Estando en misa el Señor me repetía:
“Hija mía, toma mi corazón y aprópiatelo para ti; todo es tuyo, si tú lo aceptas.
Señor, yo aturdida le decía: es mucho para mí que soy tan pecadora. ¿Qué podrá hacer esta maldad con ese corazón puro y amoroso? –El Señor me contestó:
“Amarlo y desagraviarlo con tu entrega y abandono y con constantes actos de amor envueltos en caridad y esperanza por todas aquellas almas que no me aman y no creen en Mí, ni confían en mi perdón y misericordia.
Yo soy el corazón que abierto sólo busca ser amado y a pesar de mi mucho amor el hombre me desprecia y hecha al olvido”.
Después el Señor me dijo:
“Mira que yo te he protegido de la asechanza del espíritu del mal que sólo desea perderte y apartarte de Mí.
Pero no olvides que te he dado un custodio que te protegerá. Él es mi fiel Miguel; él te ayudará. Pide su ayuda y socorro en tus momentos difíciles de lucha”.
25 de junio de 1981.
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