Quiero que leas a Sor Isabel de la Trinidad diariamente, con continuidad, si fuera posible minuto a minuto, ya que ahí verás las revelaciones místicas por las cuales llevo tu alma con bastante precipitación. 
Quiero regalarte infinidad de dones. 
Busca el recogimiento en soledad. 
Sé alma que consuele a tu Dios. 
Verás en Isabel el misterio que ella descubrió por su gran amor y la forma en que lo acogió y lo vivió. 
Fuerza, voluntad y seguridad en esta unión mística es lo que te hace falta para poder amarme con autenticidad. 
Fe permanente y amor, amor. Que esa frase siempre esté grabada en tu corazón. 
 
Ve cómo Isabel sobrepuso obstáculos y cómo venció toda imperfección por mi amor. 
Requiero, pues, de esta lectura. 
En Isabel verás lo mucho que has desaprovechado mis innumerables gracias. 
Sé fiel, amada mía. 
En ti quiero expresar todo mi amor. 
Mi deseo es llenarte de amor. 
Acéptalo y vívelo. 
Te amo. 
Soy tu Dios. No temas. 
No desoigas mi súplica. 
Te amo. 
Corresponde a mi amor y predilección. 
Que el mundo no penetre en tu alma. 
Busca la quietud. 
Escucha mi súplica. 
Sé alabanza de tu Dios. 
Dialoga conmigo. 
Soy tu esperanza y el único que puede llenar los corazones que se sientan tristes. 
Yo soy el consuelo, la vida y el amor. 
Date a Mí con confianza y deseo. 
Vive fiel al llamado. 
Sé alma suplicante y donante para tu Dios. 
Te amo. 
Yo soy tu gloria. 
Vive en Mí y sabrás que soy lo que te estoy diciendo. 
Gloria y amor a tu Dios. 
El que te ama y desea te suplica aceptación. 
No entristezcas mi corazón. 
Que tu entrega sea plena. 
Te amo –no lo olvides. 
Eres mi amada, deseada de tu Dios Trinidad suprema. 
Que tu espíritu se envuelva en la quietud para arrebatarlo en mi amor. 
Sosiega esa tempestad de inquietudes. 
Veme siempre solo a Mí. 
Te amo. 
No defraudes a tu Dios. 
Yo te he suplicado entrega, amor. 
¿Te gustaría que mis ojos posaran su mirada en otra alma y los dones los apartara de ti por tu infidelidad a mi amor? 
 
 
1 de marzo de 1982.