Es mi gran sufrir el pecado sacerdotal, pues son almas destinadas a gran predilección y mis amigos apartan de su ser mi generoso y amante corazón.
Vivid en oración y penitencia, no sea que vuestro enemigo, el diablo, os coja desprevenidos.
Por eso vigilad y orad.
Amad al Dios que es fuente de amor.
Renovad vuestra fe, y aumentad vuestra esperanza, y vivid en caridad perfecta.
Muchos por una falsa caridad han caído en tentación y van camino de eterna condenación.
Místicamente sufre mi ser.
Mi dolor es profundo.
Hay sacerdotes que no creen en Mí y que blasfeman de Mí de un modo lleno de ingratitud y odio, y pisotean con su pecado al Dios que en el Sacramento del amor se quedó por vosotros.
Mi sangre es ocasión de ignominia; y mis amigos renuevan el hecho de aquel servidor de los sumos sacerdotes y abofetean el rostro del Amado, y con desprecio, rencor y desamor me ponen en poder de mis enemigos; porque de ellos se valen los que odian mi Iglesia para generalizar y desvirtuar la obra de mis discípulos.
Me crucifican nuevamente.
Amadme y dadme todo honor y gloria.
No olvidéis al Amado.
Vuestro Amado os ama.
27 de marzo de 1983.
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