¡Qué estupideces dice el hombre cuando su hablar no está en el amor, sino en ideas métricas pedagógicas, con ilusionismos científicos y filosóficos, llenos, según la inteligencia humana, de teología, pero que son protocolos intelectuales, basados en leyes humanas, y según esas leyes en ley divina!
Yo te digo, M.M., que aquel que busca ser verdad ante el Dios, fuente inagotable de verdad, debe de darme en verdad su sabiduría. Y para eso se requiere:
Humildad de expresión y de acción.
Docilidad a las inspiraciones de la Divinidad.
Estudio en amor y en pureza de intención.
Hombre de fe y de oración.
Hombre deseoso de la exaltación del Dios, Trinidad sapientísima.
Hombre de primer grado de amor y sabiduría.
No es sabio el que toma las ideas con precocidad y las retiene. -Sabio es aquel que las retiene y las hace vida; y se siente impotente ante tanta omnipotencia del ser de Dios. Porque aquel que se atribuye los dones para sí mismo y no para mi gloria difícilmente hablará con la luz de mi luz, aunque su intelecto sea una luz de ideas reaccionarias y efusivas, y su talento lo haga destacar.
El hombre de Dios debe ser un hombre abierto a Dios, para suplicar, amar y dar de la ciencia recibida lo que es ante Dios y el mundo teología: ciencia, ciencia de lo alto por donación del Dios infinitamente sabio, santo y omnipotente.
El sabio siéntase como un átomo de pequeña dimensión ante la majestad del Eterno y no ponga en evidencia mi misericordia y no diga que en el amor de Dios hacia el hombre hay transacción. A todos, todos los crie por amor y les di dones de deseo, de inteligencia, de mansedumbre, de pureza, y de esperanza para que vivan en fe y aumento continuo de caridad.
¡Ay de aquel teólogo que se apegue a su verdad intelectual y no busque el Reino del Padre, siendo el último, para llegar a ser el primero en el banquete celestial!
11 de mayo de 1983.
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