–Escuché una conversación, sin querer, de tres hombres que se ponían de acuerdo para acudir a una casa donde se ofende al buen Dios. Y yo le dije al Señor: ‘Perdónales, Dios mío, no permitas que te ofendan’.
¡Si tú comprendieras cuánto dolor me causan los que me ofenden con los pecados de impureza!
Tú consuélame y ámame.
No me abandones.
Yo deseo el amor de los hombres, pero, como te he dicho en varias ocasiones, el hombre pisotea mi amor.
El infierno está lleno de almas que constantemente caen en él por su infidelidad al llamado de Dios.
Hay más almas en ese lugar de condenación que en el cielo, porque muchos son los llamados, pero pocos los que escuchan el llamado al amor.
28 de Noviembre de 1981.
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