Estando ya en preparación para el exorcismo comencé a sentir un sueño irresistible que no podía soportar. De inmediato el Padre comenzó a orar por mí y momentos después desapareció el efecto. – ¿Por qué me ataca a mí? – Es señal de que está llegando el enfermo.
Durante el exorcismo comencé a sentir lo mismo, con algunas variaciones, porque sentía dolores y un poco de quemazones, pero luchando con fuerza comencé a sentirme bien. Estando yo pronunciando las palabras de costumbre escuchaba una voz interior que me decía: “Sigue, dale guerra. No desmayes. Dale con fuerza”.
Y así lo hice, animada de esa voz interior.
Durante este exorcismo también el Demonio intervino de forma directa. Escuchaba cómo me decía: “tú sí crees en mi existencia; pues peor para ti. Te destruiré”.
Y yo, firme, le decía: “Jesús, mi Señor, es el vencedor. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.
Y más se enfurecía.
12 de mayo de 1981.
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