Es mi deseo que no descuiden que mis Aliados sean severamente educados en el Misterio Trinitario.
No olvidéis, hijos míos, esto que es de vital importancia para mi Obra.
La visión sea profunda, mística, elevada y sublime, ya que generalmente se tiene olvidado este misterio.
Por eso os conjuro a que llevéis la línea de Teresa y Juan, pero principalmente y sólidamente es mi deseo que viváis el misterio de Dios como meta, y que sea en la inhabitación del Misterio Trinitario.
-En eso no seréis igual que los Carmelitas.
Es decir, os exhorto, carísimos, a que seáis reales, firmes y seguros en describir a mis aliados este sublime misterio.
Por eso os he dado a conocer en mis mensajes todo lo que podéis entender especificando las funciones salvíficas de cada divina Persona en el alma.
Os las he indicado –me parece- con claridad, con dignidad, con sencillez, y con sublimidad, para que todos, sin exclusión ninguna, sean doctos en tan gran misterio.
Para que mi Obra sea eclesial era necesario que Yo, vuestro Dios, os indicara de un modo concretamente sublime, pero adaptado a cada sujeto.
Por lo cual, aunque se os ha dicho que es mediocre mi modo de hablar, Yo os digo que en el misterio de Dios está el que todos comprendan al Padre, al Hijo, y al Espíritu.
Y si mediocre es para los talentosos, mediocre es para los filósofos, mediocre es mi espiritualidad para los doctos, Yo os digo con amor y verdad que de los sencillos y humildes es el Reino de Dios.
En mi deseo está el descubrirte en sencillez, dejando traslucir la omnipotencia y magnificencia y exaltitud, las funciones específicas del Padre, del Hijo y del Espíritu en relación con vuestra alma.
Dile que sin lugar a duda no encontrará una teología tan abierta y adaptable como la ya expresada en mis mensajes.
14 de enero de 1983.
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