Toda herida que traspasa mi dolido cuerpo, vosotros, hijos del Dios hecho hombre por amor, la sanaréis con vuestro amor y vosotros podréis quitar todo dolor con amor.
Cada pecado que cometéis es un clavo dolorosísimo que traspasa mi ser.
Vosotros, ayudadme a mi dolor, pues el mundo no quiere mi amor.
Cada vez que un elegido me retira de su vida y vive en pecado me vuelve a crucificar.
Por eso, dame amor, pues soy un Dios olvidado, un Dios dolido por tanto desamor, un Dios crucificado por el hombre.
Dadme amor, dadme amor.
Necesito amor.
Tengo sed de vuestro amor.
Solicito almas sacrificadas, amantes de la cruz que vivan unidas a mi dolor y sean reparación viva de ese dolor.
4 de Septiembre de 1982.
Comparte esta publicación:
Copyright © Todos los Derechos Reservados.
Se puede compartir e imprimir para fines apostólicos.
El material en esta página web irá aumentando.