No es el hombre el que busca a su Dios, sino que es Dios el que busca al hombre. Por eso es que sufro el desamor del hombre.
Yo soy unidad perfectísima.
Soy igualdad perfectísima.
Soy santidad perfectísima.
Soy el que soy, y porque soy, soy el Dios eterno, el Dios que, siendo Dios, hablo al hombre y dialogo en intimidad con el ser del hombre.
Sí, sufro.
Soy unidad en el gozo y en el dolor.
Yo soy el Dios Hijo, quien te habla; y cuando sufro participan de mi dolor mi Padre y mi Santo Espíritu.
Si vosotros no hubierais sido hechos semejanza de Dios, Dios seguiría existiendo.
Pero quise que el hombre existiera, para compartir el cielo y todo lo creado con el hombre.
Por eso os digo que cuando vivís con rectitud, siendo alabanzas de Dios, Dios es exaltado y sobre todo amado, pues lo que más me agrada es ser amado, porque la Trinidad de amor es sólo amor.
Y cuando me ofendéis y despreciáis, estáis ofendiendo al Dios que sólo amor da al hombre.
Cuando esa relación, que parte del amor de Dios, es interrumpida por el desprecio del hombre, es cuando sufre Dios, que es comunicación, Dios, que intercambia sus deseos, que busca el bien del hombre, que desea ser amado por el hombre.
Y cuando ese hombre me dice: ‘no me inquietes’, ‘no me busques’, ‘yo no necesito ni tu amor ni tu amistad, ni deseo tu felicidad’, es cuando el desprecio hiere la sensibilidad divina del ser de Dios.
Yo soy un Dios sensible, santo, sabio, omnipotente.
Yo soy un Dios que busca al hombre para darle mi amor y recibir su amor.
Yo soy la sabiduría misma.
Yo soy la magnificencia.
Yo soy el amor.
Yo soy el perdón.
Yo soy la santidad.
Yo soy el que soy, y en esa palabra ‘soy’ se encierra el misterio de Dios.
Por eso el hombre debe de buscar el Reino de Dios y abandonarse a los brazos de su Dios, para que Dios no sufra el desamor.
Teólogos todos, debéis de estudiar la ciencia de Dios, no para enriquecimiento personal, sino para que por el conocimiento de Dios lo busquéis en verdad, y seáis almas abiertas y dóciles a la Verdad, para ser santos, perfectos en verdad.
El dolor de vuestro Dios es por el gran desamor.
No sufro por haberos creado, pues fue por amor, sino porque no correspondéis a mi amor.
Crie todo para que vosotros, hijos míos, vivierais en relación con el Amor. Vosotros sois infinitamente más que lo más bello de la naturaleza, pues vosotros sois templos vivos del Altísimo.
Cuando vosotros, por vuestra decisión, me despreciáis y buscáis la condenación, es cuando Yo sufro, pues vosotros valéis mucho más que todo lo creado.
Por eso os digo, hijitos de mi amor, que un acto de desamor de parte de vosotros lastima tanto a vuestro Dios…, más que si todo lo bello del firmamento se destruyese.
El hombre y al hombre es lo que más ama vuestro Dios.
4 de marzo de 1983.
Comparte esta publicación:
Copyright © Todos los Derechos Reservados.
Se puede compartir e imprimir para fines apostólicos.
El material en esta página web irá aumentando.