San Juan de la Cruz 3

—Al estar escuchando música clásica que me transporta a un silencio done el alma siente un gozo inexplicable, pregunté al Señor: ¿Señor quién eres Tú? Y me contestó: 
 
“Yo soy esa belleza musical, tierna, suave y armoniosa.” 
 
—Después de haber discutido, en un grupo de oración, sobre la postura más apta para orar, el Señor dijo: 
 
“Las rodillas son la postura más significativa en el alma amante, como demostración de reverencia y amor.” 
 
—Comencé a amar a Dios y a decirle: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”, y el Señor me dijo así: 
 
“Alábame, invócame y rectifica tu intención. 
Glorifica mi santo nombre. 
Reanima tu amor. 
Solicita mi amor; porque es mi deseo dar ese amor. 
Tú me pides: ‘Ámame’, pero Yo te contesto:  
‘Yo te amo y deseo darme a ti’. 
Me complazco en ti, porque tú eres una maravilla creada por amor y para el Amor. 
Soy tu Padre, y mi corazón derrama ternura para el ser amado. 
Santifica el día exaltando tu espíritu en oración.” 
 
—Cuando iniciamos nuestra reunión dominical para estudiar a San Juan de la Cruz, el Señor manifestó su agrado y dijo: 
 
“Así debéis hacer siempre al reuniros para tratar de mis cosas. 
Me hacéis feliz, ya que vosotros sois mi pequeña familia. 
 
Pon atención a lo que vas a escuchar. 
Cierra tu imaginación y abre tu oído a lo que se te va a decir. 
Transpórtate hacia las cosas eternas, donde encontrarás la verdad y todo bienestar, y donde vislumbrarás todo el infinito amor de un Dios increado, omnipotente, y sempiterno. 
 
Cierra todas tus potencias al mundo. 
Absorbe la ciencia y sabiduría de Dios. 
Soy tu Dios, que se complace en ti y que desea ser complacido. 
 
Juan de la Cruz fue mi siervo que penetró más profundamente el misterio de la vida mística en soledad. 
Su amor se transformó en llama viva y se consumió en mi amor. 
Ahondó el misterio de toda alma. 
Su espíritu captó la relación o unión: alma-Dios, lo vivió y lo enseñó: 
 
dejar las cosas del mundo y esperar las eternas, 
abandonarse a su Dios, y 
ser solicitado por los requerimientos de un Dios amor. 
 
Sublimó la soledad. 
Valoró los mensajes del Dios infinito. 
Supo entender lo que significa entregarse en abandono, y ser siervo del amor eterno. 
Edificó en su corazón una columna de amor, que poco a poco se consumiría hasta unirse en plenitud con la excelsa Majestad. 
Supo purificar sus sentidos. 
Quitó todo apego y deseo de lo que no fuera su Dios. 
Enclaustró su espíritu y se comunicó en profundísima y excelsa oración. 
Vivió con el destello de un serafín que se consume en amor, obedeciendo al Dios infinito y supremo. 
Ser Juan es ser un querubín abrasado. 
Exaltó la obediencia. 
Practicó heroica caridad. 
Pacificó todos sus sentidos e hizo que se compenetraran del misterio de su Dios. 
 
Quita todos los desasosiegos y eleva tu espíritu hacia tu Dios”. 
 
—Al comentar que no tenemos cánticos para San Juan de la Cruz y querer acomodarle los de S. Francisco, el Sto. Padre me dijo: 
 
“Si cantas al Amado, me cantarás a mí, porque yo le cantaba a mi Amor; porque el Amado es un ciervo vulnerado que desasosegado corre tras de su amada.” 
 
—Hablando con el Padre de todas mis malas inclinaciones y de los medios que debo de aplicar para quitármelos y aventajar en la vida de unión con Dios, el Señor me dijo interiormente: 
 
“Ese desasosiego es señal de amor. 
Y tu inquietud por las cosas divinas es inspiración de mi Espíritu.” 
 
“Así como tú sufres por querer despegarte de todo y unirte a Mí, Yo también sufro cuando veo que no te decides firmemente a compenetrarte y entregarte definitivamente a Mí.” 
 
“Te voy a configurar mi amor de esta manera. 
Soy como un monte lleno de verdor y de hermosura, donde se respira paz y frescura. 
Mi sede principal es en la cima. 
De ahí contemplo la hermosura de mi edén. 
Ahí tengo flores frescas, aromosas y lozanas. 
Ahí hay pajarillos que cantan al amor. 
Ahí hay riachuelos que dan frescura y dan vida a las flores del edén de mi amor. 
Ahí hay mariposillas que liban el néctar de la flor. 
 
Tú eres flor que con mi mirar se embellece. 
Yo toco desde arriba tu alma y al tocarla hago temblar todo tu ser. 
Yo la transformo. 
Ahí hay florecillas silvestres que son encanto y deleite. 
Hay también alegría en mis flores por mi presencia. 
Yo desde lo alto de mi cima sostengo en mis manos gracias innumerables, que darán más bello color a mis amadas flores. 
Yo soy el sol que las calienta y les da vida. 
Yo soy el rocío que las refresca. 
Yo soy la luna que las arrulla. 
Yo soy el Dios que las mima. 
 
Vosotras, animosas y agradecidas, deberéis despedir vuestro perfume a los pies de vuestro Creador. 
Me es tan agradable dádiva que llenáis de gozo a vuestro Redentor. 
Derramad vuestra esencia para que el Espíritu de Dios se sienta congratulado con vosotras. 
Me complazco en vosotras. 
Sonreíd a mi amor. 
Con vuestra belleza espiritual dadme adoración y gloria. 
Y, solícitas y profundamente agradecidas por el amor que os profesa, aclamad jubilosas y agradecidas a vuestro Dios: ‘Te amo, belleza mía, bondad y misericordia infinitas’. 
Proclamad mi amor por toda la faz de la tierra, diciendo: “Eres mi Rey y Señor.” 
Porque Yo soy vuestro labrador y cultivador. 
Extended vuestra súplica hacia Mí, y que vuestros anhelos y suspiros suban hasta llegar a Mí, que soy la cima donde mora la felicidad y el amor. 
Que suban vuestros deseos como aroma fragante y todo vuestro ser me desee y ame, para que ya compenetrados en nuestro deseo y amor, y estrechándonos y abrazándonos, muramos de amor. 
Seréis grandes ante mi presencia. 
Yo libaré todo el amor que queráis darme. 
Seréis poderosos por las gracias recibidas. 
Desafiaréis al pecado y al mundo corruptor. 
Cantaréis un cántico nuevo y eterno, en el que se proclamen las grandezas del altísimo Señor. 
Que vuestro júbilo sea mayor que el de los ángeles. 
Que vuestro amor resuene por doquier. 
Que vuestra grandeza sea fecunda. 
Que vuestra oración os alcance la virtud de la humildad. 
Que seáis amantes silenciosas. 
 
Bienaventuradas flores del edén del Rey y Señor. 
Recordad que Yo soy vuestro jardinero y vuestro ciervillo que os busca para regalaros mi infinito amor.” 
 
 
 
—Estando orando, dije al Señor: ‘Te amo, Dios mío. ¡Gracias por tu amor!” 
El Señor me dijo: 
 
“Gracias os doy a vosotros, porque me amáis. 
Haz que esos pajarillos que hay en tu alma y esas campanas sonoras canturrien al amor, al único Amor que soy Yo. 
Porque mi amor es eterno y verdadero, tierno y vivificante, que da luz al alma que lo desea.” 
 
 
 
6 de Septiembre de 1981. 

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