“¿Deseas recibirme? –me decía.
-Sí, Señor, mucho.
Y ¿por qué no lo haces?
-Tú lo sabes, Señor.
Pues ahí estoy esperando ser recibido por ti. ¿Quién puede evitarlo?
¿Quién podrá apartarte de Mí?
“Me quedé con vosotros para que vuestros corazones no sintieran mi ausencia y pudieran estar unidos más íntimamente a Mí.
Ahí pensaba en el hombre y quise entregarme a él en alimento.
Yo soy la vida y vosotros los sarmientos; y la vid vive unida al sarmiento.
Así vosotros, comed de mi carne porque soy el alimento que os da vida y os nutre.
También venían a mi mente aquellas almas que me despreciarían y ultrajarían mis sagrarios, aquellas que sacrílegamente me recibirían, aquellas que sin desearme me recibirían, las almas tibias que por rutina se acercarían a Mí sin amor, las almas que se burlarían de mi Cuerpo…
Pensaba en ti, en él y en cada uno de vosotros.
Te doy gracias por el deseo de recibirme.
Aumenta ese deseo.
Vive unida a Mí como el sarmiento.
Yo soy la savia que alimenta y fortalece.
Yo soy el pan que instituido en mi cuerpo seré salvación, y para muchos que me desprecian condenación.
Ámame, sacramentalmente.
Desagravia mi sagrada Humanidad.
Haz penitencia por las ofensas recibidas y por los altares en que me entrego a vosotros por manos sacrílegas.
Pide al Padre perdón de los muchos pecados que pesan sobre este mundo pervertido y pecador.
Sé alma amante de mi Cuerpo y reverente ante mi Sangre sacrosanta.
Yo soy el camino y la verdad.
Soy resurrección y eternidad.
Soy salvación.
Soy tu Dios fiel y lleno de infinito amor.
Deseo ser desagraviado en especial por los pecados a mi santísimo Cuerpo.
Comed y viviréis.
Amad y seréis recompensados.
Desagraviadme y Yo seré vuestra salvación.
Tú eres como una planta que está plantada en buena tierra.
La tierra da vida a la planta, y Yo soy esa tierra en la cual está plantada tu alma.
Da vida y florece.
Crece, crece, pero en Mí y para Mí.
Ama los demás.
El amor es don mío. No rechaces ese don.
20 de abril de 1982.
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