Si tú llegas a hacer mi voluntad y te encumbras a la santidad como es mi deseo, Yo los aplastaré.
Vive, hija mía, en fe y esperanza.
Vive en amor y perdón.
Vive el amor de tu Dios.
¿Qué puedes desear después de mi amor?
No mires a las creaturas que digan mediocridades.
¿De qué sirven versos medidos sin la esencia profunda del misterio de Dios?
Tendrán cosas bellas, pero no perdurables que lleguen a lo profundo del hombre.
El hombre muchas veces toma la ciencia como dogma de fe, pero Yo digo al hombre:
“En el sencillo habito Yo y al pobre le hablo Yo de misterios que el soberbio, por su mucho entender, es pobre en entender.”
Pues el sabio por su mucho entender puede decir la verdad, mas no en sí, interiormente, comprenderla, menos vivir de lo que entiende, y menos podrá morir para vivir. Es lo que debe entender para ser un sabio en Mí, pues el que habla sin mirar con humildad no puede vivir en el Misterio de mis misterios; y serán confundidos, y serán secos, sin vida, pues el hombre no verá con su sabiduría mi sabiduría.
Kempis fue inspiración de Dios, pero Yo soy fuente inagotable de verdad y de Mí no mana un solo libro, pues soy libro abierto para el que me escuche.
Yo hablé en ese libro de la Biblia y ahí está el contenido de la salvación. Pero Yo tengo mis predilectos y les hablo, no sistemáticamente ni matemáticamente.
Yo conozco al alma y dialogo con ella de modo que ella comprenda la esencia y que dé conocimiento al hombre de la verdad.
Mediocre es para todos los sabios sin Mí mi palabra; pero ¡ay de aquel que no sea humilde!, pues su soberbia lo aplastará.
Mensajes desean llenos de lógica, de psicología, de parapsicología, de biología, de correcto castellano y sin ver ellos que, aún ellos, siendo doctos en el lenguaje, no han llegado ni mínimamente a conocer a la Trinidad de amor.
Sufrid y orad, que Yo vuestro Dios que hablo al hombre con sencillez y verdad, le hablo así para ser humilde ante él y enseñarle que no en la elegancia literaria se ama, sino en la pobreza de espíritu.
Y vuelvo a repetir, aunque al hombre le disguste, no por provocarlo, pero sí para que vea que Yo, su Dios, no me retracto de lo dicho:
“Soy un mar de amor y vosotros, hijos de mi amor, penetrad al Mar de amor y seréis saciados, no de sal, sino de amor.”
También os digo: para ellos mi perdón, lo cual ellos no pueden perdonar el hablar al hombre, no didácticamente, sino sencillamente.
Recuerda que los pastores de Belén vieron y comprendieron quién posaba en un pesebre frío y pobre y los sabios, a excepción de los Magos, quedaron en tinieblas y desolación.
Aquí comprenderás mi ciencia: sabios que no pueden comprender el simbolismo que doy para hacerme entender.
“Soy un mar.
Y sumergíos en el Mar de amor.”
¿Acaso ellos son más que ese Mar inagotable de amor?
Os digo que Yo, aunque fui burlescamente interpretado en mi decir en la frase: “mis brazos extendidos en el vientre de mi Madre…” y que ellos equivocadamente entendieron sin entender, no me desdigo, sino que confirmo, pues Yo no abrazaba a mi Madre físicamente; mi abrazo era espiritual y lleno de agradecimiento por su amor.
Pero al humilde se abre su entender y al soberbio se le ocultarán las cosas de lo alto.
El Himno (Trinitario) es poco ante el conocimiento del verso prosódico, del verso analógico, del compuesto prosódico y didáctico…
Eso para que vean que Yo sé hablar el buen castellano.
Pero si le hablo al humilde, pobre de él si le hablara de filosofía y de una prosodia intelectual, si apenas y mínimamente estudió los cursos gramaticales esenciales.
Yo sé de prosodia.
Yo sé de decimales, y sé de cuartetos, y sé lo que es retórica, y lo que es decir un verso completo y diametral.
Pero para conocimiento de mi amor no tomo medidas filosóficas, sino que hablo al hombre de amor y perdón.
Y en el amor no hay decimales, no hay ni abismo, ni longitud, ni exaltitud; hay crecimiento prolongado por la virtud de amar y conocer en humildad y docilidad, sin retórica, sin elegancia verbal, sin prosa y sin prosodia.
Y digo como quiero y a quien quiero y el Himno lo entenderán los humildes –mas no los letrados prosódicos, pero cortos del conocimiento en el amor-, no mediante signos y letras y argumentación.
Cantadme, que ese Himno, si para ellos es de poca valía y menesteroso de retórica, para Mí es incienso de amor del hombre humilde por Mí, pero grande ante Mí.
No temas que soy Yo.
Ellos pueden escribir versos diametrales, pero sin amor, con literatura de primera y dando al hombre el gusto, pero no al Dios del amor.
Doctrina banal no lo es, pues tienen (los mensajes) vida, y todo lo que da vida es sabiduría de Dios.
18 de octubre de 1982.
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