He sentido muchos tormentos, Padre, toda la semana, de una forma y otra, de las que Usted ya sabe.
El Señor me ha mandado que lea a N.S. Padre, Juan de la Cruz; y ahora, al medio día, cuando el Demonio me hizo sentir como que Ud. no quería ni que tocara ese libro, me fui a recostarme en la cama… No sé… no podía leer, no podía hacer nada. Y el Señor me dijo:
“No te dejes; lucha contra el enemigo.
Él no quiere que leas a Juan de la Cruz, porque en él encontrarás mucha luz y virtudes que tienes que practicar, y él te va a enseñar el modo de practicarlas.
No te dejes vencer –me repetía muchas veces.
Ve a leerlo, ve a leerlo”.
Y era un repetir, un repetir, un repetir… Entonces yo me levanté y vine aquí. ¿Me puede leer algo de S. Juan de la Cruz? –Pero dice que Ud. no me escuchó. Y entonces, otra vez llegó el tormento: que Ud. no quería cederme el libro… Y no sé… me llegaban muchas luchas y hasta sentí horror agarrar ese libro. Sentía desaliento. Me causaba horror hasta tocarlo, verlo. Sentía fuertes luchas contra el libro. Y ahorita, hace un momento, dice el Señor:
“Recuerda que toda la furia del infierno está desatada sobre ti.
Yo sé de tus luchas y de tu agonía”.
Entonces también el Demonio me hace sentir, cuando vengo y le digo (porque el Señor me dice que venga y le diga), me hace sentir como que Ud. no me comprende, que Ud. nomás me regaña, sin entenderme. Y el Señor hace un rato me dice:
“Han salido muchos demonios, de los más sabios e inteligentes que habitan en aquella parte donde todo es dolor, odio, tormento, angustia…
Pero esos demonios te están atacando a ti y te van a seguir atacando.
Pero recuerda que Yo te amo.”
Y estas palabras no las comprendí; pero dice:
“Eres gracia ante mis ojos, pero entrégate. ¿Por qué no te quieres entregar del todo a Mí?
Te falta entrega.
¡Ay de ti si dejas que Satanás entre en tu corazón!, porque serás eternamente desgraciada, porque las gracias que has recibido del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo son dones que no a todas las almas le son dados”.
Dice el Señor:
El Demonio tiene, Satanás tiene odio contra ti, mucho odio.
Ten cuidado y no pierdas la paz, porque él sabe cuánta complacencia tengo en ti y de lo que eres capaz el día en que te entregues completamente a Mí.
Y por eso él flagela tu alma con toda clase de tribulaciones, de angustias, de sinsabores, de depresiones, de tormentos.
Y así es, Padre mío. Yo no sabía cómo explicar, pero son unas angustias… A veces parece que el alma está helada ante Dios; y yo lo busco… y entonces lo único que hago es quedarme silenciosita y decirle: “Señor, te amo”; y no puedo decirte más que eso.
Te felicito. Está muy bien. El amor es lo que menos quiere el enemigo, y ésa es la victoria. Recuerda a Teresita, cuando tuvo aquellas tremendas tentaciones contra la fe, y cómo las venció por el amor. No importa que yo no pueda pensar; yo continúo amándote. Y ésa tiene que ser la táctica: ponerse ante el Señor y estar con Él, en actitud de amor (explicación del sacerdote).
Por eso dice:
“Te dije anteriormente: eleva tu mirada, todo tu ser hacia aquella altura donde habito Yo, porque Yo ya sabía todo lo que ibas a pasar y lo que vas a pasar. Y van a haber cosas peores.
No importa lo que llegue: ya sabes dónde está la solución”.
“El Demonio quiere entrar en ti por la falsedad del mundo: es su punto a seguir.
Quiere atraerte hacia él por la falsedad de las cosas del mundo.
Quiere perturbarte de tal forma que tu alma no halle sosiego.
Pero sábete una cosa, que Yo estoy en ti. Soy tu paz, tu alegría y tu amor. Y aunque parezca que todo va hacia abajo, eleva tu espíritu hacia arriba, para que salgas adelante.
Cada vencimiento propio que hagas, habrá más luz, más paz y más amor.
Estos tormentos son terribles, peores que las flagelaciones exteriores.
“Son flagelaciones que el alma no puede ni sabe descubrir, pero que parecen arrancan pedazos del ser del hombre.
En apariencia parece que el hombre está destruido.
Son angustias que hacen que el alma enloquezca.”
Pero la fuerza está en la oración, en la penitencia y en la fidelidad, y en la búsqueda de tu Dios por amor
El Demonio me perturba, diciendo que todo eso es falso, que no hay tal Dios.
Pone en la mente: “que no me acerque a la eucaristía nuevamente, que no es verdad que hay Dios, que disfrute, que Ud. me está quitando lo que realmente es lo mejor para mí”.
Ayer por la tarde eso me decía.
-No sé qué pasa en esos momentos: no puede pensar uno en lo aprendido.
-Se sabe la actitud de amor, de entrega a Dios tiene que ser algo habitual y permanente; y es aquí donde interviene la fe. No importa lo que el enemigo diga: creer y creer, y, creyendo, amar. ¿Entiendes? Guiarnos por la fe, hacer la fe el camino y la maestra, como nos pide el Sto. Padre Juan de la Cruz, y, por la fe, amar.
“El Demonio pondrá trampas fuertes, veladas, ante tus ojos y ante los de él; porque lo primero que tratará será de desuniros, de distanciaros, de que no haya diálogo ni comunicación, de que no haya paz entre los dos. Ese será el primer paso a seguir. Pero contra todo eso vencerá la oración, y el amor, y la unión de los dos en Dios, en Mí, que soy Dios.
Yo soy la unión, la paz y la vida. Y no permitas, que la Obra que se te ha encomendado sea destruida por tu falta de fe, por tu falta de amor y por tu falta de entrega.
Lucha contra todo y contra todos, y sé fiel a Mí.
Yo soy tu Dios, el Hijo del Padre, el Hijo de María, el bienaventurado, el amor, la paz y la tranquilidad.
El Demonio interviene, manipula y engaña a la persona con la enfermedad. Esto es cosa conocida, pero no practicada, ni estudiada con minuciosidad por mis teólogos y psicólogos que trabajan dentro de la Iglesia para la salvación de mis almas.
Teresa tenía el don grandísimo, la sabiduría de cómo atacar al Demonio; por eso aconsejaba a las religiosas que, cuando se sentían con dolores o con enfermedades, no las hicieran tanto aprecio, porque ya sabía por propia experiencia que hay enfermedades que el alma las desea para no asistir al coro, ni a ningún acto de comunidad.
Entonces ella, para cerciorarse si el dolor era del Demonio o era natural, hacía que el alma luchara por vencerse.
Si era Dios, entonces aquella alma seguía sintiendo aquellos dolores, pero con paz, luchando por asistir a la oración y a los actos de comunidad. Pero cuando los dolores eran del Demonio, entonces, o enfermaba más o vencía.
Pero cuando enfermaba más al comenzar a vencerse, entonces era señal propia de que era el Demonio el que estaba trabajando en el cuerpo de aquella alma para apartarla de la oración y de todo acto de comunidad, que es lo que debe ser una vida religiosa.
También en la vida seglar hay personas que desean aparentar sufrir y desean dolores físicos, para atraer las miradas de los demás y la atención. Por tanto entonces hay que atacar, no estimulándole tanto a aquella persona y no fomentándole tanto aquella enfermedad.
Y esto es tan sencillo y simple que un doctor, con una psicología auténtica, lo que primero hace cuando atiende a un paciente es no decirle la gravedad de su enfermedad, porque sabe que, si se la dice, aquel enfermo se da más a sentir y avanza más la enfermedad.
Hay veces en que, cuando se dice: ‘Ud. está aliviado, no tiene nada’, desaparece la enfermedad. El mismo paciente trabaja, sin medicina, la enfermedad va retrocediendo hasta quedarse normal y aliviarse del todo.
Esto es simplemente lo que pasa en este caso. El Demonio está manipulando la mente, y sí siente realmente esos dolores, pero los siente porque ella inconsciente o conscientemente los desea para ser atendida y conseguir que las miradas de las personas que le rodean estén puestas en ella. Entonces ella, sin darse cuenta, está haciendo el trabajo que el Demonio quiere que haya en ella.
(Pero todavía el Demonio está influyendo en ella).
El Demonio dijo: “yo la estoy manipulando” –y se carcajeaba.
Ella se deja manipular por mí, a mi gusto y satisfacción.
Yo le propicio la enfermedad, pero ella la desea”.
“No es verdad que ella no desea esa enfermedad, porque sabe que por medio de esa enfermedad hay ciertas atenciones especiales para ella”. (Aclaración del Señor, ya que ella siempre dice que no desea estar enferma, que quiere aliviarse…)
Pero hago una aclaración. El más grande de los demonios que le atacan es el demonio del conformismo, o la conformidad a su enfermedad.
Han salido ya muchos demonios de ella, pero ése es el fuerte, y los otros que han salido pueden volver fácilmente a unirse con éste.
Mientras no se arranque este demonio, que trabaja con manos de seda, suavemente, en su alma y en su cuerpo, no desaparecerá completamente y no podréis exterminar completamente la infinidad de demonios que todavía la están mortificando.
Los desmayos no son auténticos: también son manipulaciones del demonio en la mente que la hace sentir todo eso. Ella realmente siente que le pasan, y ella da cabida al demonio para sentirlo.
El demonio está trabajando en su psicología terriblemente, y así se está burlando de su tiempo, del tiempo que pudiera dar a otras personas. Personas que hay que buscarlas; no van a venir esas personas a vosotros, hay que buscarlas.
Tu prima dio cabida al demonio de la soberbia. Era una soberbia, irrefrenada.
Tened cuidado de esa soberbia, porque enloquece a la persona hasta hacer llegar a la persona a esos extremos de locura terrible.
Tiene momentos en que puede, momentos muy pequeños en que llega la gracia de Dios, pero la soberbia que ha tenido no puede apartarse de ella, aun en medio de su locura.
¿Qué se puede hacer por ella?)
Que sus padres oren y reciban con frecuencia mi Pan, el Pan que es mi vida, para que el día de la gracia, es decir, el día del llamamiento hacia Mí, sea alcanzada la salvación para ella. (“¿el día de su muerte?) Sí.
Eso os confirmo para que veáis los destrozos que hace al alma el hábito arraigado, sin contar con los deseos del vencimiento.
También vosotros: pensadlo bien y vigilad vuestra soberbia.
No os dejéis manipular por el demonio.
Venced todo lo que sea soberbia e impureza.
Practicad la humildad y la caridad.
Vigilad, más que todo, la oración y la penitencia.
Por eso –dice- el afligir a veces el cuerpo y mortificarlo contra cualquier pasión es como decir al cuerpo: acepta la voluntad de tu Dios.
Y Dios, por ese vencimiento, tiene más poder y fuerza sobre el cuerpo de aquella persona, porque en ese acto la persona doblega su voluntad y hace obedecer al cuerpo.
Vigilad y orad, porque la soberbia es la destrucción de la humanidad.
Vigilad y orad: no seáis soberbios.
A vosotros os digo, que estáis llenos de soberbia, de vanagloria.
Dice el demonio: “Te atormentaré por haber descubierto la verdad; porque haberme descubierto es obstaculizar mi reinado y mi imperio en las almas que ya tenía controladas a mi modo, a mi idea y a mi forma de pensar”.
Le están atacando muchos demonios: el demonio del conformismo, el demonio del pesimismo, el demonio de ser paciente ante la enfermedad (que viene siendo el mismo conformismo), el demonio del deseo del bien para el bienestar del cuerpo.
Eso es el análisis y es luz.
Tú eres torpe y tonta, y no lo podrías discernir.
El demonio de la astucia también trabaja en ella. Por eso te repetía: sé astuto, sé astuto.
El demonio la atormenta en la noche con esos dolores, porque el demonio tratará de destruir el matrimonio; y para que no pueda convivir con su esposo, le hace sentir aquel malestar horrible, como lo hizo contigo.
Es un proceso biológico, trabajando con manos de seda.
El demonio es astuto. Hace lo que te supones, y trabaja con tal tiento que el alma no note muchas veces aquel trabajo.
Y él está sacando a cada paso tajos y tajos de lo que desea, hasta sentirse satisfecho de tener atrapada un alma.
Recuerda siempre: tiene manos de seda, que muchas veces no se sienten y que no son descubiertas si no hay luz, oración, penitencia y austeridad.
Eso que hace adormecer la mente es un trabajo preciso; es como una clave del demonio; así tiene todas las potencias controladas. (¿Para que no haya reacción?). Sí. Es como una especie de imán que atrapa. Entonces, contra eso: luchar para no dejarse adormecer y atacarlo: yo puedo; no me dejaré adormecer, no me adormeceré. Yo puedo con el poder de Dios, y no me dejaré dormir.
Cuando veas que un alma se va adormeciendo, el alma que luche contra el demonio; porque sí podrá luchar contra él, aunque diga que no.
El alma podrá, porque la fuerza de voluntad es un don especialísimo de la gracia divina en las almas.
Y el sostenerse y darse valor el alma por amor a Dios es como una espada que atraviesa las entrañas del demonio.
Tormentos vendrán contra ti, pero no te dejes.
Aunque te dé la impresión de que te adormece, lucha.
(Eso estaba haciendo. Estaba como hipnotizada, pero por dentro estaba diciendo: ‘estoy viva’, ‘estoy en mis cinco’, ‘yo estoy bien’, ‘no me puedes dañar’, ‘interiormente estoy lúcida’, estoy fuerte delante de Dios’… Y así lo estaba haciendo.)
Sólo habéis dado tres batallas contra el demonio. Fue el día en que tenías tanta fe en Mí y luchaste con todo el poder, con toda la valentía y gallardía de una esposa mía. Ese día salieron miles de demonios.
Ese día salieron miles de demonios que estaban asentados y acomodados en esa habitación donde sólo Yo debo morar, y que estaba tan sucia. Tenía obstruido mucho terreno, apoderándose de casi toda la mansión.
¿Recuerdas aquellas habitaciones interiores en el alma que se cerraban ante la gracia, pero en cuyo centro estaba la luz que soy Yo?
Esa luz nunca muere, pero el hombre con sus actos, sus egoísmos, la cubre para tratar de hacerla desaparecer; pero es un engaño que hace sentir el demonio al alma.
Entonces muchas habitaciones estaban ya posesionadas tranquilamente por ellos, y muchos demonios estaban viviendo en esa habitación, en esa mansión, que, -ya te he explicado- tiene muchas salas, cortinas que hay que quitar, puertas que hay que descubrir, basura que hay que barrer, muebles tirados, destruidos por el pecado, de valiosísimo valor que hay que reparar.
Y en esta alma ya estaban teniendo su reinado en ciertas habitaciones; las mejores las tenían ellos.
¿Cuáles fueron las otras victorias?
La primera fue mérito de Ud.: por su fe, su entrega, pensando en el poder que Dios le había dado.
La segunda fue también por su mérito.
Y ésta última fue por mi gran fe.
“Derrumbaste y aplastaste a muchos enemigos míos y de ella”.
Tened todos vuestros ojos abiertos, tanto los del alma como los del cuerpo, para descubrir la maniobra del astuto demonio.
Juan de la Cruz oraba; por eso descubría al demonio. Descubría si era demonio o si era Dios por las actitudes de las personas.
Necesitabas pasar este trance para poder explicar a “XX” todo lo que te pasó anoche y lo que te puede pasar.
El espíritu mudo es el más difícil de echar de las almas; pero no es tan mudo. Es mudo al hablar, al no querer hablar; pero hay formas de descubrirlo por movimientos físicos que hace el alma.
Eso que te pasa es una clarividencia; es como una ráfaga. Haz de cuenta que con tu ojo estás viendo en el microscopio el movimiento de los microbios. Eso es lo que pasa. Reajustas el microscopio hasta centrar y descubrir aquel animal que tú quieres descubrir. Y si no pones todo tu empeño, hay tanto animal en un excremento… (¿verdad?) Entonces hay confusión, hasta que ya lo centras y lo persigues, y lo persigues hasta captarlo y diagnosticar: esta persona tiene tal parásito. Son campos de más parásitos, porque hay mayoría y minoría. Y eso es lo que pasa.
Todo lo que pasa en ti es como un microscopio bien centrado para descubrir al demonio en las personas.
Y siempre que tengas inquietudes, platícaselas. Muchas veces serán inquietudes falsas, pero él sabrá sentir la falsedad.
Ciertamente esos como adormecimientos con complacencia del cuerpo que da cabida a que el demonio se vuelva a sentir en su banquillo de rey en el alma. Está complacida el alma con él. Es como decirle: ‘ven a mí, aquí estoy; estoy a gusto aquí, contigo.’ Así es cuando no es completo desmayo.
También dice:
Cuando es completo desmayo, entonces ahí el alma es duramente atacada por todos los demonios, y el alma, aunque oye y todo, pero como que se paraliza.
Pero cuando hay movimientos es señal que el alma no está totalmente abatida por el demonio, y puede luchar. Y con imperio fuerte hay que hacerla reaccionar.
(¿Me doy a entender’)
Eso se llama en la vida espiritual engaño-ficción, de parte del demonio con el alma paciente, en contacto con ella…
El Santo Cura Vianney, cuando él auxiliaba a un alma y descubría con aquella sabiduría de Dios el tormento que le afligía al alma, sea moral o corporalmente, el demonio, por permisión del Señor, le atacaba de tal forma que a veces sentía el desaliento de dejarla. Pero a través de las luchas contra el demonio, tenía tanto poder contra él que nada ni nadie hubiera podido tener si no hubiera tenido fe y amor.
Es el sistema del demonio: cuando es descubierto, atacar al alma que lo descubre. Por eso a Ud. le está atacando y lo está queriendo destruir hasta no permitirle que tome el Cuerpo del Señor. Hasta ese extremo puede llegar, sí, Padre. Es por donde le ataca, porque es lo que más le podría a Ud. como sacerdote, ungido del Señor, y también por el desprecio de las personas, cuando Ud. se da a ellas.
-Es algo que el alma experimenta sentir, pero no es realidad. Es como un acto de ficción en la vida espiritual que el demonio hace creer al alma que lo está viviendo; pero en realidad no lo vive. Es como una impresión que hace sentir al alma. Es decir, es parecido a la complacencia de un borracho. El borracho dice: ‘voy a tomar para no sentir’, y es cuando más siente, porque la mente trabaja en la preocupación que trae. Es idéntico.
12 de mayo de 1981.
Es más trabajo artificial de ella que lo que produce el demonio. El 99 por ciento de las cosas que le pasan son creadas por su mente. Por tanto podrán pasar años sin que diga que se siente bien, por su propia complacencia.
(¿Pero hay algo que le quiere salir del pecho… garganta…?)
Es más irreal que real. El demonio interviene en ella, pero ella toma la mayor parte.
-(Pero parece luchar y exorcizar durante el ataque –medio desmayo.)
Dice el exorcismo de palabra, pero no de voluntad.
Hay que darle trabajo al alma para que el alma ocupe su tiempo en la súplica de sanación interior y exterior a Dios. El alma tiene en sí armas muy poderosas.
Más severidad con ella y menos beneplácito.
16 de mayo de 1981.
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