-Estando agobiada por tribulaciones indecibles, invoqué al Padre diciéndole: “Ayúdame, Padre”. –También dije: “Bendito seas, Padre de mi Señor Jesucristo, que con tu Santo Espíritu nos ama y nos salvas.”
El Señor me dijo:
Ésta es la salutación más perfecta que el hombre dirige a su Dios.
El Padrenuestro es la oración más perfecta y sublime –no lo olvides.
Ante esta salutación angelical los cielos se estremecen al ver vuestro amor.
25 de noviembre de 1982.
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