Cristo Jesús, Hijo del Padre, no es un Dios aislado, ni un Dios abandonado, sino que es reflejo de mi ser.
Cristología vivida es unificación del Misterio Trinitario.
Cristo tomó la naturaleza humana, pero procede del Padre y fue iluminado por mi Espíritu.
El que niegue que Cristo es Dios, niega a la vez que Yo, el Padre, lo soy; y por lo tanto desaparece la presencia de mi Santo Espíritu en el alma.
Cristo provino de Mí.
Y Yo soy el que soy.
El Dios perfectísimo, purísimo y sapientísimo.
Y como Yo soy divinidad, mi Hijo es divinidad.
En Él no había sangre contaminada, pues Él no provino de hombre.
Provino de mi Ser, y Yo era su ser.
Si Él era imperfecto –como dicen-, quieren decir que en Dios hay imperfección; lo cual es anatema, pues Cristo es el UNIGÉNITO.
En Él Yo, el Dios de siempre, tenía mis complacencias.
Cristo es Dios y en Dios no cabe ni mancha ni imperfección, aún tomando Dios la naturaleza humana.
Cristo era y es Dios.
Dios en Tres Personas, pues el Padre estaba en Él y mi Santo Espíritu.
El misterio de Dios es longitud, exaltitud, dimensión y prolongación.
Cristo tomó vuestra naturaleza, para que el hombre pudiera acercarse a su Dios y para que Dios comunicara su misión que era salvífica.
Cristo es Dios, pues Yo soy Dios; y Él provino de Dios.
Cristo, que quiere decir ungido, Hijo de Dios.
Cristo, piedra angular.
Cristo, salvador del hombre.
Cristo, Dios y hombre.
Cristo, perfección divina.
Cristo, santo, pues era Dios.
Cristo, que es procedencia mía y unión en comunión con mi Santo Espíritu.
Cristo, vida para el hombre.
Cristo, sustancia que proviene de Dios.
Cristo es el Rey de este mundo, porque su reinado no tendrá fin.
En Cristo no había corrientes de imperfección, pues Dios es y será el Ser perfecto.
Cristo, sublime salvador.
Cristo, jerarca por decisión mía.
Cristo, verdad y vida.
Verdad, pues Yo soy Verdad, y Él era mi verdad.
Vida, que es mi vida, y Yo soy el Dios de la vida.
Cristo que, siendo vida, dio su vida por vuestra vida.
Cristo, luz del mundo; pues Él provino de la Luz.
Yo soy luz que doy al hombre deseo de ser luz.
Y Él, como luz, dio luz en las tinieblas en que el mundo de aquel entonces vivía y que el actual desea vivir.
Yo soy la luz; y el que esté lleno de mi luz irradiará sólo luz.
Luz que transforma al alma.
Luz que quita al alma de toda tiniebla.
Luz que envuelve al alma de una hermosura, que el hombre por su impotencia no puede captar.
Mi Hijo tiene mi divinidad y tomó la naturaleza humana de una Doncella pura e inmaculada.
Es Dios Verbo, es decir, Dios amor.
El Padre Dios de luz, Dios de paz, Dios creador.
Y envió a su amado Hijo para clarificar ideas y salvar almas y decir ante todos la verdad.
El que dice: ‘yo digo la verdad’ no puede decir la verdad si su espíritu no es fuente de verdad.
Un ser enfermo no tiene deseo de decir: ‘tengo salud’, pues, si dice tenerla, está mintiendo.
Por lo tanto, Dios, que es verdad suprema, no podía engañar al hombre dando lecciones de perfección y siendo imperfecto.
Esta lección es para vosotros, los que decís que cuando el Hijo del Altísimo hablaba ante doctores, sanedritas y peritos en la ley de Moisés, decís que lo hacía siendo un enfermo físico y mental.
Por eso os he querido poner la anterior comparación del enfermo hablando de salud. Y os la repito a la inversa: el sano, si habla de enfermedad, miente si dice comprender lo que es enfermedad. Puede decir la situación vivida de un enfermo, pero sin sentirla.
Dios en su omnipotencia veía las ideas criminales en contra de la perfección de Dios; y aún así no se detuvo de hablar la verdad.
Y aclaro: si el Hijo proviene de mi ser, por la humanidad del Hijo corre la verdad de Dios; y de esa verdad brotan los siete sacramentos que son las fuentes salvíficas del corazón de Dios.
Y si la raíz es sana, los miembros deberían serlo; mas no todos lo son.
Por lo tanto, sus obras tampoco lo son, aunque sean mis ungidos y bautizados.
Hay dañados espiritualmente que por su incredulidad fenecerán.
Yo soy altura y santidad; y la pureza procede de Mí.
Todo ser debe sublimarse.
Si el hombre no se abandona al ser de Dios con humildad, el rey de las tinieblas oscurecerá con sus ideas la belleza sublime, santa e incomparable del Verbo, hecho hombre por vuestro amor.
Si la raíz de un árbol está enferma, sus miembros no lucen con esplendor: son ramas a morir.
El cimiento fundamental de mi Iglesia provino del Dios omnipotente, sin daño alguno, sin imperfección ninguna.
Su humanidad sentía las inclemencias y evoluciones de la naturaleza.
Su humanidad sufría con los amigos que sufrían; buscaba el comunicarse con ellos; les transmitía mi verdad, pues Yo soy la verdad; hablaba de caridad, pues Dios es caridad; reflejaba su pureza, pues Yo soy pureza.
Pero os advierto que en Él no había inclinación al mal, ni dolo, ni imperfección; pues Él procedía del ser de Dios y en Dios no existe imperfección.
Dios hecho hombre murió de amor; sufría el tormento y veía en el dolor la salvación vuestra; y deseaba sufrir pidiendo clemencia para sus enemigos. Fue una muerte de amor, pues el Amor soy Yo, y en el Hijo de mi amor sólo había amor para el hombre.
Por eso os digo que la estructura humana de Dios fue la más perfecta, pues Él era el Hijo del Amor.
Y vosotros debéis atacar esas alevosías discriminativas en contra de Dios con amor y siendo alabanzas de Dios.
La Iglesia del Hijo seguirá unida a mi Hijo y por mi Hijo a su Santo Espíritu.
Y mi Hijo en todo momento fue amor hacia Mí, que soy su Padre.
La Iglesia del Hijo no puede ser imperfecta, pues la Piedra angular provino del Dios sapientísimo y omnipotente; y en Dios no cabe maldad, ni imperfección, ni inmadurez, ni dolo.
En Dios hay amor, santidad y belleza.
Os lo repito: El Espíritu que relacionaba a mi Hijo conmigo es amor.
El corazón de mi Hijo estaba encendido de amor por Mí.
Y Él, siendo hombre, buscaba la soledad, para hablar al Padre que le amaba y que Él amaba.
Por eso, si la estructura de la Iglesia fue el Hijo de Dios, esa Iglesia es perfecta, mas no ciertos miembros.
Un miembro dañado es aquel que, ensoberbecido en su corazón, se dice a sí mismo: ‘yo pienso como Dios’, ‘yo por mi capacidad puedo hablar de ese Dios según mi juicio y bienestar’. Y se olvida de que: ‘o con Dios o sin Dios; o en verdad o en tinieblas’.
El que ve la verdad es humilde, pues reconoce que su sabiduría es corta ante mi sabiduría; y su sabiduría, dada a él por deseo de Dios, la emplea para bien de mi Iglesia.
Cuando el hombre ensoberbece su corazón es capaz hasta de sentirse Dios.
Y veréis que él mismo se separa de la verdad por su soberbia, y escribe contra su Dios, o blasfema de la verdad de Dios.
Decir de mi Hijo que era un hombre de conocimientos astrales, de ideas ancestrales, de que su caminar en la verdad era imperfecto, y que Él no era Hijo de mi ser, es como fundir en la persona del Hijo un ser apartado de Dios. Y se implica con eso que Cristo no era Dios, y que Dios no era Cristo, y que, por lo tanto, o vivía en su ser mi Santo Espíritu, y que su humanidad no podía ser de un Ser divino, sino que era simplemente de un ser humano con inclinaciones al pecado y al bien.
Pero el Dios hecho hombre era en todo semejante al hombre, menos en el pecado y en sus concupiscencias.
Pues Dios Padre, que soy Yo, no engendraría un hombre monstruo de imperfección.
Yo engendré al más perfecto de los hombres, al Santo de los santos al Cordero de Dios, siendo inmaculado, pues en su ser no había nada imperfecto.
Pues la Doncella escogida desde la eternidad para ser madre del Eterno era pura e inmaculada.
Su Padre era Dios.
Y su Madre era hija del eterno Dios.
Fue concebido sin mancha original, sin tomar su naturaleza humana por obra de hombre.
Su ser era mi ser.
Y el ser virginal de su Madre estaba totalmente embriagado de amor por su Dios.
El virginal cuerpo de la Madre de mi Unigénito era blancura y era castidad por amor a Dios.
Era la criatura abierta con pureza para que en ella posara el Dios altísimo, el Dios perfectísimo, el Dios purísimo.
El ser de María no supo de relación de hombre alguno, pues el seno que fue cuna de Dios no podía fecundar a otro ser; porque ese ser de María fue exclusivo de Dios, y Ella se donó en su totalidad a ser única y exclusivamente la madre del Cordero, que se engendró en su purísimo ser, para ser salvador del género humano.
¡Ay de aquel que hable en contra de la pureza virginal de la Inmaculada y del Cordero Inmaculado!
Mi Padre le desconocerá y de Mí lo apartará.
Y mi Espíritu no lo guiará al Reino de Dios.
Dios es santo.
Dios es inmaculado.
Dios es verdad.
Dios es fuerza del bien.
Dios es omnipotencia.
Y la Madre del Hijo inmaculada es.
Verdad de fe es todo lo resumido.
Verdad de Dios es lo dicho.
Y blasfemia del hombre es no creer en la verdad de Dios.
Os hablo a vosotros, santos de Dios, pues todos sois llamados a la santidad; pues el cimiento es el Santo de los santos.
Y los que renacéis por el bautismo debéis de ser santos.
Verdad es de fe que aquel que no renace morirá.
Aquel que no toma del agua viva no tendrá vida.
Aquel que niegue toda verdad se perderá, si no se retracta de lo negado y vuelve a la fe de la Iglesia del Hijo.
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En la vida espiritual cuando el alma dice sí a su Dios, el Dios del amor vuelve a encarnarse espiritualmente en el hombre; y ese hombre renace a la fe y resucita por la fe en la verdad.
Y ahí el hombre está profiriendo un fiat semejante al fiat que hizo que el Hijo de Dios se encarnase en el vientre virginal de María.
Espiritualmente Dios hecho hombre, y Dios creador del hombre, y Dios luz del hombre, fuego de amor, toman su aposento para vivir en esa alma.
Y ahí el alma vive en relación con su Dios.
Y a medida que crece en virtud, ella va siendo reflejo vivo del mismo Dios.
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El hombre, cuando es anatema en su proceder, está imitando a aquel que fue luz, pues era luz y era el preferido de Dios, era el de mis complacencias; al que Yo amaba, y el que dondequiera me acompañaba, y el que guiaba a las potestades, querubines y serafines a cantar: ‘Santo es el Dios del amor’. Pero su espíritu deseó el trono de Dios y buscó a los ángeles y los llenó de su deseo. Y muchos creyeron que podían ser igual a Dios, pero todos sucumbieron. Y el abismo se creó ante su rebeldía. Y todo lo bello perdió; y su hermosura desapareció. Y fue tanto lo que él sintió que su odio creció. Y es un ser tan horripilante que los demás demonios le temen y se horrorizan al verle.
Así como Dios se oculta tal cual es ante el hombre, así el demonio no será totalmente contemplado hasta que el alma cae en su poder por siempre, siempre y para siempre.
Él fue transfigurándose cuando se rebelo, y fue tanto su estupor que fue el ser que primero blasfemó contra Dios.
Por eso os pido regeneración espiritual y vivir en comunión con vuestro Amado, y amor por todo el desamor, y actos de amor por las blasfemias contra el Amor, y virtudes por amor, para que en vuestra vida siga viva la fe del hombre en Dios.
La pobreza contra la opulencia.
La castidad contra el vicio de la carne que es lo que más duele a vuestro Dios.
El deseo de Dios por aquellos que odian a vuestro Dios.
Y el deseo del cielo por aquellos que van hacia el abismo.
Amor.
Oblación.
Deseo de santidad.
Adoración a Dios verdad.
Búsqueda del Reino de Dios.
Humildad en contra de tanta soberbia.
Amistad con los santos por tantas amistades que se unen para blasfemar en contra de la verdad de Dios.
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Los demonios, aunque estén fuera del infierno, siempre sufren las consecuencias del mal.
Ni un segundo descansan de su tormento.
En dondequiera sienten su mal.
Y os lo digo: cada alma perdida es doble condenación para aquellos espíritus.
Los demonios sienten tanto odio por Dios que, conscientes de sus padeceres, no les importa sufrir.
Cada segundo de vuestro tiempo aumentan su odio para Mí.
Y es tanto el odio que no pueden sufrir el ver amado al Dios que ellos conocieron y amaron.
Ante las almas que entablan guerra contra sus inclinaciones y vencen y viven en Dios y mueren amadas de Dios, el infierno se estremece de odio, y los condenados ante aquel estremecimiento, al unísono con los demonios, maldicen a Dios, creyendo que Dios se dolerá ante su blasfemia; pero ellos solos se dañan, sin dañar al Dios del amor.
Las almas caen al día en el lugar de perdición como un diluvio perpetuo, tragadas por el dragón infernal por siempre, sin fin y siempre.
Así como los santos con las jerarquías celestiales cantan: ‘Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios de lo creado. Te amamos y te alabamos sin fin a Ti, Señor, y nos postramos reverentes ante Ti.’
El alma, al salir del cuerpo mortal, se enfrenta ante la presencia real del Dios que le amó y repetidas veces se identificó ante ella. Y ante la belleza de Dios y la verdad de Dios aquella alma siente lo que ella rechazó: la gracia de Dios. Y en ese instante, ante la belleza de Dios, se rebela a su Dios. Y viendo que existe Dios, al cual ella desamó y en el cual no creyó, vuelve su rostro de Dios. Y ya juzgada por Dios se entrega al enemigo de Dios.
El insensato no creerá, pues la soberbia destruye la verdad.
En él mi gracia está, pero ante muchos mi verdad no florecerá.
Por eso os digo que caminéis en verdad, siendo humildes en Dios y por Dios, y santos para Dios. Y por Dios amaos los unos a los otros, ahora que podéis crecer en el amor.
El hombre está creado con enorme capacidad de amor. Y por amor podrá superar la belleza de los serafines; pues el amor acrisola, purifica, enseña. Y por el amor hay almas que están cerca, muy cerca del trono de Dios.
El hombre está dotado de todo lo sublime, y está de tal forma en el corazón de Dios que los ángeles desearían ser uno de vosotros, para acrecentar su hermosura y ganar un lugar más cerca de Dios.
Por el amor seréis juzgados. Y por el amor a Dios, y por Dios a los hermanos seréis recompensados.
Vosotros labraréis vuestro trono en el Reino de Dios.
Tenéis que vivir de fe, pues por la fe el alma alcanzará salvación.
Vuestro Dios no sería justo si ante unos me mostrara y ante otros me negara.
Me hago presente por lo creado.
Me hago presente en vuestro interior.
Me hago latente cuando por vuestra decisión os inclináis al mal, y cuando os pongo el deseo de bien.
Me hago presente por las gracias donadas.
Me hago presente por vuestro existir.
Me hago presente en todo lo creado.
Y me hago presente aún en el dolor, pues el dolor purifica, y ese dolor se sublimiza.
Por el dolor el alma se santifica y a la vez se purifica.
Así de grande es el dolor en Dios.
Por eso caminad en docilidad al Espíritu de Dios, y fortaleced vuestro espíritu con la fe, con la esperanza y la viva caridad.
Renunciad a toda concupiscencia por amor; pero que vuestro amor sea según los mandamientos de Dios.
Y si queréis ser grandes para Dios, vivid siendo almas de oración y de oblación, almas sacrificadas, almas deseosas de pureza, almas fervientes, almas deseosas del Cuerpo de Dios, almas que caminen en el bien, almas deseosas de escuchar la palabra de Dios, almas de fe acrecentada, almas luminarias en la Iglesia de Dios, almas que amen tan sólo a su Dios, almas que sean transparencias de Dios, almas que se identifiquen con el ser de Dios, almas que vivan amando y glorificando a la Trinidad de amor; y en eso encontraréis mi paz y mi perdón, y seréis partícipes del Reino del Padre que os ama en su Hijo y en su Santo Espíritu.
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Explicación:
El alma de María estaba abierta al amor de Dios por medio de la oración para cuando el Ángel le anunciara que iba a ser Madre del Redentor.
Eso era en lo espiritual.
El cuerpo inmaculado de María –como es normal en toda mujer- vivía los momentos de su ovulación.
Su cuerpo virginal estaba preparado para recibir al Hijo del Padre, engendrado por amor.
Como veréis en el momento de la Encarnación se reveló ante el ser humano el Misterio Trinitario.
El Padre, suplicando el fiat de María.
El Espíritu, depositando en el purísimo vientre de María al Verbo de Dios.
Y el Verbo, encarnándose por amor al género humano.
Ahí veréis la función salvífica de cada divina Persona.
El Padre es Dios.
Su Hijo, que procede de Él, es Dios.
Y el Espíritu, unión y amor de ambos, también lo es.
(La unión sustancial del ser de María con el ser de Dios en oración tuvo que ser directa e inmediata, sin necesidad de mediador. ¿La función del Ángel?)
El Ángel fue el transmisor de la Buena Nueva.
María oraba, cuando ante su mirar se apareció aquel personaje celestial.
El Padre la embriagaba de su presencia, y Ella estaba en relación con el Padre.
El Ángel fue el mensajero.
Pero el Padre fue el que anteriormente preparó con amor su espíritu para que fuera dócil a la invitación del Ángel.
El Espíritu Santo revestía su alma de deseo de amar a su Dios y de complacer en todo a su Dios.
Fue la función especial de mi Santo Espíritu.
María orando y en Ella el Dios creador y el Dios santificador preparaban su alma y su cuerpo, para que el Hijo posara en él.
9 de noviembre de 1982.
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