En el Sacramento Eucarístico el sacerdote encontrará la plenitud de todos sus deseos.
Será el encuentro de amor por el sublime y eterno Amor.
El Omnipotente me da, y el hombre, deseoso del ser de Dios, se da en amor sublime al eterno y verdadero Dios.
Dios se entrega y el hombre le recibe en mutua y eterna entrega.
Dios, principio y fin de cuanto existe, se entrega al ser del hombre, que en polvo se convertirá, para vivir en comunión con su Dios por una eternidad; y resucitará glorioso en cuerpo y alma en verdad, unificándose en Dios en plenitud y esencia, siendo eterna y viva alabanza ante el trono del eterno Dios, que es sempiterno y santo.
El sacerdote, que en su estado sacramental tiene en su alma impreso el sello indeleble de ser sacerdote eterno, encontrará la plenitud de su sacerdocio siendo él por su entrega hostia de amor, de fe y caridad, y consumiéndose por amor, para llegar a identificarse con sublime oblación a la Hostia de vida, en manos del Padre, por amor al Hijo, y por inspiración directa de mi Santo Espíritu.
Él conservará en su corazón el carisma de Cristo.
Será un hombre de trascendencia sublime; un inspirador de las verdades eternas; un forjador de espíritus renovados en el Amor; un seductor angélico que conducirá a la eterna mansión a las ovejas de Sión.
Él tendrá la unción directa de mi Santo Espíritu.
Será rey, pues está ungido.
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Yo soy el Rey eterno que moro ante el trono del Padre omnipotente.
Rey del cielo.
Rey de cuanto existe.
Rey del hombre.
Rey que en este mundo implanté un reinado de amor y esperaza.
Rey salvífico, coronado, no con coronas de zafiros y rubíes, sino con corona de espinas, en expiación de los pecados del hombre, que es mi hermano en adopción.
Rey convertido en gusano de ignominia, siendo ante mi Padre el Hijo del altísimo Señor.
Rey que al pasar por ese destierro viví una vida oculta y pobre.
Rey que invitaba al hombre hacia el Padre.
Rey que implanté mi trono en el dolor y en el desprecio, siendo cruz viva de amor.
Rey de reyes.
Rey de los judíos.
Rey del cristiano bautizado.
Rey que desciende del cielo a la faz de la tierra.
Rey de vida eterna.
Yo soy rey. –Tú lo has dicho, porque se te ha dado de lo alto.
Rey de esperaza en la vida eterna.
Rey de amor, pues en este mundo os anuncié el amor del Padre y la venida del Espíritu, que os haría espíritus de bien.
Yo soy el Rey de los ángeles que, hecho maná para el hombre, me quise quedar eternamente en el corazón del hombre.
Yo soy la verdad y la vida, pues Yo soy vida, y el que venga al Rey de la vida coheredero será del trono del Rey del cielo y de la tierra.
Mi reinado es celestial.
Vivid siendo almas deseosas de amar la verdad, de atestiguar a la verdad, siendo firmes en la verdad, por amor al Rey verdad.
Yo soy la verdad, pues en el Rey de la verdad sólo verdad salió de su espíritu que es plenitud de verdad.
Pues el Padre es verdad.
El Rey del cielo bajó en verdad, para iluminar con su verdad la tierra amada por la excelsa Verdad.
El Espíritu es vida de eterna verdad.
Y los Tres, siendo un solo Dios, vivimos en verdad en el corazón del hombre, implantando el reinado del Rey verdad y santidad.
Rey soy, y vosotros vasallos del Rey celestial seréis, si amáis en verdad y santidad al Rey eterno, dador del bien y que en amor os dice:
“Venid, hijos de tan altísimo Rey, al trono del Altísimo, para que estéis cerca del trono donde los ángeles y santos glorifican al Rey, del cual el hombre ha hecho un Rey cuyo existir no existe, siendo omnipotente y eterno.’
Rey de amor soy, pues Yo amo al hombre, y mi entrega fue con profundo y misericordioso amor.
Yo soy Rey, y al que así me invoque, vendremos a él y en él moraremos y lo salvaremos, para que sea partícipe del Rey deseado y amado.
Mi Reino no es de este mundo, pues el Creador del mundo es el Rey eterno.
Yo soy Rey de reyes por la exaltitud y omnipotencia de mi Padre, y por la grandeza y sabiduría y amor de su Santo Espíritu.
20 de noviembre de 1982.
Vigilia de la Festividad de Cristo Rey.
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