Ese su dolor no es comparable a mi dolor, cuando exhorto a mis sacerdotes con amor, y ellos dicen con desgano y desamor: “esos mensajes son para almas pobres, principiantes…”
A Francisco, cuando escuchó mi voz, Yo, su Dios, no le dije un discurso de teología, ni le hablé en lengua oculta, ni le cercioré de un modo abierto, sino simplemente le dije: ‘Francisco, necesito de ti, pues mi Iglesia se destruye.’
Ahí él de inmediato se abrió al Amor, buscó al Amor, comprendió al Amor, y abrasado de amor, se abrazó para siempre con su Amor.
De lo mediocre Yo sacro Franciscos, Yo saco Teresas, y Yo saco Magdalenas.
Y de los soberbios sólo saco incomprensión y desamor.
Me aman, sí, no lo niego; pero no aman como un Juan de la Cruz, un Javier, un apóstol Pablo, y un sencillo y humilde serafín de Asís.
Y Yo los tomo y los llamo, y ellos me tomaron y me amaron.
—Se estaba refiriendo a un sacerdote jesuita que dijo que esta doctrina era mediocre.
En mis mensajes tenéis sencillez y sublimidad; tenéis doctrina; y tenéis complementado el amor de vuestro Dios, dicho en verdad, con el deseo de vuestra santidad; tenéis revelación; tenéis normas de transformación; tenéis belleza literaria; y tendréis mi amor y mi comunicación.
7 de febrero de 1983.
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