase de almas haciéndoles participar en actividades que poco cuestan, dándose así el alma a la total pereza espiritual. 
Nada que sea de Dios tiene la menor significancia, por hermoso que sea cualquier acto litúrgico; y si asiste a él está en una distracción plena, pues su espíritu vaga por donde ella quiere que esté, menos en la presencia de Dios, de la cual huye; pues, aunque trata de aparentar que vive feliz, es un desgraciado, pues dentro vive en una flaqueza total, llegando a destruir todo deseo que Dios le inspira, pues no es conveniente para sus gustos darle gusto al Dios santo y verdadero. 
 
Esta situación provocada por el Tentador es diferente a cuando el Dios amantísimo prueba al alma para provocar en ella un mayor amor, cuando la hace pasar por un desierto lleno de aridez, donde el alma es acrisolada para vivir de fe y aumentar en ella toda gracia, pues aunque aquí el alma sufre, es diferente lo que experimenta, pues el alma tiene paz y vive en el amor de su Dios. Aquí el alma, experimentando esa paz, debe vivir de esperanza, fortaleciendo su voluntad en el abandono absoluto en su Dios. 
 
En cambio, el alma manipulada por el Destructor va cayendo sin importarle cualquier desliz espiritual; al contrario del caso anterior donde el alma espera la salida de su estado espiritual, permaneciendo en fidelidad en la oración, aceptando con viva esperanza salir de ese estado. 
En cambio, el alma que se abandona a la voluntad del Demonio no busca a su Dios, se aparta de la oración, va viviendo una vida de comodidad y conformismo, sin importarle el fin para el cual fue creada, vive en un ilusionismo falso, pues cree que Dios así la tiene, sin ver que Dios es en toda alma amor e inyecta en todo mortal el dinamismo verdadero para salir de cualquier situación por agraviosa que éste sea. 
 
Por lo tanto, hijos míos, os prevengo para que no os dejéis destruir, porque es difícil el salir; más fácil es el entrar en cualquier situación de pecado. 
El perezoso espiritual, por lo tanto, va corroyéndose hasta destruirse, pues no se alimenta del Dios de la vida; rehúye al Dios amantísimo. Por lo tanto en su vivir se deja manipular, pues viviendo en ese hastío espiritual, su desgano para hacer actuar a su cuerpo no cuenta. 
Se deja seducir por el Demonio. Nada intenta. Vive perezosamente. Se vuelve sucio de alma y cuerpo. Vive en un abatimiento total, viviendo de los demás sin participar en el trabajo cotidiano. 
Su mismo conformismo lo hace insípido para desear vivir en el deseo de mejorar en su trabajo, en su hogar en cualquier estado en que viva. 
Su pasión dominante la vive en absoluto. 
Su vida es un completo desorden. 
Su aspecto en muchas almas es denigrante, pues su descuido físico no es humildad, sino suciedad, reflejo de la vaciedad de un alma imperfecta. 
 
El perezoso casi siempre, si no siempre, se engolosina dando satisfacción a los apetitos del gusto y de cualquier placer que se le proporciona. 
Se alimenta de la holgazanería. 
Vive complacido de ser perezoso, pues es una satisfacción personal que le llena de un placer ficticio. 
Su mismo vacío lo va llenando de basura, pues el pecado llena de porquería al alma, desfigurándola de su hermosura y despojándola de todo lo que su Dios la había enriquecido. 
Por eso el perezoso es un parásito que vive a costo de los demás, precavido siempre de no esforzarse, pues vive en complicidad con su holgazanería. 
Realiza su propio deseo. 
Se llena de gérmenes enfermizos que lo destruyen. 
Vive siempre, pues, el perezoso en un letargo absoluto. 
 
Hay perezosos que dicen que hacen, cuando ni siquiera tienen deseo de hacer, sino que presumen que hacen con el esfuerzo y trabajo de sus hermanos. 
No aceptan ningún consejo adecuado para salir de su situación, pues no les conviene el salir de ese estado según su pensar, pues para ellos es gusto permanecer en tal estado. 
 
Hijos míos, debéis siempre desear salir de cualquier situación de pecado y ser plenamente liberados por vuestro propio convencimiento y esfuerzo. 
No juzguéis a vuestros hermanos, cuando vosotros estáis en más lamentable estado de relación con vuestro Dios. 
 
 
……..                   ……….                  ………..                  ………. 
 
 
Que este pequeño tratado acerca de la destrucción moral y física del hombre por la aceptación del pecado, fomentada por Satanás y aceptada libremente por vosotros, sea para el provecho personal de cada alma. 
 
Serían insuficientes volúmenes enteros para expresaros los pecados capitales y la astucia con que trabajan Satanás y sus secuaces; pero no es mi deseo relataros volúmenes exuberantes, sino lo elemental y práctico para que conozcáis la verdad del Tentador y la verdadera verdad de cómo actúa en el alma la Trinidad de amor. 
Por eso quise, por medio de esta interlocución de Dios con el alma, se escribiese este pequeño, pero provechoso, tratado, para que el alma descubra a sí misma sus imperfecciones y vaya valorando la necesidad que tiene de vivir en comunión con el Dios salvífico que la escucha, que la acoge, que la dirige y la llena de infinitas gracias por el amor inmenso que tiene hacia el hombre y que por todos los medios el Dios Trinidad sapientísima desea infundir hacia el hombre, por medio del convencimiento personal, el acercamiento del alma hacia un Dios amante que participa activamente en el alma para buscarla y llenarla de su infinito amor, dándole luz de vida para que crezca en el camino de la verdadera perfección, guiándola siempre para que no se pierda eternamente, sino que viva por siempre gozosa del Rey altísimo, que la crio por amor y la llena de su paternal amor. 
 
Por eso, almas, a todos Yo, el Padre amabilísimo y lleno de misericordiosa verdad, os exhorto a que no os apartéis del camino verdadero, a que viváis en prudencia auténtica, buscando siempre rectamente vuestro propio bien, dando amor verdadero al Dios santo, perfectísimo, y lleno de amor y justicia. 
Vivid, pues, hijos del Dios amor con la esperanza y abandono en vuestro amantísimo Señor. 
No busquéis vuestro placer, pues no sea que caigáis en tentación, viviendo una vida de pecado, -ya que el alma que busca la enemistad de su Dios, despreciando mis dones y destruyendo ese templo vivo de Dios que es vuestra alma y no aceptando mi amor y perdón, va a la eterna condenación, no por mi deseo sino por vuestra propia elección,- y seáis eternamente abominables ante vuestro Padre Dios que os ha elegido desde siempre para vivir eternamente felices en la celestial mansión. 
Buscad siempre el camino de la rectitud, siendo honestos con vosotros mismos y misericordiosos con vuestros hermanos, y amantes y generosos en verdad con aquel Dios verdadero que es y será siempre el Dios sempiterno. 
 
Buscad vuestro despojo en absoluto abandono, dando libertad absoluta a vuestro dador divino de actuar salvíficamente en vuestras vidas. 
Dejadme recrearme en plenitud en vosotros.  
Amad siempre la rectitud con absoluta verdad. 
Sed humildes en la presencia de vuestro Padre misericordioso. 
Vivid en cordura santa, dando alojo en vuestras vidas a Aquel que os crio para que seáis alabanzas eternamente del Dios Altísimo. 
No busquéis complaceros en las cosas pecaminosas. ¿No veis que os ponéis en enemistad definitiva con el sapientísimo Señor que sólo busca vuestra amistad y vuestra auténtica manifestación de que vivís en relación verdadera con el Dios santo, que os ama y os habita por su inmenso amor? 
 
Yo soy, pues, hijos míos, el Dios amor que os exhorto a que viváis en amor fiel ante la suprema Divinidad. 
Proclamad mis grandezas. 
Vivid limpios de corazón, con fidelidad al llamado que os hago a que seáis santos por amor. 
 
Que al iros descubriendo a vosotros mismos con paz, pero sí con una determinación plena de cambiar en absoluto para vivir en el amor de vuestro Padre, no busquéis excusas para limitar la actividad salvífica de vuestro Padre, dador de cuanto sois y existe, para que seáis perfectos. 
Vivid siempre en rectitud y prosperidad espiritual. 
Que si en algún momento por vuestra miseria y flaqueza sucumbís ante la tentación, no os quedéis en ese estado, sino que con prontitud claméis al Dios eterno para que acuda en vuestro auxilio y os reconforte, llenándoos de su sublime amor por vuestro arrepentimiento verdadero, para ser reconciliados en el que es principio y fin de cuanto existe. 
 
Valorad, pues, todo cuanto sois y significáis para vuestro generoso Padre.  
Y si nunca llegáis a caer en tentación, ¡qué gloria seréis para el que os ama! 
Vivid siempre en mi presencia y seréis santos, viviendo en la libertad de los hijos de Dios y llevando una vida santa para que vengáis a gozar eternamente de mi amor. 
Venid hijos míos, al Dios verdadero, para que seáis fuentes de vida. 
Compartid con vuestro Dios cualquier situación, invitándome a participar en vuestro vivir. 
Si vivís siempre en mi presencia, seréis llenos de infinitas gracias. 
Yo os exhorto a que cambiéis. 
 
Y que este pequeño tratado, que os fue aclarado por el amor que os tengo, no sea leído por curiosidad o para censura, sino para vuestra plena realización en el que es Padre de vuestro Señor Jesucristo. 
 
Os deseo seáis santos. 
Venid a Mí y Yo os saciaré de cuanto anheláis. 
Venid al que es misericordia sin fin. 
Venid a vuestro Padre compasivo. 
Venid hacia Mí y tendréis vida eterna. 
Buscadme y me hallaréis, pues Yo soy el amor salvífico, que os invito a ser perfectos. 
Os amo, carísimos. 
Amadme, siendo auténticos en verdad. 
Santificad vuestros días. 
No busquéis aparecer ante los demás. 
Buscad el Reino de vuestro Padre y lo demás Yo os daré por añadidura, pues Yo soy el que todo lo es, el que todo lo puede y el que os quiere para que vengáis a la eterna Sion, donde seréis plenamente felices. 
Pero sabed que, si aquí os priváis del placer y sois almas llenas de caridad y amor, seréis salvadas por toda una eternidad. 
Por eso cambiad y vivid en estado de gracia, para que recibáis como galardón al Dios Trino y Uno que os exhorta a la perfección. 
 
Hijos míos, Yo soy el salvífico Hijo del eterno Amor, que os saludo con inflamado amor y os hago la misma invitación que mi Padre os ha hecho. 
Ved este amantísimo corazón que os ofrece su amistad, pues Yo soy el camino que os conduce al Padre. 
Despojaos por amor de vuestros defectos. 
No busquéis la satisfacción de vuestros apetitos. 
Vigilad y orad. ¿No veis que vuestro enemigo os acecha para que os perdáis y no vengáis a gozar del Reino que mi Padre os tiene preparado? 
Buscad la sencillez y la humildad, pues bienaventurado de mi Padre será aquel que, viviendo en su Señor, viva en austeridad de sus sentidos. 
No seáis insensatos, abandonándoos a vuestros propios caprichos. 
Vivid en rectitud. 
Sabéis ya que la oración es la fortaleza que os sostendrá en toda lucha. 
Sed orantes. 
Vigilad, -Yo os lo dije en mi Palabra escrita- para que no caigáis en tentación. 
 
Bienaventurado el que honre el nombre del Señor, siendo testimonio de vida, porque ése es digno del Padre, del Hijo y de su Santo Espíritu. 
Bienaventurado el obediente a los principios fundamentales de la salvación, porque ése será santo en verdad. 
Bienaventurado el que busque ser redimido por su salvífico Salvador, porque ése será llamado hijo del Altísimo. 
Bienaventurado el que busque la verdad, no por ostentación personal, sino para la gloria de Dios, porque ése será grande ante el trono del Hijo de Dios. 
Bienaventurado el que se abra al amor de su Salvador, porque será bañado de mi sangre redentora. 
Bienaventurado el que busque a su Dios para ser alabanza, porque él será glorificado. 
Bienaventurado el recto de corazón, porque el Hijo del Altísimo le llenará de su amor. 
Bienaventurado aquel que camine en el amor verdadero hacia el Hijo del que es, porque ése vivirá en la rectitud de Dios. 
 
Bienaventurado el que, dejando sus propios caprichos, venza sus inclinaciones por amor, porque ése será coheredero del Dios eterno. 
Bienaventurado el que obre con rectitud, porque Yo lo llevaré al Padre y lo proclamaré en la tierra y en los cielos como hijo del Altísimo. 
Bienaventurado el sabio que busque la auténtica humildad, porque no será confundido en aquel día en que el Hijo del Altísimo os juzgará. 
Bienaventurado el que goce con verdad y santidad de lo que Dios le dio, porque ése será proclamado santo por el Hijo del Sempiterno. 
Bienaventurado el justo por amor, porque en él actuaremos para que sea proclamador del Dios santo. 
Bienaventurado el que viviendo en santidad sea testimonio del Dios Trino y Uno, porque para él mi Padre tiene un lugar de predilección en su maternal corazón. 
 
Bienaventurado el que viva en fidelidad las promesas de su bautismo, porque será sellado en el Reino celestial como hijo de su glorioso Señor. 
Bienaventurado el que haga vida mi palabra, porque ése será ensalzado. 
Bienaventurado el que sea misericordioso con sus hermanos, porque Yo, el Hijo del Dios belleza increada, lo llenaré de mi verdad. 
Bienaventurado el recto de corazón, porque Yo me manifestaré ante él. 
Bienaventurado el que respete mis mandamientos, porque ése será saciado en plenitud. 
Bienaventurado el que, siendo rico, viva en pobreza verdadera, porque de ése será la gloria sempiterna. 
 
Bienaventurado el que, habiendo sido tentado haya vivido en gracia de Dios, porque él será coheredero del Reino de mi Padre. 
Bienaventurados, hijos míos, todos aquellos que habiendo escuchado mi voz suplicante, la habéis asimilado, haciéndola vida, porque vuestra recompensa será el gozo de la Trinidad de amor. 
 
Hijos míos, no busquéis vuestra santidad en vuestro placer; no seáis necios, pues seréis confundidos ante la presencia de vuestro Dios. 
Dichoso será en plenitud en el amor de mi Padre aquel que acepte la verdead del Hijo del Altísimo. 
 
Y Yo os digo que el Demonio es mentiroso y os lleva a la perdición. 
¡Qué desgraciado es aquel hombre que niegue la existencia de ese ser miserable, pues está negando mi verdad que está en mi Palabra! 
Vivid en amor y fidelidad a vuestro Dios y seréis santos. 
 
Yo soy el Espíritu redentor que os invita a que seáis almas de perfecta santidad. 
Vivid en el Dios fuego redentor que os exhorta a mejorar vuestro vivir. 
Yo soy el interlocutor ante el Padre y el Hijo. 
Vivid en la fe de los hijos de Dios. 
Dad gloria al Fuego de Dios, dando apertura a vuestro Aposentador. 
 
No limitéis al que es gozo del alma. 
Purificaos de toda imperfección. 
Tenéis mis dones para vuestra santificación. 
Tenéis mi amor. 
Tenéis al dador del deseo de la santificación.  
 
Dejadme actuar en vuestro vivir. 
Dadme honor y alabanza, siendo almas sedientas de la oración. 
Perfeccionad vuestra relación de amor con vuestro Santificador. 
 
Yo soy la luz del alma: dejadme que os guíe al Padre y a su Hijo. 
Vivid en fidelidad ante vuestro Fuego misericordioso que es vida y fortaleza del alma. 
Dejadme actuar y solucionar a mi gusto. 
Yo soy la fuente inagotable del amor del Padre. 
Yo soy la verdad sapientísima. 
Yo soy el Dios unitivo del Padre y del Hijo que os adhiero a su infinito amor. 
 
Venid, hijos míos, al Dios que es amor, y nunca podréis caer ante el Tentador. 
Yo soy vuestra fuerza. 
Yo soy el gozo del alma que busca la paz. 
Yo soy vida eterna y vuestra heredad. 
Yo soy el que os hablo con sediento amor de vosotros, hijos preclaros del Fuego amoroso. 
 
Santificad vuestra vida, siguiendo las indicaciones salvíficas del Invitador a la santidad. 
Dejadme invitaros nuevamente a que seáis lámparas vivas de amor. 
Sed almas alegres, almas de vida eucarística, almas de arrepentimiento pleno de vuestras deficiencias, almas sedientas de la Verdad, almas mensajeras de paz, almas de un amor grande hacia la Madre del Salvador, almas piadosas, almas que alimentadas por la palabra de Dios, seáis encaminadoras de almas hacia la verdad, almas de fortaleza verdadera ante el impío, almas de vida santa, almas que sean proclamadoras del Reino de Dios, almas de fe, esperanza y caridad, almas obedientes y dóciles a mis inspiraciones, almas silenciosas, para que el Dios Fuego sapientísimo se relaciones en mutuo amor, almas codiciosas de santidad, almas, alabanzas de la augusta y sempiterna Trinidad. 
 
Yo soy el viento gozoso en el alma. 
Yo soy música deleitosa de toda alma. 
Yo soy el Fuego de Dios que es amor de los Dos. 
 
Hijitos del Dios Trino y Uno, que vuestro deseo sea la perfección. 
Que vuestro gozo sea en Dios. 
Y que seáis ejemplos vivos, obrando en verdad, para que viviendo en santidad vengáis a gozar del Dios Trinidad, que os bendice con gozo y espera de vosotros vuestra entrega en verdad. 
 
Gloria, honor y alabanza al Dios inmortal, que es vuestra heredad. 
 
Del 29 de diciembre de 1983 al 22 de marzo 1984.

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