Dolor en Dios

Abrid vuestras almas por el dolor al amor. 
Sed almas sedientas de dolor, porque en eso veréis el adelantamiento perfecto en el amor. 
El alma doliente se purificará de sus imperfecciones. 
¡Oh dolor en Dios! ¡Qué hermosos colores das al alma, pues la pones tan bella a los ojos de tu Dios! 
Dolor en Dios es alabanza a Dios. 
Dolor hecho amor es oración perfecta en unión al Amor. 
Dolor en Dios es exaltación al Amor. 
 
El alma que busca el dolor se unifica de tal forma con el Amor que ya no es solo el ser del hombre sino el ser mismo de quien vive en ella, en comunicación de exaltitud con ese Dios mártir de dolor por el gran amor que tiene al hombre. 
El dolor abre el camino seguro hacia la perfección. 
Es por donde el alma llegará a la verdad y donde el alma se abrazará de amor al Amor. 
 
El sufrimiento en Dios es purificativo, transformativo y oblativo. 
El dolor en Dios es blancura que envuelve al alma y la transforma para Dios. 
Sufrid con amor y paciencia toda persecución. 
Sufrir con paz el dolor es señal de martirio y de gloria. 
Sufrir con amor es ser brasas encendidas de amor por el Amor. 
Sufrir con deseo de ayudar al Amor en su dolor por el desamor es señal inequívoca de predestinación. 
 
Amad el dolor. 
Buscad el dolor y morid deseando sufrir, porque ahí el Amor se manifestará al hombre en la cruz. 
 
En la cruz se os develará el libro abierto del Amor. 
En la cruz se transfigurará el Dios hecho cruz; pues lo que era valioso no era el leño de la cruz, sino el Dios, hecho hombre, muriendo en cruz. 
Ahí, en la cruz, extendidos en cruz, y muriendo en cruz, seréis cruces de amor por el Amor. 
Y Yo, el amor, me uniré en amor y volveré a morir de amor con vuestro morir. 
Ved siempre con amor la cruz de vuestras obras, la cruz de vuestro Calvario, la cruz que viene a vosotros ofreciéndoos amor redentor, la cruz que será culminación y trueque de muerte en vida; pues, al morir por amor, viviréis en la verdadera vida y seréis cruces de amor por el Amor y en el Amor. 
 
Llegad a la cruz despojados de todo lo del mundo. 
Fuera de vosotros todo deseo mundano, toda vestidura que no sea vuestra pobreza. 
Llegad a la cruz despojados del propio yo, para abrazarse al Dios del amor y ser gloriosos en su cruz. 
Amad la cruz, que vuestro Dios, extendido en cruz os enseñó el camino que os llevará al Padre, en su Hijo, por su Santo Espíritu. 
¡Gloriosa cruz que os dio tan gran Señor! 
¡Gloriosa cruz que os llevará al Reino de Dios! 
Amad la cruz, pues Yo en cruz os manifesté el morir en cruz por amor a vosotros, para que el Padre, dador de cuanto existe, sea glorificado y exaltado, y para que su Espíritu se extendiera por la cruz por la faz de la tierra. 
 
Cruz, hecha amor, debe de ser vuestra vida. 
Cruz con amor al Amor. 
 
(Los tormentos del mártir no pueden ser tan horribles como nos imaginamos a distancia y sin estar sostenidos ni inspirados por su amor.) 
 
Es que el amor es tan fuerte en ellos que el amor es como una anestesia al dolor. 
Sentir amando es diferente a sentir sin amar. 
El dolor con amor es como un aceite que suaviza y adormece todo dolor. 
El amor sublimizado da fuerzas al alma de tal forma que el alma se goza en el martirio, pues desea morir porque ya sabe que su morir será vivir; porque es un abrazo con su Dios, para vivir ya plenamente en Él y con Él. 
 
Vosotros tenéis que ir abrazaros por amor al dolor. 
Vosotros debéis de ser almas que, en actitud redentora, salvéis por la cruz a este mundo pervertido. 
Que vuestro dolor, hecho cruz de amor, sea como el pararrayo de la justicia divina. 
Porque si Dios Padre, complacido por vuestro amor, ve cuánto amor le tenéis, calmará su enojo. 
No porque mi Padre sea un Dios justiciero. 
Mi Padre es amante y misericordioso, y tiene compasión del pecador; pero cansado está de ver su pecado y deslealtad. 
 
Una Cruz, hecha Carne, redimió al género humano. 
Y vosotros, hechos cruz, seréis el sostén de mi Iglesia militante, y seréis la calma de Dios. 
No porque Dios necesite de vuestras cruces para perdonar, sino porque es bueno para el hombre desagraviar la maldad del hombre a su Dios. 
 
Vosotros, cruces de Alianza, sois me esperanza. 
Vosotros, troncos vivos, Alianza de Dios, sed cruces salvadoras por vuestro dolor unificativo al dolor del Dios, hecho hombre por amor. 
 
Necesito oblación, purificación y exaltación. 
Necesito cruces vivas que expíen los pecados de este mundo corrompido. 
 
Sed, pues, almas silenciosas, orantes, sacrificadas, pobres por amor, y grandes en la cruz del Amor. 
 
Os habla la Cruz, hecha hombre por amor, para salvaros de la condenación. 
Yo soy el Hijo del Altísimo. 
Piedra angular de mi Iglesia. 
El Dios amante. 
El Dios orante al Padre. 
El Dios que en cruz pidió perdón por todos los pecados del hombre. 
 
Os llamo al camino de la cruz por amor, para que en cruz os encontréis con la cruz de la vida que soy Yo. 
 
Yo soy Dios, dolido por el desamor, y no me gusta veros sufrir. 
Pero si el dolor viene a vosotros, vosotros abrazaos al dolor que os purificará y os llevará a gozar del Amor. 
 
Mi Padre no deseaba ver mi muerte cruenta. 
Pero vino a Mí, provocada pero el deseo del hombre: “Que muera, crucifícale”. 
Estos gritos no eran la voz de mi Padre; eran la perversidad y ceguedad del hombre, que fue quien llevó a cabo y culminación mi muerte en cruz. 
Pero mi dolor, hecho cruz, fue el medio redentor que salvó y salvará al hombre que venga a Mí y me busque. 
El hombre, por la sangre del Hijo del Padre, alcanzará salvación y glorificación. 
Mi Padre sabía la crueldad del hombre, y por eso hablaba por los profetas de la muerte cruenta que el Hijo de su ser tendría que pasar. 
 
Dios es principio y fin. 
Y como principio puede ver lo futuro y estar en lo presente, pues Él es alfa y omega. 
Dios Padre veía el dolor de su Hijo, y veía la salvación del género humano, y veía también el desprecio de esta muerte. 
Pero Dios Padre no propició esa muerte, sino que fue el hombre quien la ideó por su odio e incomprensión. 
¿Si no en dónde quedaría la palabra misericordia y amor en un Dios amor? 
 
Si el hombre hubiera sido obediente en aquel edén donde Dios lo puso, no hubiera habido necesidad de un Dios redentor. 
Pero dado que el hombre, por su codicia e inclinación al mal, desobedeció lo dicho por su Dios y se puso al servicio del mal, entonces vino la idea de enviar del cielo al Hijo de Dios para redimir aquel pecado, que fue causa y dejó como consecuencia muchos más. 
 
El hombre, aunque dado a la maldad, estaba asistido por mi gracia. Pero él despreció las gracias de Dios. 
*El hombre quería hablar de arrepentimiento al Dios del hombre, y entonces se inició el diálogo con patriarcas, profetas, reyes y jueces. De ellos provendrá humanamente el Hijo de Dios. 
Mi Hijo, hecho hombre, hablaría al hombre de esa Iglesia militante que será triunfante. Y le hablaría para que el hombre se acercara al Dios hecho hombre y le hablara como a hombre de sus cosas. Y Él, a través del hombre, redimiría la faz de la tierra. 
 
Alianza es esperanza unitiva, reflexiva, amante, y sobre todo perseverante en la verdad y por amor al Dios hecho hombre, por amor al Padre, en unión con su santo Espíritu. 
 
Cuando el demonio, revestido de serpiente sagaz y voraz, se presentó por envidia ante el primer hombre y le dijo: “Si coméis del fruto del bien y del mal seréis como ese que viene a vosotros y que se pasea por la faz de la tierra”, entró en ellos la codicia y la ingratitud. 
En ellos estaba la gracia de Dios, pues Dios habitaba en ellos, ya que eran la obra más perfecta de la creación; pero sintieron deseo de ser como Dios, al igual que aquel Luzbel que se convirtió en lo más despreciable y que vive en desolación, en odio, y en deseo de pervertir al hombre, para que el hombre no goce de la presencia de aquel Dios que él conoció y amó pero a quien perdió por su soberbia y por el deseo de poder más que Dios. 
Él tentó a Adán y Eva; y ellos sucumbieron a la tentación. 
Y entonces se selló en el corazón del Padre la venida de su Hijo, hecho hombre, para aplastar la soberbia del demonio y rescatar al hombre del poder del mismo demonio. 
 
**Entonces vuestro Padre, lleno de amor y misericordia, se inclinó a su Espíritu y de los Dos vino el Hijo de Dios. 
 
*Ahí me refiero a cómo Adán y Eva, humillados y contritos, y confundidos por el pecado, vieron su miseria y aclamaron mi perdón. 
Y les hablé de un Salvador que vendría por una mujer para destruir el poder del demonio, que les había traído la desgracia y las consecuencias de su pecado. 
Y ellos, glorificando a Dios, hablaron a sus hijos de un Salvador. 
 
En ese instante de desobediencia el hombre atrajo por el mal su mal: dolores, sufrimientos y muerte, que fueron fruto del pecado y traídos al hombre por el demonio pervertidor y destructor. 
 
Ante el sí del hombre al demonio por la desobediencia a Dios, todos los males aquejaron la faz de la tierra, pues Luzbel y sus secuaces, llenos de odio, llenaron de dolor y sufrimiento para el hombre todo el edén. 
 
Vosotros, si me aceptáis y vivís en Mí, sois el edén terrenal, donde mi Espíritu reposa para llevaros del edén terrenal al verdadero edén. 
 
Vosotros, si me aceptáis y vivís en Mí, sois el edén terrenal, donde mi Espíritu reposa para llevaros del edén terrenal al verdadero edén. 
 
El edén era la tierra y vosotros sois tierra, pues os di vida tomando tierra. Pero vuestro espíritu es vida que si toma vida de la Vida, hará de la tierra un edén que os llevará al Reino del Padre. 
 
(Se preguntó si el ángel arrojó a los primeros padres del edén.) 
El Señor contestó: 
 
Era lo más hermoso de la tierra. Y después de ser arrojados, supieron lo que es buscar el sostén de la tierra y trabajar la tierra para subsistir de la tierra. Ellos salieron de aquella tierra, pues se sentían indignos de vivir sin trabajar después de pecar; y buscaron dónde olvidar aquel pecado, sin olvidar aquella hermosa tierra, preparada por Dios Padre y dada a ellos sin esfuerzo personal y sin ningún dolor. 
El ángel del Señor se presentó a ellos y les indicó: ‘por vuestro pecado comeréis, buscando el sustento que Dios Padre os dará. Pero vuestro esfuerzo será desagravio por vuestra rebeldía.’ Y ellos salieron de aquel edén, para plantar y alimentarse con todo lo que Dios les presentaba y daba. 
Dios Padre, providente y misericordioso, les donó de alimento, cereales y semilla productiva, e iluminó su entendimiento para que procedieran a saber qué hacer con lo dado para subsistir. 
Yo no abandono, pero el hombre por deseo personal desagravia su pecado, para que Dios lo olvide y perdone. 
 
Este es un misterio de amor trinitario, donde el Dios Padre de amor os habla; donde el Dios Hijo del Padre os habla, como luz de amor; y donde su Espíritu, que es unión del Padre en su Hijo, se enciende de amor complaciente y actúa con la sabiduría de Dios. 
 
 
1 de septiembre de 1982.

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