Este día fue de mucha actividad y realmente poco, o nada, pude pensar en el Señor. Muchas veces reflexioné en la riqueza que no vale, si no se busca a Dios, ya que todo es vacío cuando se olvida a Dios y el alma se llena de superficialidades.

Por la noche, escuché una voz que me decía: ‘¿Por qué sigues a un Dios con las ideas estúpidas de pobreza? Tú pudieras tener dinero y amor y lo despreciaste.’ –Aquí el demonio se refería a un hombre rico que me pretendía.

Y me decía también el demonio: “Apártate también de ese cura pobre, que sólo te pide cosas imposibles…” –Al escuchar esa voz yo repetía: “Señor, aunque fueras miserable, como me dice Satanás, te amo y me siento feliz y orgullosa de ser tuya. Gracias por tu amor y por lo que Tú me pides. Te amo. Aumenta mi fe y amor. Ante mi actitud, la voz del demonio, que me perturbaba, desapareció.

Por la noche tuve una fuerte lucha contra el demonio, que explicaré lo mejor que pueda. Comenzó hablándome muy mal del ser de Dios. Después que el demonio me dijo horrores de Dios, comencé a experimentar una especia de adormecimiento en mi cuerpo. Veía todo y escuchaba, pero parecía que mis músculos no podían reaccionar sin lograrlo. Podía hablar, pero era como si estuviera hipnotizada. Queriendo reaccionar, decía el ‘gloria al Padre, gloria al Hijo y gloria al Espíritu Santo’ y otras oraciones. Después parecía como si me hubieran inyectado una fuerte droga que me tuviera ida. Mi cuerpo experimentaba como si estuviera flotando y como si todo mi ser estuviera vagando no sé dónde. El cuerpo experimentaba aquel adormecimiento, pero interiormente era un desasosiego que me desesperaba. Quería salir de aquello y no lograba.
Después de una breve oración, desaparecieron aquellas impresiones.

A continuación el Señor me hizo saber:

“Mira: esas experiencia que has vivido es para que comprendas el sufrimiento y dolor de mis almas oprimidas.”

 

25 de Agosto de 1981.