Mi papá me vino a decir que le dijera al sacerdote que si le podía dar una cita para el maestro albañil, que no puede dejar de tomar. Yo le dije que le diría, pero pensé en mi interior que tal vez no le podría ayudar, pues yo no sabía qué hacer.
El Señor me indicó:
“Di al sacerdote que al bendecir el agua imponga sus manos sobre el agua para que mis gracias sean derramadas sobre el agua, y en la oración ordene al Demonio del alcoholismo y a sus efectos que se alejen de esa alma, y así lo haga con cada demonio atacante.”
Yo soy el Espíritu de Dios quien te lo dice.
Habrá ocasiones en que el alma sentirá en su humanidad efectos que la harán menospreciar la oración, ya que el Demonio le hará sentir los efectos como si estuviera en aquel estado de desolación.
3 de diciembre de 1982.
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