No todo aquel que me dice: ‘Señor, Señor’, es digno de Mí.
No todo aquel que dice me ama me seguirá a donde Yo le invito.
Y no todo aquel que me diga ‘Sí, Señor’ es auténtico ante el Dios de verdad.
En el hombre despojado habito Yo.
En el sencillo estoy Yo.
Y pobre por Mí Yo, la Trinidad de amor, le diré con amor:
“Venid hacia Mí, que en Mí encontraréis paz, luz, fuerza, vida verdadera, y sobre todo, en plenitud, mi inmenso amor.”
Bienaventurado el que, sabiéndose amado, se entrega a Mí en verdad, pues de él es el Reino del Padre.
Bienaventurado es aquel que en su deseo de transformación se despoje de todo por amor.
Bienaventurado el que por mi nombre abandone cuanto posee, pues Yo le daré el cien por uno en recompensa.
Bienaventurado el que, abriéndose a mi amor, se entregue en amor a mi amor.
Te amo.
¡Cuánto amor es mi amor por ti!
Te amo, hijito mío.
Sé alma de amor.
Ama siempre, pues en ti confío.
Te amo. Te amo. Te amo. ¡Cuánto te amor!
Ámame, te lo suplico.
Tómame para ti, que Yo en ti vivo gozoso y siempre amándote a ti.
El que te habita te ama.
El que te busca te dice en verdad que soy el Dios misericordioso, el Dios amante y sempiterno, el Dios deseoso de que toda alma me ame en verdad.
Sé santo por amor a la verdad.
Te bendigo, hijo de mi amor.
24 de junio de 1983.
Comparte esta publicación:
Copyright © Todos los Derechos Reservados.
Se puede compartir e imprimir para fines apostólicos.
El material en esta página web irá aumentando.