Yo soy Jesús.
Él irá contigo, porque Yo lo quiero.
Él te ayudará, te sostendrá, te bendecirá, te aclarará, te centrará, te auxiliará, te fortificará, te dirá cómo transformarte para Mí.
Él es el escogido del Padre.
Él será la bandera por medio de la cual será destruido mi enemigo y el tuyo.
Yo os guiaré a los dos, pero él te dará la seguridad de mis mensajes y de mi gran amor.
. . .
Me explicó Jesús que el cimiento de esta Obra es Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
El sacerdote escogido es el constructor de la misma y por medio de ti le indicaré cómo construir.
Jesús dice que esto no quiere decir que Él no fuera suficiente, pero que es necesario contar con un representante de su Iglesia que dé seguridad al alma de la presencia de Dios en ella y de su perfecta transformación y con un defensor contra todos aquellos que la quieran confundir y destruir.
Dile:
Que no tema.
Pedid y recibiréis.
Confía siempre en Mí.
Yo te instruiré.
Te guiaré.
Te consolaré.
Te aumentaré tu fe.
Te daré la luz y fuerza necesarias.
Te amaré. Siempre te amaré y te sostendré.
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Cuando vayamos a visitar a Su Madre, que es vuestra Madre (la Virgen de Guadalupe), la invitemos para esta nueva Obra dentro de su Iglesia, para que ella sea la administradora y el báculo para vosotros.
La belleza del amor humano es el reflejo de la belleza y amor de Dios; pero el hombre, por su maldad, lo ha desfigurado y lo ha empobrecido, y, en lugar de ser un reflejo del amor de Dios, lo ha puesto en manos de mi enemigo y el vuestro, para que él lo transforme y distorsiones según y conforme a su propia conveniencia, para asimismo, veladamente, perder al hombre, apartándolo de su Dios y Señor.
El amor puro, bendecido por Dios, se ha vuelto pecado, y el hombre se ha vuelto animal. El amor impuro y desagradable a dios degenera el ser del hombre.
Tu Dios Creador, cuando puso en el ser del hombre el amor, lo hizo para que, al amar a los demás según Dios, en cada acto de amor el hombre recordara que existe un Dios supremo y misericordioso, al cual se le debe rendir adoración y al único que se debe amar con todas las fuerzas de su ser.
El amor según la voluntad de tu Dios es puro, es sincero, no es mezquino, es sencillo, es humilde, es piadoso, es misericordioso, es amor de entrega, pero de una entrega controlada, no desordenada.
El amor es unión, no es destrozarse el uno con el otro.
El verdadero amor, bendecido por tu Dios, es entregarse al amado sin reservas, pidiendo la bendición de tu Dios y el auxilio para no ofenderlo en lo absoluto en aquel acto de amor.
Reflexiona y piensa ¿cómo es el amor de Dios para mí?, y ahí aprenderás a amar como Dios te lo ha enseñado, porque Yo soy el autor del amor, el que bendigo el amor que está según mi voluntad.
Yo soy el auténtico maestro del amor.
El amor es cortés y humano, no lleno de porquería mundana.
El amor debe ser puro, no impuro.
El amor debe transformar a los que se aman y acercarlos a su Dios.
El amor de intimidad, bendecido por Dios es el acercamiento de sus almas hacia el verdadero amor que es Dios.
Porque cuando se pide la bendición de su Dios en ese acto de amor, Dios se complace en ese acto de amor y su Dios amante, con su presencia, purifica y bendice aquella unión de amor, porque Dios es amor.
El amor es lo mejor que tu Dios pudo regalar al hombre, porque por medio de ese amor el hombre debe recordar a su Dios y conocer la belleza incomparable de la existencia de su Dios creador que siempre ama y desea ser amado.
Dios sin amor no sería Dios.
Asimismo el hombre sin amor no sería hombre.
En todo amor el hombre debe comportarse según Dios y controlar sus impulsos carnales.
Al amar, amad primero a vuestro Dios.
Tu Dios amante te lo dice: busca en mi palabra la doctrina del amor; ahí encontrarás sabias enseñanzas del amor.
Amar es amar al amado sin interés mezquino.
Es desearle todo bien al amado.
Es dar su vida, si es necesario, por el amado.
Es buscar en su persona la presencia de tu Dios.
Es transmitirle tú la inquietud de la mutua búsqueda de Dios y amar lo dos a vuestro Dios.
Es transformarlo con oración y fe para Dios.
Es recordar los dos el inmenso amor de vuestro Dios para los dos.
Es decirle: unámonos a orar a nuestro Dios y agradezcámosle su gran bondad, y su infinita misericordia, y todas las gracias especiales que se ha dignado darnos. Bendigamos en todo momento a nuestro Dios, dador de este amor.
Amaos en Dios.
Buscaos para dar gloria a Dios, y ahí encontraréis la verdadera felicidad del amor.
Soy tu Dios amante, el Dios del eterno amor.
Paz y amor de parte de tu Dios.
19 de diciembre de 1980.
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