El Santo José

Yo soy aquella que fui protegida por el santo José. 
José, el olvidado de las almas, deseoso está de que le invoquéis. 
No olvidéis que él fue el que sostuvo en su regazo al Hijo del Altísimo. 
Él fue el que acarició junto con María a aquel Cordero inmaculado. 
 
Él vivió deseado ser únicamente uno con el Amado y hacer la voluntad del Eterno. 
Él sujeto siempre estaba a su amado Señor. 
Su alma fue como una blanca azucena santificada por la presencia del Santo de los santos. 
Vivió la doctrina junto al Maestro. 
De Él se enseñó a orar al Padre y a su Santo Espíritu. 
Él es el que con celo protegió al amado Hijo del Padre. 
Por eso debéis tener una devoción especial a tan gran Santo. 
¿No veis que el Hijo no puede negar a su Padre putativo que le cuidó cualquier súplica que él le haga? 
 
Que él sea, en vuestro caminar hacia Dios, el modelo de la contemplación y de la humildad en perfección. 
Él fue el verdadero orante. 
Él sea, pues, vuestro guía. 
Quien camina de la mano de San José irá de María y de Jesús en compañía hacia el Padre y su Santo Espíritu. 
Sed devotos de este santo Patriarca. 
Encomendadle vuestro adelanto en la vida de perfección; él os ayudará y se volverá vuestro fiel Protector. 
 
Caminad al Padre, como José. 
Haced la voluntad de Dios, al igual que el justo José. 
Abrasaos de amor, a imitación del santo Señor José. 
Que él os acompañe hasta que muráis. 
Os lo recomiendo, y veréis que adelantaréis en la perfección. 
Amadle y dadle vuestros deseos, para que él os ayude a ser fieles al Señor. 
 
El señor San José fue casto, porque el Señor le enseñó a desear la castidad, para que fuera ejemplo a los esposos de desear el bien a los que el Señor les encomienda. 
Él vivió crucificado al Amado, y buscaba ver en su Hijo al Padre y a su Santo Espíritu. 
 
Os amo, hijos míos. 
Soy Teresa del Amor, quien os ama en el Amor. 
 
 
25 de noviembre de 1982.  

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