Estando en la capilla de las M. Carmelitas que es tan bella y donde se respira al Dios amor, después de una breve visita al Santísimo Sacramento, y estando diciéndole Yo al Señor que era tan grande mi deseo de soledad como la que ahí se respiraba y que, en cambio, aquí el ruido sofoca el alma: “Señor –le dije- ¡cuánto desearía una casita donde tus almas pudieran ser atendidas como Tú deseas! El Señor me contestó:
“Ten calma. Pronto seréis complacidos.
Esta es la Obra del Padre.
Gracias por tu amor al desear la soledad para tu Dios.”
El Señor por la noche me dijo:
“Tu súplica ha sido escuchada y pronto saldréis al lugar que el Espíritu Santo os señalará”.
9 de Julio de 1981.
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