–Estando en Misa el Señor me hizo saber cómo iba a castigar a Rusia si no volvía su corazón al Señor, y me dijo con severas palabras: 

Caerá sobre esa tierra de perversión y sobre sus moradores, llenos de iniquidad toda la ira de Dios. 
Yo soy el Dios del amor, pero también sé castigar al inicuo. 
No necesitaré de sus armas para destruirlos. 
Vendrá gran sequía; habrá hambre y habrá enfermedades dolorosas, que ningún doctor podrá combatir humanamente; habrá gran dolor y desolación. 
Llanto y gemido será el lamento de sus moradores. 
No invocarán mi nombre, porque nunca antes sus labios lo han pronunciado. 
Su mente se ofuscará. 
Vivirán en el tormento que ellos mismos se han ido preparando. 

–Le pregunté al Señor: ‘Señor, ¿y los justos que habitan ahí’? El Señor me contestó: 

Los justos sufrirán a la par que los malvados de ese castigo, pero ellos para merecer mayor gloria en la eternidad. 

–Después de la Santa Misa, sin mencionarle al Padre lo sucedido en la Misa sobre Rusia, le pedí que me hiciera el favor de sacar un mensaje del Evangelio para seguridad de una intención mía. El Padre accedió a mi petición y el mensaje que le dio el Señor fue de los Hechos de los Apóstoles, cap. 1, v.20 donde se dice: “Su majada queda desierta, y no haya quien habite en ella”. Me sorprendió el mensaje, pero insistiéndole al Señor para que confirmara más su mensaje, ya que se me hizo tan duro, le dije al Señor: ‘Señor, envía tu Espíritu sobre nosotros y por medio de tus mensajes dame la seguridad de que fueron palabras tuyas’. Saqué yo un mensaje, según esa intención, y fue Mt. 21, 33-46: la parábola de los viñadores homicidas. Con esta confirmación aclaré el mensaje dado por el Señor sobre Rusia; y el mismo Señor me dijo: 

Yo soy tu Dios, el Hijo del Altísimo, quien te habla. 

 

25 de Noviembre de 1981.