Desde el día en que fui con el Padre…, experimenté algo horrible que me atormentaba: una depresión en el alma. Lo atribuía a tristeza o melancolía, porque no vi reacción visible de parte del Padre.
También comencé a sentir fuertes dolores en el estómago, y alguien me decía que era por todo lo sucedido. Pero ahorita comprobé que no es eso, porque después de un fuerte dolor comencé a rezar y ni siquiera dije ‘Hijo’, cuando ya me había pasado del todo; es decir, comencé la jaculatoria: ‘Gloria al Padre’… y de inmediato cesó el dolor.
El Demonio, anterior a esto, me hizo experimentar unos tormentos horribles que yo no sabía cómo explicar hasta que el mismo Señor me dijo que era sequedad e impotencia del alma, que me imposibilitaba de tal forma que experimentaba una fatiga interior y exteriormente.
Cuando comenzó esta lucha el Demonio me decía que el sacerdote era un impostor, un hombre sin escrúpulos y falta de caridad, que me apartara a mi habitación y ahí conversaríamos. Cuando no cedí, el Demonio me insultó y me decía: “Maldita seas. Te odio. Te destruiré, porque eres la alarma de Dios para arrebatarme las almas que poseo. Maldita, pero no lo lograrás.”
Ante eso parecíame despertar de aquel letargo en que me puso el Demonio y sentí fuerzas para luchar y apartarlo de mí. Comencé a luchar y vino la paz.
11 de Junio de 1982.
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