Jueves Santo

Ayer, el Señor me manifestó más amor, diciéndome: 
 
“Quiero entregarme a ti; no me abandones. 
No regreses atrás. 
Te entrego mi corazón.” 
 
Yo le dije: ‘Señor, me siento mal cuando me dices que no te abandone, pero Tú me conoces más que nadie y conoces mis defectos y fragilidades. 
 
Este jueves procuré servirle a mi Dios con alegría y entusiasmo, manifestándole interior y exteriormente mi amor. El Señor me dijo durante el día: 
 
“Conmemora, hija mía, este día, con tu corazón y tu espíritu en recogimiento, el día de la oblación en que mi amor venció al dolor, y me entregué al hombre para que no se quedase solo y pudiera recurrir a Mí en el momento de dolor y de alegría. 
Yo soy el amor. Por eso te suplico nuevamente que te entregues plenamente a Mí. 
Yo te busco y deseo. ¿Por qué no me permites hablarte y comunicarte mis deseos y manifestarte mi amor? 
 
Mi carne quiero sea tu alimento. 
Mi sangre fue derramada por ti gota a gota. 
En aquel momento pensaba en ti y en tus infidelidades, y en lo mucho que esperaba de ti. 
Yo soy el Padre que te entregó a mi Hijo para que le ames.” 
 
Yo me sentí tan poquita cosa, ya que a últimas fechas he sentido grandes tribulaciones. Yo soy ignorante y mi misma ignorancia me hace vacilar. Es mucho mi deseo de ser fiel al llamamiento, pero hay en el alma grandes ataduras que tengo que quitar. 
El Señor me dijo con voz amorosa y lastimera: 
 
“Ven, amada. 
Alivia mi dolor y mi sed de ser amado. 
Atiende a mi súplica, que tu Dios te ama y desea ser amado por ti. 
Que tu correspondencia a mi llamado sea fructífera. 
Que en ti encuentre siempre alojo mi ardiente corazón. 
Soy un Dios divino y humano. 
Soy fuego que arde y mansedumbre que atrae. 
Soy fuente perenne de amor. 
Soy hostia que alimenta y sangre que redime. 
Soy luz que guía. 
Soy evangelio que da vida. 
Soy fuente de alegría. 
Soy paz, dulzura y bienestar. 
Soy Hijo del Dios vivo. 
Soy salvador. 
Soy, como el mundo proclama, el redentor despreciado e injuriado. 
Soy remanso en la lucha. 
En el mundo no habrá paz sin Mí. 
Yo soy el dador del amor. 
 
También, mis amados, predicad con vuestra conducta la Buena Nueva que os vine a anunciar: paz, amor, perdón, cruz y resurrección. 
Aviva tu fe. La fe vencerá las tinieblas de los que viven en el mundo sin luz. 
El alma que vive en Mí será un alma redentora que, en unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu, será ayuda para la salvación de muchos. 
Lucha con la cruz y vencerás. 
La victoria cuesta dolor, renuncia, entrega, oblación y purificación. 
 
El Espíritu Santo que habita en ti te hace un llamado: amar el dolor y tomar con valentía la cruz es signo de salvación. 
Ármate de nueva armadura. 
Sé fiel, piadoso, generoso, benevolente, amante del bien y firme en la verdad. 
Consúmete en la llama del amor. 
Eleva tu espíritu hacia el Amor eterno. 
 
Yo soy tu Dios que te ama. 
No olvides: cruz y amor es el signo que debes tener impreso en tu alma. 
Sé como el pájaro que vuela sin ataduras. 
Arranca de ti lo que te aparte de la verdad. 
Vive en amor y fidelidad. 
Aparta de ti la oscuridad. 
 
Yo soy la luz del mundo y el que viene a Mí no andará en tinieblas. 
Bienaventurado el hombre que se dispone con la pobreza, humildad y generosidad, porque de él es el Reino de mi Padre. 
Quita de tu corazón todo afecto desordenado. 
Brilla como cirio de abundante luz ante tus hermanos. 
Vence el temor. 
Ama el dolor. 
Sé, pues, amante y siempre sacrificada. 
No rehúses el dolor. 
Abrázate a mi cruz. 
Ayúdame a bajar de ella. 
Necesito de ti. 
Mira que mi corazón deseo entregártelo. 
Vuelve tu mirada hacia Mí y dime si puede haber mayor dolor que mi dolor. 
El desprecio del hombre hiere y lastima mi corazón. 
 
Purifica tus deseos. 
Sublimiza tu trabajo. 
Acoge mis consejos. 
Vive sedienta de mi amor. 
Sé generosa con tus semejantes. 
Abierto esté tu corazón para atender mis súplicas. 
Vive unida a Mí. 
Sáciate de Mí. 
Yo soy agua que vivifica. 
Soy luz que permanece encendida. 
Soy corazón amante que para el hombre vive. 
Soy el Dios manso y humilde, y parece que eso horroriza a la humanidad. 
 
Deseo viváis pobres de espíritu, abiertos al Espíritu de Dios, deseosos de ser perfectos. 
Que tus inclinaciones sean positivas. 
Que tu ideal sea seguir el camino de la cruz y del dolor. 
Crucifícate en Mí. 
Ahuyenta de ti todo lo que el mundo te ofrece. 
Que tu oblación se completa. 
Que tu lucha por destruir la maldad del hombre sea en paz y amor. 
Renuévate de lo viejo que hay en ti. Destrúyelo. 
Sé un alma nueva. 
Sé un árbol que dé fruto. 
No permitas que el espíritu de maldad destruya en ti el deseo de amarme y de perfeccionarte para Mí. 
Yo te amo y vuelvo a ti mi mirada suplicante. 
Dame, amada, tu amor. 
Engalana tu alma de perlas que hagan bello tu vestido de esposa. 
Yo soy tu Amante, el Esposo de tu alma, el Dios que, traspasado por la lanza del dolor, te dice: ‘ámame, que en Mí encontrarás el camino y la verdad’. 
Yo soy el Pastor que pastorea en las praderas donde el olor de bellas flores atrae a la amada y la colma de caricias y, enternecido, me entrego a ella. 
Soy como el arrullo de la fuente que con suave canto te embelesa. 
Soy consuelo para el que sufre. 
Soy también Padre, Hermano y celestial Señor. 
 
Yo soy un Cristo vivo que habita en ti y que en mi desolación por el desamor del hombre te busca. 
No rechaces a un Dios enamorado de las almas, pero que ellas me apartan con desprecio y cambian mi amor por el placer. 
Aquí estoy en esta cruz de amor, esperando que tú me bajes de ella. 
Sufro por tus ingratitudes. 
No olvide lo que hoy te he dicho. 
 
Amad la justicia. 
Sed rectos de corazón. 
Sed como Yo os di ejemplo. 
Soy tu Dios, el que te ama con amor eterno, tu amante Esposo que sólo amor te da. 
 
Que la cruz sea para ti júbilo, ya que al tomarla con amor subirás al Padre que te ama. 
Debes buscar con ligereza y presura tu completa transformación. 
Alégrate en mi resurrección. 
Canta con el salmista: ‘Hosanna en el cielo al Rey que triunfó y venció al dolor y a la muerte.’ 
Canta, alma fiel, enamorada, jubilosa con tu Amado. 
Resucita. 
No mueras indecisa. 
Vence la oscuridad. 
Lucha contra el poder de las tinieblas. 
Reanima tu espíritu. 
Que mi resurrección sea inspiración para que tu alma resucite en deseos de amor. 
Alma, que esperas con júbilo el momento litúrgico en que mi Iglesia conmemora aquel día de gloria para el Padre, en que el Hijo resucitó y con ello mostró al hombre que Dios Hombre vino a los suyos, pero que ellos, por su ceguedad, no comprendieron que mi Padre me envió para su salvación, gózate, alégrate, amada esposa del Ser supremo, mensajera del Padre. 
Tú eres mi amada. Eres mi portavoz. 
Alégrate, que el cielo y la tierra se estremecieron con mi poder y gloria. 
Resucita para Mí. 
No olvides que ante la cura parecía un Dios destruido, pero, ¡oh proclamación jubilosa!, resucité para salvación de los que me aman y condenación para los que por el pecado no se nene a mi Iglesia vigente en la tierra. 
 
El coro de las Potestades, Querubines, Serafines y Santos aclaman sin cesar: ‘Ahí viene el Hijo de David, el enviado del Padre. Para Él todo honor y gloria.’ 
Únete, amada a ese coro. 
Tu espíritu gozoso esté en Mí con la fe y la esperanza. 
Yo soy el Dios resucitado que venció al pecado y a la muerte, el Dios que en oblación se ofreció por tu salvación, el que gozoso en el cielo vive en ti y quiere que tu alma se goce en mi triunfo. 
¿A quién podrás temer si Yo soy tu victoria? 
Conmigo está la salvación. 
Yo soy el Hijo del Padre, gozoso y victorioso. 
Alégrate, amada en el gozo de tu Señor. 
Revístete de gozo y en mi victoria gózate. 
El mundo no comprendió mi Evangelio y sigue en tinieblas. 
Yo soy el camino y la verdad, y el que vive en Mí resucitará para la gloria de mi Padre. 
¡Hosanna canta, alma mía! 
Yo soy el Dios resucitado que te ama y está en ti. 
 
Este testimonio de mi amor por ti y por él; es para los dos. 
Yo soy Dios Trinidad que se dirige amoroso por medio de ti a él. 
 
¡Gloria, gloria a Mí en el cielo y en la tierra! 
Tiemblen los abismos y cuantos estén en ellos, que ¡Dios Hijo triunfó y venció! 
¡Bendita cruz! 
¡Bendito dolor! 
Yo soy el amor. 
Yo soy la salvación. 
Yo soy la glorificación. 
¡Alegría conmigo! 
Soy Yo el Dios que te ama. 
Únete a Mí. 
Os amo. 
Sois mi gozo y mi fuerza. 
En vosotros confío y tengo puesta mi esperanza. 
No defraudéis a vuestro Dios. 
Os amo con plenitud. 
 
M.M.: Que mi resurrección no sea simbolismo, sino realismo en tu alma. 
Resucité para la gloria del Padre y para vencer al poder de las tinieblas. 
 
Resucitad vosotros para la gloria de Dios. 
Alégrate en compañía de mi Madre. 
Únete a su gozo en esta noche memorable en que el Hijo del hombre aplastó a su enemigo. 
¡Oh cruz que venciste! ¡Bendita seas! 
Aclama tú también conmigo y gozaos para que vuestro gozo sea fiel testimonio de mi triunfo. 
Soy luz para mi Iglesia. 
Soy pastor que la dirige. 
Soy la esperanza del que confía en Mí. 
Soy la gloria que está dentro de ti. Vívela. 
Ámame. 
Triunfa amándome. 
Arrodíllate ante tu Dios. 
Clamoréalo con amor. No lo olvides. 
Resucitar es vencer. 
Resucitad vosotros venciendo todo lo que os aparte de mis deseos. 
Os amo y os abrazo. 
Soy vuestro hermano que se dirige a vosotros. 
Amad a mi Padre y sed almas amantes y dóciles a su Espíritu. 
Gozo en mi Padre. 
Amor a Mí que soy vuestro Salvador. 
Ayudad con vuestra docilidad a su Santo Espíritu. 
Gozo, amor y paz a vuestro Dios. 
 
                                               .          .          . 
 
 
El Misterio de mi amor ha sido revelado a ti. 
Mi corazón está abierto; penetra en él. Ahí te serán dadas gracias inagotables. 
Mi doctrina será comprendida por ti. 
Mi ciencia de amor la aprenderás. 
No seas fugaz en el amor; permanece firme en él y alcanzarás lo que tu mente nunca imaginó. 
Vislumbrarás con claridad los misterios inagotables que manan de mi amante corazón. 
Penetra, pues, en esta arca abierta para ti, porque es grande mi amor por ti. 
Leerás en Mí misterios y grandezas que te llenarán e gozo y te darán luz en el camino a seguir. 
Sé fiel. 
Sé obediente. 
Sé amante y perseverante. 
 
Yo soy el Cordero inmolado. 
Yo soy la esencia fundamental de cuanto existe. 
Yo soy fortaleza para el ser del hombre. 
Yo seré tu alcázar. 
Tu porvenir está en mis manos. 
Tú eres como el amanecer, siendo una oscuridad, porque Yo soy ese amanecer y el que está en Mí irradia pureza, alegría y santidad. 
 
Yo en ti pienso. Tú debes pensar en Mí. 
Todas las inspiraciones santas no provienen de ti; son acción del Espíritu del Padre que te concede dones a los cuales debes tener atención y siempre obedecer. 
Yo, el inmaculado, el que resucitó y se goza en manifestar al hombre misterios de amor, solicito tu amor y perseverancia. 
Yo soy el lirio más hermoso de los campos. 
Alma que estás en mi presencia, recógete en Mí y sé manifestación con tu amor y pensar de la gloria del Padre. 
 
 
8 de Abril de 1982.

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