¿Por Qué no te Complaces en Mí?

Señor –le pregunté- ¿qué puede atraerte de mí si soy tan pecadora y Tú te complaces en mí a pesar de mi maldad? 
 
Yo te conozco y he perdonado tus muchos pecados. 
Por lo mismo tu amor deberá ser mucho mayor. 
Yo soy un Dios que te ama y busca tu amor. 
Eres un alma a la cual puedo dirigirme como me place, comunicándome como niño, hombre, Padre y Dios. 
Yo puedo pedirte que juegues conmigo y sé que no será difícil para ti. 
Te hablo como hombre enamorado y sabes requerirme con palabras llenas de gran amor y tu alma se entrega en plenitud ante mis requiebros de amor. 
Te hablo como Padre amantísimo y me escuchas reverente y complaciente, y te vuelves como niña y te refugias bajo mi regazo. 
Cuando te hablo como Dios lleno de infinito poder, sabes darme gloria y honor.  
 
Cuando mi Espíritu quiere recrearse en ti, tu alma se extiende como paloma y todo tu ser responde al llamado de tu Dios. 
 
Cuando suplico tus dádivas, tu corazón es compasivo y activo, y consuelas con tu entrega y amor mi gran dolor ante la ingratitud del hombre. 
 
Cuando te requiero como esposa amantísima, haces que todo el ser de Dios se estremezca ante el fuego ardiente de tu amor. 
Y Yo, ante tu amor, me entrego sin reservas, plenamente a ti. 
 
Lo que más recrea mi Corazón es cuando compareces ante Mí, como una pequeña florecita, tímida, asustadiza, amante, generosa, oportuna y feliz, y permites que Yo me complazca en ti, te ame y demuestre mi amor, que es fuego enardecido; y tu amor acrisolado se funde en mi amantísimo Corazón. Y ahí, al unirnos en amor, tu Dios se enternece ante tu postura de amor y puedo acariciar tu alma y besarla a mi gusto y placer. 
 
Cuando soy ante ti un Dios lleno de sabiduría, tu sencillez se simplifica y el conocimiento es tanto que aumente en tu ser la figura y esencia de tu Dios. 
 
Cuando entristeces a tu Amado y tengo que hablarte con dureza, envuelta en amor, tu espíritu se aquieta y entristece, pero no hay pérdida de paz y confianza. 
Mi Corazón goza con tus simplezas, pero ante tus desprecios sufre enormemente. 
 
Siempre estoy atento a tu llamado y espero tus respuestas de amor; y cuando veo el poco interés que pones a mis súplicas, pones triste a tu Dios.” 
 
“Eres mi sencilla y pequeña flor. 
¡Cuánto te amo! Y tú lo sabes. 
Ámame, te lo suplico. 
 
 
Mis mensajes son de amor, súplica y fraternidad, y de conocimiento de la presencia de un Dios, principio y fin de todo. 
Instruyo al hombre para que conociéndome más, me desee y ame. 
 
Soy un Dios que gusta dialogar en amistad con el hombre. 
 
Soy Dios y hombre y busco la unión con el hombre. 
 
Lo escrito por una persona sobre el abrirse y cerrarse la herida de mi Corazón es falso, porque mi Corazón siempre está abierto para el hombre.” 
 
 
26 de Septiembre de 1981. 

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