La cruz no fue el leño donde estaba mi cuerpo, sino mi cuerpo abierto en cruz.
Mis brazos rígidos estaban en esa postura para que el mundo viera mi corazón abierto al amor.
La verdad del misterio de la cruz encierra la realidad de mi amor. Yo, abierto al mundo por amor.
Yo la cruz, hecha carne, para la redención del género humano.
Yo, el complacido del Padre, amando en postura de cruz.
Yo soy el verdadero tronco de la estirpe de David, sostenido por el Padre.
Mi cuerpo desnudo, en postura de cruz, estaba cubierto por el Espíritu del Padre, que me amaba.
Todo Yo era amor.
Todo Yo era harapo inmundo por amor.
La belleza increada estaba ahí, pendiente de un madero.
El mundo debe sostenerse en la cruz; pero en la cruz de amor; no en la cruz de los recelos y resentimientos.
Yo enseñé al mundo cómo el Hijo del Dios eterno caminó sereno hasta la crucifixión.
Ahí mi Padre presenció la crueldad de los hijos amados por Él, que a su Unigénito humillaban, odiaban y herían.
Lo tomaron en sus manos, llenas de odio, lo calumniaron para hacerlo reo de muerte y crucificarlo.
Ponte en postura de cruz, para que tu Dios te abrace, y tú y Yo muramos de amor, abrazados en cruz.
2 de febrero de 1981.
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