Querido y amado de mi Padre, consuelo y amor del Espíritu del Padre, hijo predilecto del Padre, te saludo con amor de hermano.
Soy el Dios fiel a la voluntad de mi Padre, que me envió a vosotros para redención de la humanidad.
Después de decirte cuánto te ama mi Padre y las contemplaciones que tiene para ti, quiero repetirte las frases que dije a Pedro en una ocasión:
Apacienta mis ovejas que están dispersas y que huyen de su Pastor.
¡Cuánto deseo abrazarlas a todas y curar sus heridas!
Pero ellas huyen de Mí.
Se alejan ahuyentadas por mi enemigo que las engaña y ahuyenta con falso placer.
Sé, pues, tú mi fiel seguidor.
Atiende y reúne a mis ovejas.
Atráelas a Mí con tu abnegación y ternura.
Soy el Dios fuerte, el Dios sabio, el Dios omnipotente, el Dios misericordioso, el Dios celoso de la salvación de las almas.
Llenaos de Mí.
No habrá salvación si no hay amor a vuestro Dios.
Yo soy el Dios limosnero de amor.
Yo soy como el roble inquebrantable.
Soy como perfume aromático, que embriaga el ser del hombre.
Soy la cumbre en la que siempre deben estar fijas vuestras miradas.
Yo soy la fortificación.
Yo soy la salud y el bienestar del género humano.
Yo, soy el Dios fuerte, el Dios sabio, el siempre omnipotente, el que otorga las gracias que las almas necesitan.
Yo, el intermediario entre el Padre y el Hijo.
El que enciende las almas en amor puro y permanente hacia el Padre y el Hijo.
Soy el Dios clemente.
El Dios siempre fiel.
Soy el servidor del género humano.
¡Oh almas mías!
Yo os amo.
Amadme.
Complaceos en Mí.
Yo soy la eterna fortaleza.
Yo soy el eterno Dios.
El Creador de todo lo creado.
El único y verdadero Dios.
Amadme.
Postrad vuestras sienes ante vuestro Creador.
Mirad y contemplad las maravillas que os he dado en la creación; pero vosotros valéis más, mucho más, ante Mí.
Amad a Mi Hijo, que os envié para vuestra propia salvación.
Él es mi Hijo.
El Amado, en quien me complazco.
Bendito será el que le busque, le ame y le glorifique.
Imitad su docilidad a mis preceptos y mis mandatos.
Él es el Bienaventurado entre los hijos de Israel.
Glorificadle, porque el Padre os lo pide.
Yo soy Jesús.
El Hijo del Padre.
El crucificado.
El despreciado.
El que tiene el corazón abierto para que penetre el hombre.
El que desea que sea fielmente cumplida la voluntad de mi Padre, que habita en el cielo desde toda la eternidad.
Bienaventurado aquel que busca ser grato a mi Padre.
Mi Padre y Yo moraremos en su ser, y el Espíritu de mi Padre le fortificará y elevará a mayor santidad.
La gloria está hecha para aquellos que se olviden del mundo y se alejen de él por amor.
Apartaos de toda maldad: de cuanto sea ofensa a mi Padre.
Pensad en la gran recompensa que obtendréis cuando vuestros ojos vean la majestad de mi Padre que habita en lo alto.
Abandonad todo por mi amor; vuestra recompensa será grande.
Dejad todo en mis manos que os estrechan siempre con ternura.
Contemplad a vuestro Dios con eterna reverencia.
Él fue el que me encarnó y formó en el vientre purísimo de aquella Doncella pobre y humilde, pero que con su actitud de sumisión y oración glorificaba al Padre, y de la cual se enamoró plenamente el Espíritu de Aquel que habitaba desde siempre en su ser.
Yo soy el Verbo.
El Hijo de Dios altísimo.
El glorificado por el Padre.
El que, resucitado, habita en unión del Padre creador y del Espíritu consolador.
Dejad todo por mi amor.
Sed humildes.
Orad y vigilad, no sea que caigáis en tentación.
Sed, pues, almas de profundísima contemplación, almas orantes y sacrificadas.
En la humildad encontraréis vuestra salvación.
Yo, el Unigénito del Padre, os amo.
Seguidme.
Yo fui pobre por amor.
Empobreceos por Mí.
Abandonad todo, que el Hijo de Dios fue inadvertido en su estancia cuando vino a buscar a las almas que el Padre le confió.
No uséis cosas superfluas.
El mundo os invita a convertiros en almas holgazanas, avaras y codiciosas, pues vuestro enemigo quiere llenaros de ceguera.
No os dejéis engañar.
Sed como vuestro Dios que os dio ejemplo: sencillos, humildes, los últimos, para que al ir a habitar en aquella morada celestial, donde todo será alegría, paz y amor, seáis recompensados triplemente.
Yo os confirmaré en la fe.
Yo, el Hijo de Dios, os amo.
Amadme.
Buscadme.
Unid vuestros sufrimientos a los míos.
Mi Iglesia necesita reparación y sólo se logrará con humildad, con despojo absoluto, con entrega a vuestro Dios y con abandono a su misericordia.
Bienaventurados aquellos que todo lo dejan por mi amor.
El Padre se complacerá en ellos.
Las ovejas de mi rebaño os necesitan.
Orad y velad por ellas.
Transformad vuestro entendimiento.
Yo soy el eterno y primer Sacerdote.
Imitadme.
Muchos de mis sacerdotes no son mis imitadores, sino los destructores de una Iglesia que Yo edifiqué con mi oración y con los consejos que están en mi Evangelio.
Ahí os he dejado todo el resumen de la salvación.
Reflexionad, almas sacerdotales, consagradas a Mí, y ved si imitáis a vuestra piedra angular, y si sois como Yo quiero que seáis.
Yo oraba constantemente al Padre y me comunicaba con Él, antes de ejercer cualquier ministerio.
No confiéis en vuestras propias fuerzas.
Vosotros solos fracasaréis en cualquier apostolado.
Pedid la fuerza y la inteligencia necesarias a mi Padre en mi nombre, y mi Padre todo os concederá.
Aunque el mundo os aborrezca, Yo os alabaré.
Bendito aquel que deje todo por amor y sea fiel alma de oración.
Yo os bendigo, y mi Padre os amará.
¡Oh sacerdotes que tenéis poca fe en la existencia de vuestro Dios!
Vuestro castigo será peor que el de Sodoma y Gomorra.
Vosotros sois mis ungidos.
Debéis dar ejemplo delante de vuestras ovejas.
No seáis ocasión de escándalo.
Más os valiera no haber nacido, ya que vosotros sois la sal del mundo.
Cumplid fielmente mis preceptos.
Vivid al pie de la letra mis consejos evangélicos.
Sed vosotros lo que, con vuestra oración y conducta, arrebatéis de las garras de mi enemigo las almas que él quiere llevar a condenación.
Vosotros sois los encargados de reunir mis ovejas.
Orad, pues, y sed fieles seguidores míos.
No os molestéis por mis súplicas.
Yo vine al mundo, y los del mundo no me conocieron: me despreciaron.
Y los sacerdotes me llevaron a la muerte y me clavaron en el madero de una cruz.
Vosotros seréis semejantes a vuestro Maestro: seréis despreciados, calumniados, desterrados, humillados y ultrajados.
Pasaréis como impostores y como grandes pecadores; pero no os preocupéis de lo que el mundo piense de vosotros.
Complaced a mi Padre y al vuestro.
Todo el que sufra todo esto por mi amor será alabado y amado de Aquel que habita en lo alto desde antes de vuestro existir.
Bienaventurados aquellos sacerdotes que sean mi imitación, porque de ellos será la gloria eterna.
Mi Padre los reconocerá y tendrán un lugar de predilección.
Vosotros seréis juzgados severamente si escandalizáis a alguno de mis hermanos.
El Padre os juzgará con severidad.
El Padre es un Dios amante y misericordioso, sabio y omnipotente.
Aclamad a Él.
Y todo lo que hagáis que sea para su gloria.
Yo, el Hijo, os amo.
Bendecid al que os aborrece.
Dad la mano al que lo necesita.
Socorred al hambriento.
Consolad al que sufre por la justicia.
Dad de beber al que tenga sed de Mí.
Ayudad al pobre de espíritu.
Socorred a aquel que sea humillado y despreciado.
Apresuraos a abrazar y cubrir al desnudo.
Visitad al enfermo.
Y ayudad al que va a morir.
Auxiliad a los niños.
Bienaventurados los que visitéis a los presos y oprimidos.
Recordad que el Hijo del Hombre por vosotros fue preso y humillado.
No olvidéis a vuestros hermanos.
Alentad a los jóvenes y acercadlos a Mí con amor.
Velad siempre por los que sufren.
Ahuyentad a mi enemigo y al vuestro.
Yo os alabaré y seréis benditos de mi Padre.
El Espíritu del Padre reposará en vosotros.
No olvidéis que aquel que hiciere todo esto por mi amor, será bienaventurado.
Yo os amo y deseo que mi paz reine en el mundo.
Ayudadme en la salvación de los demás.
Te amo con amor eterno e incomparable.
Te doy mi paz.
Mi Padre te alabará, si eres fiel en su Iglesia.
Alabanza y honor en todo momento a la Trinidad que habita en ti.
No os abandonéis a vuestro propio poder.
Pedid siempre el auxilio del cielo.
Yo, el Omnipotente, te amo tanto y deseo que, al caminar por este destierro, sólo el celo de la gloria de mi Padre aliente tu corazón.
¡Ánimo!, y todo saldrá bien para la gloria de mi amado Padre.
Que Él sea siempre tu guía.
Yo, el Hijo, te amo y pienso en ti, como mi Padre piensa en Mí.
Que tú, en unión con el Espíritu Santo, alcances la salvación de las almas.
Te amo con infinito amor.
Mi presencia en ti es clarificación de la obra de transformación del ser del hombre en su Dios.
Salud y paz te desea el Dios HIJO que te ama y te desea.
17 de enero de 1981.
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