Revelaciones de Dios

La historia de la salvación ha sido por medio de la revelación.  
Dios que se manifiesta al hombre, y el hombre, atentos sus oídos a la voz del que le habla, manifiesta al hombre el deseo de su Dios. 
Es un intercambio de palabras y escuchas internas, mediante las cuales Dios habla, actúa y realiza sus planes divinos. 
El hombre se abre al Amor y en un acto de amor es sumiso para hacer mi voluntad. 
¿Acaso pueden decir mis teólogos que no me comuniqué con Abraham, Isaac y Jacob y David? 
¿Y en tu tiempo, que es en todo tiempo mi tiempo, no me manifesté a un Bernardo, a un Agustín, a un Francisco, a una Teresa, a Catalina a Eduviges, a Gertrudis, a Margarita y a Bernardita? 
 
¿Acaso no sigo hablando al hombre por signos, por hablas, por inspiración? 
 
No es verdad lo dicho de que es imposible que creatura alguna tenga manifestaciones, es decir, de parte de Dios, que preelige desde la eternidad para fines de renovación en la Iglesia del Hijo. 
 
¿Quién podrá oponerse al deseo del Altísimo? 
¿Acaso se puede negar o reducir la inhabitación de la Trinidad de amor? 
Esa comunicación se efectúa en el diferente actuar del ser de Dios hacia las almas y es comunicación con la Divinidad. 
¿O acaso ya rompí los lazos de unión y de amor con el hombre, y lo he dejado a su suerte, para que, apartado de mi amor, sucumba? 
¿Por qué se encrespa el hombre contra la voluntad divina? 
Dios, siendo infinito, actúa y actuará según las necesidades actuales. 
 
Por eso os he dicho que seáis pobres, orantes y sacrificados, siendo alabanzas del Eterno, para confusión de cualquier índole que quiera oponerse a mi voluntad. 
 
No os vayáis a desasosegar o a desintegrar; al contrario, unidos en amor y oración venceréis y seréis alabanzas vivas del Dios Trino y Uno para humillación y confusión de aquellos que obren humanamente, sin el deseo del conocimiento que viene de lo alto, para que Dios sea glorificado y exaltado. 
 
Dirán muchos que la Iglesia tiene sobra de todo… Pero Yo soy infinito y suscito de aquello que ya se tiene, pero con un nuevo carisma para fortalecer al Cuerpo Místico de la Iglesia. 
 
Uníos, carísimos, en el Amor. 
No desmayéis. 
Vivid en oración y en oblación, haciendo la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 
Lo que es de Dios no sucumbe, sino que en la adversidad florece con espinas que punzan, pero que dan belleza al alma, purificándola y sosteniéndola para que sea una en el Amor. 
 
27 de abril de 1983. 

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