El Demonio en ocasiones trata de distorsionar las obras de Dios, y como el alma es libre de elegir, si no encauza su espíritu hacia Dios en oblación, siendo siempre alabanza de la Trinidad de amor, esa alma quedará en manos de ese enemigo vuestro y mío.
Por eso es necesario que el alma siempre corresponda al llamado y viva fiel a ese llamado.
El alma deberá tomar precauciones:
Primero, deberá ser orante.
La oración es el cimiento para la perfección.
La caridad vivida en autenticidad es el mandamiento que os identificará con vuestro Dios.
El alma deberá seguir fielmente los consejos evangélicos.
Debe también sublimar su vida, siendo reflejo vivo de Dios.
El alma deberá abstenerse de todo deseo del mundo, viviendo en el mundo sin ser del mundo.
Deberá gozarse en el dolor, pues el dolor purifica, el dolor santifica, e identifica con el Amado.
El alma deberá tomar la fuerza necesaria en el sacramento del Amor.
Ahí el alma regustará del Amor, y comenzará a vivir en soledad con el Amado, y el Amado le enseñará el camino a seguir.
El alma no debe en ningún momento buscar la sensibilidad, sino el amor a Aquel que le hizo el llamado.
Por lo tanto el alma debe de purificar sus sentidos, para que el Espíritu de vida la guíe por el verdadero sendero que la llevará al Padre.
También es necesario que se fortifique de la palabra de Dios y que practique la verdadera humildad, y que dulcifique su corazón, para que así las pasiones no arrebaten la semilla de la verdad.
En esta postura el alma aventajará en lo espiritual y el Padre, el Hijo y el Espíritu de Dios serán glorificados y actuarán según el deseo de los Tres.
Toda alma deberá de abandonarse en brazos del Amado.
Estos son los principios a seguir por toda alma que ha sido llamada en forma especial para proseguir el camino de la perfección.
Toda alma es llamada a la perfección, y a cada cual se le llama según el designio de Dios.
Pero hay almas que Yo, su Dios, las llamo de un modo especial para una obra de Dios en especial.
No porque en Dios haya división de amor, sino por la misericordia y el amor de vuestro Dios.
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(Refiriéndose a una pequeña agrupación disipada.)
La disipación es hermana de la condenación.
26 de noviembre de 1982.
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