Semblanzas

Lo que le pasa contigo no es obstinación, sino firmeza. Es conocimiento y práctica de la verdad. Se decía de él que sabía, pero que no practicaba. Ahora sabe y practica por su humildad y su amor. 
 
No hay novedad en mis palabras. Mi doctrina no es nueva. Ese es un modo auténtico de conocer y darse a conocer con los demás. 
 
JUAN necesitaba exteriorizar su amor y recibir muestras de amor. 
PEDRO me amaba y me buscaba, y Yo veía su gran amor hacia Mí, pero nunca se atrevía a mostrarme externamente su amor. Sus manifestaciones de amor eran de palabras y de hechos. Con su mirar explicaba cuánto amor había para Mí en su corazón. 
SANTIAGO era muy semejante a Juan, aunque su corazón era más duro para entender. Me estoy refiriendo a cuando Yo les hablaba. Juan lo entendía, pero Santiago no tenía la misma facilidad para captar mis mensajes y doctrina. Era precavido y silencioso, pero tierno y lleno de caridad para los demás. 
FELIPE era alegre y contagioso con su alegría. 
TOMAS era necio y siempre preguntaba: “Rabí, ¿por qué, y para qué, y en qué, y cómo?” Me refiero a cuando Yo les explicaba mi doctrina. 
JUDAS sintió mi amor, porque Yo le di amor, pero no purificó del todo su corazón. Por lo tanto, no autenticó su amor; y ya ves cómo se perdió. Ese ejemplo os doy para que vosotros veáis la importancia de la purificación. 
A ZAQUEO le tuve que mostrar mi amor y con ello su corazón se enterneció y se volcó en amor a su Dios. 
PABLO era fuerte, invencible en sus decisiones, estrepitoso y muy afable. De su corazón manaba ternura para sus hermanos. Su sabiduría para mis cosas era irresistible. Su presencia causaba admiración y profundo respeto. De su boca manaban palabras llenas de ciencia, porque su carácter y su amor se conjugaban y destilaban la esencia de la doctrina vivida por él; y de él siempre salía una extraordinaria sabiduría, y todo su corazón se convertía en deseo de salvación y de conversión. 
Su interior, es decir, su corazón, era tierno como el de un niño; dulce como un ave y fogoso como el mismo fuego. 
Era ardiente en el amor, apacible en el tormento, sereno ante cualquier adversidad, temeroso de ofender a Aquel a quien tanto amó. 
Todo su ser se compenetraba en amar y desear el bien espiritual de sus hermanos. 
Vivía encendido en amor y murió derramando amor. 
¡Cuántos Pablos necesita mi Iglesia! ¡Su espíritu era tan profundo! 
Escudriñaba con minuciosidad cada detalle de mi vida y la enfocaba a su propio bien y al bien de los demás con una ciencia asombrosa, y predicaba pasmando al mismo Dios que lo crió. 
Se entregó minuto a minuto, y segundo a segundo; fue dedicación completa a la Evangelización. Sacaba fuerza de la oración y de la entrega. 
¡Ay amor único que pocas veces suele darse! 
Pablo, fiel servidor, vive en la remembranza de mis discípulos a través del tiempo. Conmigo se configuró y ahora está ya con el que es su eterno amor. Su inteligencia asombra a buenos y a malos. 
 
TERESA no necesitaba ternura exterior, pero sí muestras de amor. Era varonil, efusiva, violenta. Nunca temía ser despreciada. 
 
TERESITA, sin embargo era todo lo contrario. Era tímida, sencilla y sensible. Para ella era necesarias manifestaciones visibles en todos los aspectos. Todo su sentir lo ofreció a su Dios, y ahí encontró la paz y el amor. 
 
– Son paralelismos para comprender a cada cual y darle también por igual al que lo ha menester, según y conforme sea necesario. 
Cada alma es una experiencia. 
Tratar a las personas es usar la psicología, pero más que todo es tener amor y por medio del amor verdadero la auténtica caridad. 
 
A MARÍA DE MAGDALA cuántas veces la acaricié para demostrarle que su Dios la amaba. Esas manifestaciones eran necesarias para mover su corazón. 
 
MARTA era fuerte y sensible a la vez, y para ella no era necesario. 
 
– – Es tan simple entregarse a MÍ… ¿Por qué no te entregas de una vez y me amas? -“Yo quiero”.  
En el querer está el deseo, y en el deseo está el amor. Pero es necesario más amor. Es lo que necesitas para aumentar más tu deseo. 
La vanidad, poco a poco, ha sido echada fuera; el egoísmo también. Te falta tener mucha más caridad y aumento de fe, y tener más seriedad al pensar en Mí. 
Sé niña en el amor, pero adulta en el pensar. 
Te necesito desalojada de todo y para todo. 
No quiero maldad en ti. 
La disipación orilla a la condenación. 
Las virtudes son siempre agradables a Dios; practícalas y auméntalas. 
Unifícate a cada instante con la Trinidad que habita en ti. 
Vive en continua transformación y purificación. 
Elévate hasta tu Dios y vive satisfaciéndole sólo a Él. 
Enséñate a orar en autenticidad, y a ser abnegada y sacrificada para tu Dios. 
Sé silenciosa y alegre para Él. 
Aumenta tu fidelidad y sé más amante de la Verdad. 
 
Él necesita autenticidad en la oración y en la caridad, abnegación consigo mismo por amor y para servicio de su Dios, cuando él crea prudente y necesario, más amor hacia Mí, profundizar más el misterio de la Trinidad, ser generoso con los demás, vivir de amor para sí mismo morir por amor, renunciar a sus falsos dioses… 
 
(Hay dioses falsos de pobreza, de pureza de intención, de corrección de purificación, de auténtica comunicación, de vencimientos, de amor, de paz, de simpleza…) 
 
más fidelidad en corregir su voluntad. 
Su fe es grande, pero su caridad es débil y voluntariosa. Su abnegación es pura y agradable a su Dios. Su fe es auténtica y profunda. Su deseo es sublime, y su amor es grande, pero puede ser mucho más. 
 
Eres explosiva por fuera y dulce por dentro. 
El amor es bueno si le amas en Mí y pensando en Mí. 
 
10 de febrero de 1981. 
 
Te quiero cerca de él, unida en fidelidad y amor. 
¿Quién os podrá separar del amor de Cristo? –Sólo vosotros si así lo deseáis. 
 
 
Adviértele que el demonio de la destrucción reina en los corazones apasionados, no en los virtuosos. 
Él debe de ser tu sostén, y tú el de él. 
Vivid unidos en el amor para Mí. 
Es mejor dos unidos que treinta desunidos. 
Yo, tu Dios, sentí gran predilección por Juan; era mi amado y en él deposité el amor de mi corazón. Su amor efusivo y transparente y puro cautivó mi corazón. Cuando Yo acariciaba su pelo, él respondía a mi amor. 
Todos tenían celos de mi gran amor, pero los otros no eran como Juan.  
El segundo era Pedro. 
 
– – Nada ni nadie podrá impedir que os ame. 
 
¡Qué gran contento es tratar y conocer a un alma diáfana, pura y amante! Defectos los hay, pero ¡qué bello es conocerlos y poder penetrar hasta el fondo de tu corazón y saber que en él hay respuesta de amor! 
Eres para él como una flor en sus manos. Él sabe el modo de cortarla, de pulirla, de darle belleza, de mirarla, de deshojarla, de amarla, de enseñarle sin miedo alguno sus deseos, su amor, su fe, y sus inquietudes. Contigo hay amistad en Dios, y amor, y franqueza y comprensión. Contigo puede tratar de sus aspiraciones, y también puede hablar de sus inquietudes. Del conocimiento de todo esto surge el amor. 
ÉL TE AMA PORQUE TE CONOCE, y TÚ LE AMAS PORQUE LE CONOCES. 
No desconfiéis el uno del otro. Yo os haré sentir cuando el demonio quiera perturbar esta amistad. 
 
Ambrosio y Mónica dialogaban, y su amor era en Dios. 
Él, un hombre que la guiaba para Dios, y ella, una mujer deseosa de saber la verdad de Dios, se unían en íntima comunicación, y los dos, unidos para mi amor, fueron los que alcanzaron y transformaron a aquel astro gigante de mi Iglesia, Agustín convertido por aquel diálogo de Mónica y Ambrosio. 
 
– – Me gusta estar contigo, para que me ames, para que desagravies, y me busques. No busques ser consolada, sino consolar. No busques ser buscada, busca tú a los demás. 
 
20 de febrero de 1981. 
 
 
Os amo tanto… 
También en el corazón de Dios hay amores especiales. 
 
24 de febrero de 1981. 
 
Cuando Yo uno a dos almas, hombre y mujer, y esas dos almas me buscan, el uno y la otra se transmiten la esencia del amor. 
El hombre da aliento al alma débil por natural de la mujer y la ayuda a sostenerse en Mí; y la mujer, con su suavidad y su amor y entrega, recuerda al hombre que así es el corazón de su Dios: tierno, amoroso, compasivo, atento y delicado. 
 
Me estoy refiriendo aquí en especial a dos almas que sin unirse físicamente se unen en sus almas para darse al Dios único y verdadero.  
Se unen en ideas, sentimientos, en deseos, en entrega, en el sacrificio a su Dios, y se sostienen los dos para aumentar su amor al Dios eterno y se enamoran de Él, y se asemejan a Él. 
 
Guadalajara 3 de marzo de 1981. 

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