El pensar en sí no es agradable a Dios.
No es correcto pensar en sí misma, sino pensar y amar al que habita en su ser interior.
Yo soy el aposentador, el entristecido por su actitud.
No me escucha por su soberbia, y me destruye por su falta de fe.
Yo soy el que os guía.
Yo soy vuestra fortaleza.
Yo soy vuestro Dios.
Yo soy el Espíritu Santo.
Yo soy vuestro santificador, por designio de Dios creador.
Yo soy el que quiere apertura para dirigiros al Creador.
Yo soy el Dios, luz de la tierra.
Soy el consolador.
Soy el eterno.
Soy el santo e inmaculado.
¿Por qué el mundo es tan egoísta?
¿Por qué no me acepta el hombre?
Esa actitud es incomprensible, por cuanto Yo los amo y perdono.
No piensa en Mí, sino en ella misma.
Sus deseos son para complacerse a sí misma.
Su egoísmo será su ruina.
El orgullo será su eterna condenación.
Dile que éstas no son palabras de condenación; son consejos del amor de su Dios. Son amonestaciones que piden reacción, purificación y entrega.
No soy el Dios del juicio final, sino el Dios compasivo que le dice:
“No te olvides de Mí,
olvídate de ti
y abandónate a Mí”.
La severidad de estas palabras no es disminución de mi amor; al contrario, se las digo por el gran amor que le tengo.
30 de enero de 1981.
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