Mi corazón siente tedio de mis almas sacerdotales y sufre violencia por su poco celo para mis almas.
Son la mayoría de mis sacerdotes siempre pagados: que requieren siempre la moneda para dar.
Son mediocres.
Son poco orantes.
Son inseguros para seguir con fidelidad mis consejos evangélicos.
Son almas que sin pensar en Mí, piensan en su bienestar económico, en su propia seguridad.
¡Ay! ¡Cuántos gemidos brotan del corazón de tu Dios!
Yo soy para ellos el Dios vestido de oro y opulencia.
Se piensa en llenar las mentes de sabiduría: ‘es necesario saber, para hablar’.
Pero más necesario es darse para saber.
Es más indispensable decir: ‘Señor, enséñame’ que decir: ‘quiero saber, para enseñarte a los demás’.
Son parcos para entender, egoístas, codiciosos, y poco celosos de su ministerio sacerdotal.
Son parásitos adheridos a mi Iglesia, que la destruyen en lugar de edificarla.
Son falsos, porque predican la verdad sin vivirla.
No hay esencia de caridad.
Son almas que verbalmente predican mi doctrina, pero que la finalidad por ellas trazada es la idolatría de su persona.
Mira, hija, la excusa que dan: ‘hay que vivir y seguir los preceptos evangélicos según el mundo actual’.
Y hay muchos que se excusan diciendo: ‘Si Cristo, el Hijo de Dios, hubiera nacido en nuestro siglo, viviría como nosotros’.
Una cosa es vivir y otra es el querer vivir de las cosas que destruyen la imagen de un Dios hecho pobre por amor.
Yo me hice pobre para alcanzar la salvación de mis ovejas.
Teniéndolo todo, viví desposeído de todo.
Fui y soy pobre por amor; mientras que ellos son pobres de palabra, pero ricos de deseos y bienestar.
Son almas vacías de celo de Dios.
Se han dado a los vicios del mundo.
Quieren poseer sin desear ser poseídos por el amor de Dios, que es lo único que les salvará.
Vive, hija mía, pobre, para que seas rica de amor a Dios.
Apártate del mundo que seduce, para que el Dios pobre habite en ti.
Sé ajena a los progresos del mundo modernista, para que te enriquezcas de lo infinito que es sabiduría de Dios.
Ama, sí, a tus hermanos, pero sin imitar sus consejos que no son voluntad de Dios.
Mira que viven diciendo: ‘Dios vino al mundo en suma pobreza’, pero ellos no la viven ni en lo más mínimo.
Son tan pocos los fieles que te los podría señalar en contados minutos.
Son tan mínimos los verdaderamente seguidores del ejemplo del Dios humanado, del Hijo del Dios altísimo, que mi Padre y Yo no podemos tener ni siquiera la seguridad de un ciento de los que se dicen escogidos a la santidad.
Tú, sígueme y ámame.
Consuela a tu Dios ultrajado y suplica al Padre misericordia para mis sacerdotes y consagrados, que con su ejemplo han destruido mi imagen.
Vive en pobreza, oración, soledad y penitencia.
Da al mundo la lección que necesita aprender: que en la pobreza está la auténtica santidad.
Yo soy el Dios Unigénito del Padre que te lo dice con amor y tristeza: mi corazón sufre violencia.
Ven a Mí, que Yo llenaré tu corazón de riquezas espirituales, que el hombre tanto desprecia.
Vive mi Evangelio, que Dios es siempre actual.
Da gloria a Dios en la pobreza, y alábale en la oración.
Te amo y suplico tu amor.
21 de Agosto de 1981.
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