–Durante varios días, mi alma estuvo fuertemente atormentada, insegura de la existencia de Dios. Mi espíritu vagaba sin esperanza; parecía muerto. Mis labios se negaban a pronunciar palabras de amor a mi Dios. Yo hacía lo imposible por sostenerme en fe, pero las dudas eran numerosas: no Dios, no deseo de amor, resistencia absoluta a hacer la voluntad de Dios, insipidez en la oración. La mis era para mí un tormento; parecía que estaba en el infierno, deseosa de que terminara y pudiera salir de allí. Parecía que me asfixiaba en todo lo que era Dios.
Cuando venían a nosotros las almas atormentadas, el demonio me afligía haciéndome sentir que todo era engaño y farsa.
Hay ocasiones en que siento la presencia de algo que es fuerza destructora que sonríe ante el fracaso. Me perturba al orar, entorpeciendo mi entendimiento y dominando por momentos mi voluntad, aunque la fuerza de Dios vence. Pero es una lucha de fuerza contra fuerza. Mi cuerpo está aflojerado. Mi espíritu cautivo de pensamientos, incertidumbres y luchas y flagelado por deseos que no me llevan a Dios. Parece morir viviendo; parece no amar amando; parece sin luz, aunque dentro de mí está la luz verdadera. Así pasé horas enteras. Interiormente le decía a mi Dios: ‘Tú existes; creo en Ti y en tu amor. Sálvame por el amor que le tienes a tu Padre, rescátame de esta furia infernal. Que ya pase de mí esta oscuridad.’ Pero parecía que al aclamar a Dios era peor mi tormento. Muchas veces me sentí sin su presencia, pero por la fe le amaba.
Una noche voltee mis ojos hacia el cielo y dije a Dios en mi interior: ‘¡Qué bello es el cielo! Tú existes, Señor. Creo en Ti.’ Me pareció, después de largas horas de perturbación y lucha, situarme sin dificultad ante mi Dios. Y escuché esa voz interior que me dijo:
¡Cuánto deseaba escuchar lo que estás diciendo!
Yo soy tu Dios.
El que te ama.
El que habito en ti, y el que estoy glorificado aquí en el cielo.
Tus penas son penas de soledad infernal.
Busca tu situación en la sexta morada. Ahí identificarás lo que sucede a tu alma y lo ventajoso de este tormento.
Ámame y obtendrás gloria y amor.
Sé dócil a mis inspiraciones.
Sé sencilla y humilde.
18 de octubre de 1981.
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