Poder de Dios y Presencia de su Ser

En un ser que totalmente ha despreciado mis gracias y del que ha sido apartada toda gracia, pues ya ha sido juzgada y ha recibido su justo castigo, en ese ser Yo ya no habito como ahorita a vosotros os habito. 
Están contenidos por mi poder, pero en ellos no está la presencia de mi ser, ni pueden contemplar la belleza del Dios omnipotente. 
Todas esas almas ya no cuentan en Mí. 
Están –como os lo digo- sostenidas por mi ser, pero sin siquiera poder ver ni conocer al Dios por el cual son sostenidas. 
 
Poder es ejecución directa del ser. 
Pero no por el poder de mi ser tiene que estar en ellos mi ser. 
Este (v.gr. cuaderno) existe por mi poder, pero en ello no está la presencia real de mi ser. Pero mi ser le dio su existencia, y ello es ocasión de que vosotros penséis en mi gran poder. 
Pero vosotros no podéis ver en ello al Dios que le dio el ser por su poder. 
 
El alma del condenado existe por mi poder, pero no por ello está en ella mi ser. 
Pero ella sabe que existe, pues Yo le di por mi poder su existencia; y esa alma sabe el fin de esa existencia, y también el porqué de estar separada de mi ser. 
Y por eso mismo aumenta en ella su sufrir. El saber eso es su tormento. 
En eso consiste su infierno: el verse separada de mi ser y tan lejos de ser alguien que sea en Mí, por Mí y para Mí. 
Y su dolor se agudiza cuando está en su conocimiento la abundancia de mis gracias, y que esas gracias fueron despreciadas de tal forma que, viviendo en ella, no me amó y prefirió el darme su desamor. 
Y en ella se inició la enemistad, no de mi parte, pues Yo soy sólo amor, sino de ella a Mí; pues ella, teniendo la libertad, eligió por su libertad el lugar de condenación. 
Yo no condeno; el alma elige el camino de condenación. 
Pero Yo en ningún instante le abandono hasta momentos después de existir. 
Están mi misericordia y mi Santo Espíritu motivándola al deseo de perdón; pero el alma desprecia mi amor y rechaza mi perdón, y es entonces cuando el alma se aparta para siempre de mi ser, y Yo ya no habito ese ser. 
 
P. ¿Cómo está Dios en todas partes? 
 
R. Yo estoy por mi omnipotencia, mas no por presencia. 
 
P. ¿Cómo se entiende la frase: que Dios está presente en todas las cosas por presencia, esencia y potencia? 
 
R. Existo desde siempre y siempre, pero no porque existo estoy en el ser del condenado. 
En él está mi potencia, mas no mi ser en presencia. 
Está mi omnipotencia, manifestada en mi justicia. 
Está la relación de mi presencia por la presencia del alma en su existencia, pues si ella existe es porque Yo existo y le di existencia; pero mi existencia no es real en ese lugar donde el alma es enemigo de aquel por quien existe. 
Por mi presencia es verdadera, porque el alma y el lugar donde está esa alma provinieron de mi omnipotencia. 
Esa alma ha sido y será un alma fuera de mi ser, aunque Yo le di el ser; pero no por ello pertenece en verdad a mi ser; pero es algo de mi ser, aunque no haya querido aceptar el amor del ser de Dios. 
 
Existe y existo. 
Le amé y no me amó. 
Vivo y vive, pero ya no vive en Mí; y no por eso dejo Yo de existir; y ella seguirá existiendo. 
Pero ya no hay comunión interpersonal, ni el deseo del Supremo; ni Yo ya habito en ella, ni ella nunca podrá estar habitada por Mí. 
 
P. ¿Cuál es la diferencia de su estar presente en el alma en gracia y en el alma en pecado? 
 
R. La diferencia de un alma en gracia es tan explícita y gratuitamente provechosa a su alma que el alma por la gracia está plenamente en conjugación personal con el Amado; y en esa comunión de amor el alma se perfecciona. 
En esa alma por la gracia entra de lleno mi luz y sus tinieblas por la falta de fe, de esperanza y de una caridad destruida son despejadas. 
Comienza a aquilatar su miseria y a valorar lo perdido; y encontrándose en gracia el alma se inicia en el camino de la luz de la verdad y ve con mi luz las tinieblas de su luz. 
Y ya el alma con verdad vislumbra la verdad verdadera y se hace amiga de Dios y toma a su Dios como heredad. 
Y Yo, la Trinidad, en comunión con el alma, me identifico y la llamo al Amor y le doy muestras de mi existencia; la sensibilizo al pecado y la hago de un modo especial penetrar en mi Misterio. 
Y aunque viva de fe, su fe la sostiene en el Amado y por fe vive en Aquel del cual proviene su fe. 
El alma, en virtud de obediencia, acata todo deseo de perfección, sublimiza su vivir y toda vive en el Amor. 
Y ya no vive para sí, sino en el Amado pone todo su existir. 
Y la Trinidad, por su aceptación, la baña de una luz que sólo puede provenir de mi omnipotencia. 
Esa alma crece en virtud y santidad. 
Y el alma, abierta al Amor y abrazada por amor, se unifica a mi ser, y, ya en mi ser, es toda una con mi ser. 
 
El alma, fuera de la gracia, se pone en enemistad con el Dios que le ama, con el Dios que le busca, con el Dios que le redimió, con el Dios que la fortalecerá y la llevará al eterno y sublime bien. 
 
Yo soy el bien que da todo bien y que, en bien de su alma, le habla dentro para hacerle bien. 
Pero el alma, encerrada en sí, desprecia mi ser y rechaza mis inspiraciones, y como una loca en desenfreno se inquieta con todas sus potencias sin freno ninguno, hasta saciarse de sus deseos personales, y obstruye toda luz de mi luz y prefiere las tinieblas. 
Y en ella vivo, pero no como debería de vivir en comunión y amor. 
Pero espero y espero; y mi esperar es hasta el morir de esa alma. 
Pero el alma conozca esta verdad: que entre más peca, menos será mi luz y más difícil será el regreso, pues su distancia es cada vez más lejana. 
 
Yo tiendo mi amistad por deseo, por inspiración, por enfermedad, por dones especiales, por motivación, por amigos. 
Por todos los medios le extiendo mis gracias, pero el alma entre más peca menos creerá en mi amor y menos percibirá mi luz; y, ya en tinieblas, caerá en la tiniebla eterna. 
 
Mis gracias estarán hasta el final, pero como ella no acepta mi amor, no percibe mi amor y en caos muere, lejos del Amor, para estar eternamente apartada del Amor. 
 
Yo espero, pero no provoquéis al Dador de la gracia. 
Más os vale vivir en gracia. 
No vayáis a ser confundidos viviendo en desenfreno y desamor, y provocando a mi Santo Espíritu, diciendo: ‘yo vivo sin Dios, pero Dios por su misericordia me dará su gracia.’ 
 
 
12 de abril de 1983. 

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